Carlos Sainz gana con autoridad el GP de Australia

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Un análisis de Javier Cuñat / Imágenes: F1 / @ScuderiaFerrari / @AstonMartin

De las tres victorias de Carlos Sainz esta es la única que ha conseguido sin tener que tirar de épica como en el GP de Gran Bretaña 2022 oponiéndose a la decisión de su ingeniero, o como en el GP de Singapur, jugando al DRS con su rival y amigo Lando Norris para mantener la primera posición.

Tras perderse el Gran Premio de Arabia Saudí hace dos semanas por su operación de apendicitis, la duda de si Carlos Sainz llegaría en forma a Melbourne era constante en el entorno del madrileño. Sin embargo, su preparación, tanto física como mental, está siendo ejemplar y necesaria para llamar la atención de equipos que le puedan dar un coche ganador, pero, lo importante es que cuando su Ferrari puede ganar una carrera él siempre ha estado, está y estará ahí.

El Matador no ha tenido un fin de semana sencillo porque, aún con una venda en el abdomen, tuvo que acostumbrarse a sentir sensaciones que nunca antes había experimentado. “Siento cómo mis órganos se mueven más de lo normal”, expresó Sainz durante los Libres 1. Y aun con esa sensación que imagino que no será muy agradable, y contra rivales fuertes durante la cita como Sergio Pérez, su compañero Charles Leclerc, o los dos McLaren, consiguió clasificar su monoplaza en segunda posición por detrás de Max Verstappen.

El madrugón del domingo mereció la pena, y mando mis más humildes condolencias a aquellos que, o no pudieron ver la carrera a las cinco de la madrugada, o no quisieron verla porque son unos gurús de la Formula 1. Por días como hoy la Formula 1 sobrevive en un entorno de máximo dominio de uno solo.

Ese ‘uno’ es Max Verstappen, que tuvo la mala suerte de abandonar la carrera en la vuelta tres al salir humo de su freno trasero derecho y posteriormente explotar a la entrada al pitlane. Antes de su retiro, Carlos Sainz le adelantó en la vuelta anterior porque tenía más ritmo que el holandés.

Carlos Sainz demostró un ritmo vuelta a vuelta característico de Max Verstappen, marcando la vuelta rápida constantemente y alejándose del segundo, en todo momento Charles Leclerc, curva a curva. La única pega que se le puede encontrar al Gran Premio de Australia es si Carlos Sainz ganó porque Max Verstappen abandonó o si Verstappen podría haber aguantado el ritmo arrollador del español. Tirando de criminología lo más probable es que hubiéramos vivido una batalla campal entre Ferrari y Red Bull, pero, lo cierto es que los tiempos de Sergio Pérez no eran tan buenos como los de Sainz, que fue el más rápido rodando con el compuesto de neumáticos medio y duro.

Fernando Alonso pudo terminar sexto gracias a su coco mágico que siempre aparece en las carreras más difíciles, pero, una sanción muy polémica le redujo a las octava posición con una sanción de 20 segundos. Aprovechó el coche de seguridad virtual causado por el abandono de Lewis Hamilton para parar en boxes y colocarse quinto. Sergio Pérez le adelantó sin despeinarse y cuando volvieron a encontrarse tras un segundo cambio de ruedas, se enganchó al DRS del Red Bull para ampliar la ventaja con George Russell, que iba séptimo.

En la penúltima vuelta, ya con Pérez muy lejos y George Russell con claras opciones de adelantar al ovetense, Alonso frenó un poco antes en una curva muy rápida. Al parecer, George Russell frenó un poco después y ante el miedo de comerse al Aston Martin, perdió el control de su Mercedes impactando contra el muro. No fue un accidente fuerte, pero, una de sus ruedas quedó por debajo del coche haciendo que regresara a la mitad de la pista y boca abajo. Los comisarios tardaron mucho en tomar una decisión, que no fue si quiera la de sacar la bandera roja ante el peligro que podría suponer el impacto de un Formula 1 a más de 200 km/h contra otro monoplaza en estado de reposo. Pero, lo importante de esto no es si la sanción es justa o injusta, sino cuántas veces los pilotos tendrán que lidiar con una dirección de carrera tan incompetente, que no solo tarda mucho tiempo en tomar una decisión que debería ser automática, sino que de la noche a la mañana no permite hacer lo más básico de este deporte: pilotar.