Verstappen domina en Canadá a pesar de la cercanía de los Red Bull

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Un análisis de Javier Cuñat / Imágenes: F1

El que es considerado, por todos, como el futuro tricampeón del mundo, Max Verstappen, volvió a vencer por segundo año consecutivo la prueba en Canadá, en un fin de semana lluvioso durante las sesiones de entrenamientos libre y de clasificación. Sin despeinarse y sin agobios logró un triunfo más ajustado que en anteriores carreras donde terminó a tan solo nueve segundos por delante de Fernando Alonso e igualando, en ritmo de carrera, a los Mercedes y a ambos Ferrari. Aunque nueve segundos parecen muchos, en realidad son una minucia si los comparamos con las distancias que aventajaban los Red Bull en las primeras carreras. En Bahrein, Alonso terminó a 38 segundos de Verstappen, y en carreras como Arabia Saudita, Miami o España, el líder del mundial de pilotos impuso una diferencia de más de 20 segundos a un coche que no era el Red Bull de Sergio Pérez.

Es muy raro que, en siete carreras, las distancias se hayan reducido tanto. Las novedades técnicas en Mercedes, Aston Martin o Ferrari no son tan relevantes como para recortar más de diez segundos a los líderes del mundial. Lo más probable es que Verstappen no fuese al límite con su monoplaza monitorizando los ritmos de Alonso para que no pudiera acercarse. Ahora, solo cabe esperar al Gran Premio de Austria para comprobar la veracidad de las mejoras de los rivales del equipo Red Bull.

En términos generales, la carrera fue entretenida porque ocurrió de todo. Vimos el primer Safety Car (coche de seguridad) de la temporada tras un fallo en el Williams de Logan Sargeant y vimos a Ferrari trabajar como en equipo, aunque fuese la consecuencia de haber perjudicado a Charles Leclerc durante la clasificación tras pedir el montaje del neumático de seco y su ingeniero persistiera con permanecer con el intermedio por las pequeñas humedades en la pista. Una decisión que le condenó a caer en Q2, pero que recuperó avanzando una posición gracias a la sanción de tres posiciones a Carlos Sainz por estorbar a Pierre Gasly en su vuelta rápida de Q1. Fueron los únicos que no pararon durante el Safety Car para mantener sus neumáticos medios lo que les aseguró la cuarta y quinta posición por delante de Sergio Pérez, que no pudo batir a Carlos Sainz en ritmo.

La carrera también recogió la pelea estratégica entre los Mercedes y Fernando Alonso. Una vez arrancada la carrera y con un Verstappen imponiendo un ritmo superior al del asturiano, Hamilton logró adelantarle, aunque después el austriaco se la devolviese. De no ser por un error de George Russell al romper su alerón delantero y pinchar una de sus ruedas contra el muro, pudo haberse afianzado en la cuarta posición o, incluso, llegar al podio junto a su compañero si hubiesen podido estorbar al Aston Martin del español. Finalmente tuvo que abandonar a pocas vueltas del final a causa de los daños producidos por el accidente.

Por último, e incluso más importante, pudimos ver la capacidad que tiene Alexander Albon de lograr maravillas con un coche muy inferior al resto. Los equipos más débiles siempre han estado ahí para recoger pequeños puntos en caso de que hubiera accidentes masivos o la casuística les ayudara a acabar décimos y, por lo menos, ganar un punto. En este caso, no fue así. Williams, una escudería que, aunque parezca normal que acaben últimos o solo haya palabras burlonas hacia ellos, hasta hace menos de siete años conseguía firmar podios e incluso ser el coche más rápido en clasificación. Y qué decir si miramos más de cuarenta años atrás, ganando mundiales de pilotos y de constructores, alzando a la gloria a pilotos como Jacques Villeneuve, Damon Hill o Nigel Mansell. Esta vez no lograron el triunfo, pero la emoción que desprendió Albon al gritar por la radio y acabar séptimo, como si de una victoria se tratase, puso la piel de gallina. Una vez más, si el anglo-tailandés clasifica bien, los puntos están prácticamente asegurados. No solo comenzó noveno en la carrera, sino que pudo ascender posiciones, simplemente digno de admirar por todos. Ya les gustaría a los aficionados ver a pilotos como Verstappen o Alonso montarse en un Williams.

En tan solo una semana Austria está a la vuelta de la esquina y la historia indica que Red Bull dominará la totalidad del Gran Premio. Ya lo hacían incluso cuando Mercedes tenía un coche infinitamente superior al segundo mejor coche, como en 2018 o 2019. Antaño Ferrari les ganó la partida, pero actualmente el que puede torcer los planes de Red Bull es solamente uno, Fernando Alonso.