Jorge Molist: “Todo lo que implica una emoción implica un mejor recuerdo”

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Informa Laura Fargueta / Imágenes: Asís G. Ayerbe

El nombre de Jorge Molist vuelve a aparecer en librerías con la publicación de su última novela, El latido del mar. El ganador del XIII Premio Fernando Lara en 2018 se atreve, esta vez, con otro episodio de la historia de nuestro país ambientado en el siglo XIII: la historia del mercenario y caballero templario Roger de Flor, un personaje que Molist ha rescatado del olvido, como él mismo explica. Una historia de venganza que no deja de ser la historia de una madre y un hijo que tienen que superar todo tipo de obstáculos para sobrevivir y hacerse un lugar en una sociedad que les desprecia.

Jorge, ¿de dónde surge la primera idea?

Me inspiró un cuadro que hay en el Senado español, ‘Entrada de Roger de Flor en Constantinopla’. Es un cuadro espectacular. En él se puede observar, a la derecha y en colores muy luminosos, el rico, pero decadente imperio bizantino. Es una escena en la que el propio emperador saluda con una inclinación de cabeza y Roger de Flor que es el protagonista del cuadro y de mi novela, se abre paso a lomos de un caballo. Bajo, en colores más oscuros, aparecen las tropas españolas. Pocos sabemos que Atenas, la capital de Grecia, fue española durante casi 100 años y esto se lo debemos a Roger de Flor y a las tropas españolas que él lideró en el Imperio bizantino, recordemos que fue proclamado césar.

Su novela se centra en la infancia y juventud de Roger de Flor, caballero templario al servicio de la Corona de Aragón a finales del siglo XIII. ¿Por qué cree que este momento histórico y este personaje pueden interesar a un lector del siglo XXI?

Era un momento en el que España dominaba gran parte del Mediterráneo. La novela empieza así, cuando el padre de Roger muere en batalla y su madre queda en poder de sus enemigos, en Brindisi. Brindisi era una ciudad fabulosa. Había sido el final de la Vía Apia Romana, aún se conserva una columna en el puerto de siete pisos de altura. A pesar de los terremotos, ahí se mantiene. Era el puerto de salida de cruzadas y de peregrinos. Gracias a un fraile templario que se compadece de Roger, éste puede embarcar en una galera. Roger de Flor es un personaje muy interesante que tuvo sus momentos de gloria y fue muy relevante para nuestra historia. Es más: tiene calles a su nombre en toda España, en Valencia, en Madrid… Derrotaron a los turcos en inferioridad de condiciones, todo eso está documentado, sin embargo, pocos son quienes lo recuerdan. Hemos olvidado nuestra gloriosa historia en el Mediterráneo. El Mediterráneo era el centro del mundo. Estuvimos 54 años más que en Cuba, eso nos da una idea del imperio que tuvimos en el mediterráneo, todo el mediterráneo occidental estaba dominado por España. Cartagena fue protagonista. Es una parte de nuestra historia muy olvidada, pero es una historia gloriosa y merece la pena que la recordemos.

«Roger de Lauria fue, indudablemente, el más grande almirante que haya tenido España. Combatió en la guerra de Sicilia para el Reino de Aragón y acumuló una enorme lista de títulos nobiliarios»

El latido del mar no deja de ser, a pesar de su telón histórico, de un rigor excepcional. Una novela de aventuras dotada de un ritmo muy marcado, ¿cómo ha conseguido el balance justo entre historia y ficción?

