El humanismo poético de Bill Viola vuelve a un museo

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Jaime Roch / 4º Periodismo

Las obras de arte encarnan valores. Esta idea guía la historia del pensamiento sobre el arte tal y cómo lo entendemos. El arte es un producto del espíritu porque un individuo crea, piensa y actúa en él. Las prueba es Bill Viola y su humanismo poético de la experiencia sensible. Para comprobarlo, el periódico EL ROTATIVO se adentra en el museo Guggenheim de Bilbao en la exposición “Bill Viola: retrospectiva”, que está  desde el pasado 30 de junio hasta el próximo 9 de noviembre y constituye un recorrido temático y cronológico por la trayectoria del artista. La confrontación directa con las obras de arte es necesaria para interpretarlas y apreciarlas. Los detalles de la presentación estética de los lienzos en movimiento de Viola tienen la mayor importancia a la hora de su entendimiento. Las imágenes se proyectan directamente sobre las paredes, sin pantallas ni soportes, como si fueran frescos italianos en los que la pintura se aplicaba sobre la superficie enyesada. La ilusión de la profundidad, la imagen en movimiento y la narrativa proyectada son tres puntales de la muestra.

“A principios del nuevo milenio, Viola se embarcó en una serie de obras que reflejan la importancia de reconocer quiénes somos en el mundo y de entender el reto de redefinir quiénes somos para los demás” manifiesta John G. Hanhardt, autor de “Bill Viola”, un catálogo que editan La Fábrica y el Museo Guggenheim Bilbao. Esta intención se observa claramente en “Avanzando cada día” (Going Forth By Day, 2002), donde se despliegan cinco escenas proyectadas directamente de manera simultánea, con una duración aproximada de 30 minutos, sobre las paredes del espacio expositivo como si fueran murales “que exploran temas de la existencia humana como la individualidad, la sociedad, la muerte y el renacer”, asegura Viola en el libro. Las cinco proyecciones de la instalación de Bilbao son “El nacimiento del fuego”, “La senda”, “El diluvio”, “El viaje” y “La primera luz”. Todas ellas constituyen una de sus obras más ambiciosas y aluden de manera global al ciclo de la vida, donde las imágenes no dichas viajan directamente a nuestro interior y resulta difícil hallar una explicación con palabras a las emociones que transmiten.

Desde que en el año 1977, Kira Perov, la esposa de Viola, asumiera los proyectos más ambiciosos, el artista tiene como objetivos envolver al espectador con imágenes de luz y sonido como, por ejemplo, en “Cielo y tierra”. Otras de las obras de Viola que alberga el Guggenheim son “Los soñadores” (The Dreamers, 2013), que pertenece a la serie de “Retratos de agua”. Una instalación compuesta por siete grandes pantallas planas que ocupa la totalidad de la sala donde se muestra a siete personas sumergidas en el agua, en el lecho de un río con los ojos cerrados y con la sensación estar en paz. Dentro de la misma sala encontramos “Capilla de las acciones frustradas y los gestos fútiles” (Chapel of Frustrated Actions and Futile Gestures, 2013) es una estructura con nueve pantallas planas colocadas en tres hileras horizontales, con nueve canales de audio. Dentro de la producción de Viola, el agua desempeña un papel clave en la representación del movimiento del cuerpo en el espacio y sirve, asimismo, como metáfora del “nacimiento y de renacer”, aclara Kira Perov. Explorar la libertad y la manipulación de la percepción a través del montaje es una de las claves de sus obras.

A principios del siglo XXI, el fallecimiento de sus padres conduce a Viola a explorar las emociones humanas y su representación tradicional con una perspectiva espiritual. Se inspira en la pintura religiosa de la Edad Media y el Renacimiento y surge la serie conocida “Las pasiones”, donde se integran piezas como “la habitación Catalina” y “Cuatro mansos”.

Dentro de esa perspectiva, la obras más impactante de Viola en Bilbao es “Nacimiento invertido” (Inverted Birth, 2014). Una obra proyectada en una pantalla de cinco metros de altura fijada en el suelo que describe cinco etapas del despertar por medio de una serie de transformaciones violentas: un hombre se encuentra en la oscuridad, empapado de fluido negro, mientras el sonido hueco de unas gotas repica en un espacio vacío. “La oscura desesperación del negro se convierte en miedo cuando el líquido rojo, pero el hombre se mantiene fuerte. Con el líquido blanco llegan el alivio y el alimento, seguidos de la purificación que trae el agua. Por último, una ligera neblina trae la aceptación, el despertar y el nacimiento. Los fluidos representan la esencia de la vida humana –tierra, sangre, leche, agua y aire– y el ciclo vital desde el nacimiento hasta la muerte, invertido aquí como paso de la oscuridad a la luz” apunta Bill Viola. La variedad de propiedades estéticas están relacionadas con lo que una obra representa, expresa o sugiere por ello, con la figura humana fuertemente iluminada en el centro, “Nacimiento invertido” posee una presencia escultural con una intensidad dramática y el enfoque de una pintura expresionista donde el agua se convierte en un huracán de color, movimiento y sonido. Estos matices crean una poderosa tensión emocional y legitiman la liberación del sentimento. Viola ha creado con esta imagen una obra artística distinta de todo lo que se ha visto en el arte visual.

A mediados de la primera década del siglo XXI, Viola recibe el encargo de producir videos para no aburrirse con la producción de la obra de Richard Wagner “Tristán e Isolda” en la Ópera Nacional de Paris. Estas piezas evocan la emoción de los protagonistas, una pasión amorosa inalcanzable. Para realizarla, Viola utiliza símbolos elementales alertan a sentimientos básicos. Es tan necesario que las imágenes de Viola desafíen la experiencia y el recuerdo de las realidades de la vida como hallar la felicidad fácil de la infancia. La belleza de un genio colosal en la simplicidad de la figura humana. Pero aunque nos relacionemos con el arte y el arte se relacione con el mundo de muchas formas, este siempre supone, al fin y al cabo, una forma de pensar el mundo que percute en el mecanismo sensorial donde la experiencia estética implica el trabajo de la imaginación, el pensamiento y las emociones.