Para mí, lo fundamental es que mis lectores consigan identificarse con los personajes, que alcancen a comprenderlos, que logre transmitirles sus emociones. La precisión histórica es fundamental, pero esta es una novela de emociones: una historia de supervivencia de una madre que lo quiere dar todo a su hijo, que desemboca en una historia de venganza en el momento en que el hijo crece y quiere devolverlo todo a su madre a través de la justicia. Una de las fuentes que elegí para documentarme fue una de las cuatro grandes crónicas, la de Ramón Muntaner. Como la parte de historia que contaba de mi personaje estaba repleta de huecos, tuve que completarlos. Además, he hecho una exhaustiva labor de documentación en lo que se refiere a la época, la atmósfera, a cómo eran las ciudades: Tierra Santa, los templarios, las galeras, los enfrentamientos entre la Corona de Aragón y Francia… Brindisi, la ciudad natal de Roger de Flor, era en el siglo XIII el final de la Vía Apia, el punto de entrada de las mercancías desde Oriente y el punto de salida de peregrinos y las cruzadas hacia Tierra Santa. Mi trabajo implica completar los vacíos que la historia ha dejado a través de la ficción: deseo que el lector se enganche desde un principio. En una buena novela, las emociones están por encima de todo lo demás. Todo lo que implica una emoción implica un mejor recuerdo.

El almirante Roger de Lauria se ha convertido en una constante en su obra, desde Canción de sangre y oro, pasando por La reina sola, a El latido del mar. ¿A qué se debe esta “obsesión”?

Roger de Lauria fue, indudablemente, el más grande almirante que haya tenido España. Combatió en la guerra de Sicilia para el Reino de Aragón y acumuló una enorme lista de títulos nobiliarios. Libró su última batalla en el que por entonces era el feudo alicantino de Cocentaina. Es un personaje fascinante en nuestra historia, que también tiene muchas calles a su nombre en España y que, por desgracia, también ha caído en el olvido.

Un tema que se ha repetido infinidad de veces en la historia de la literatura y del cine es el de las mujeres que esperan: desde relatos clásicos como ‘La Odisea’ a westerns como ‘Centauros del desierto’. En El latido del mar también es clave, pero ¿consideras que, en su caso, esa espera se convierte en una “espera activa”?

Blanca de Brindisi es, sin duda, una mujer que espera. Espera a su familia, el retorno de su hijo, pero, mientras tanto, tiene que labrarse una vida. En esa época, las mujeres no tenían otra. No podían embarcarse, eran posesión de los hombres. Blanca, siendo una joven dama de la aristocracia de Brindisi, es fuerte a su manera. Nunca ha hecho ningún tipo de trabajo manual y debe aprender a sobrevivir. María, en cambio, la amiga de Blanca, es una mujer inteligente que sí consigue ser independiente en cierta medida.

Usted tiene nueve novelas publicadas a sus espaldas: ¿Cuál le ha dado mayor satisfacción?

La primera me dio mucha satisfacción. Me costó encontrarle una editorial, pero en cuanto se publicó obtuvo un éxito inesperado. Tenía una narración femenina en primera persona y era una novela negra, aunque incorporaba una parte histórica. En los últimos años, me he sentido también muy satisfecho con Canción de sangre y oro, con la que gané el Premio Fernando Lara en 2018.

«Mi trabajo implica completar los vacíos que la historia ha dejado a través de la ficción: deseo que el lector se enganche desde un principio»

¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la escritura?

Yo no era muy buen estudiante. Era una época en la que no se podía vivir de la escritura, así me lo dijo mi padre: “Aquí en España los escritores se mueren de hambre”. Me puso a trabajar en una imprenta para que conociese los libros desde abajo. Fui cambiando de trabajos. El objetivo de los primeros años de mi vida fue ir sobreviviendo y encontrar algo que comer. Muchos años después, cuando escribí mi primera novela, nadie quería publicármela. Tuve un golpe de suerte, una editorial apostó por ella y se convirtió, sorprendentemente, en un éxito de ventas.

Aunque sus primeros libros se acercan a la novela negra, la mayoría de sus historias se enmarcan en la ficción histórica. ¿Por qué este género? ¿Planea aproximarse a algún otro en próximas novelas?

Empecé escribiendo novela negra, thriller, debido a mi influencia americana, de los años que pasé en Estados Unidos, aunque siempre con una base histórica: mi primera novela, por ejemplo, bebía mucho del esoterismo. Luego ya me decidí a lanzarme de cabeza a la historia, me interesaba saber lo que habían hecho nuestros antepasados. Es un pensamiento que he tenido varias veces, la tentación de volver a acercarme a la novela negra, pero de momento no está en el horizonte.