David Trueba: “Eugenio es una inyección de optimismo”

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Información: Laura Fargueta / Imágenes: Gonzalo Escrig

‘Saben aquell que diu…’, eran las palabras con las que Eugenio comenzaba a narrar uno de aquellos chistes que arrancaban las risas del público. Con sus característicos lentes ahumadas, un cigarro y el vaso de ginebra en la mano, Eugenio se convirtió en un icono en aquellos primeros años de transición de un país en reconstrucción. Veintidós años después de que el gran humorista nos dejase, sus chistes vuelven a hacernos reír en las salas de cine porque el cineasta David Trueba estrena película. En Saben aquell, el renombrado director de filmes como Vivir es fácil con los ojos cerrados nos acerca la primera etapa de la vida del genio del humor interpretado por David Verdaguer. Una historia que no se podría entender sin la figura de Conchita Alcaide (Carolina Yuste) y sobre la que reflexionó tras la premier en los cines Kinépolis de Valencia, días antes de su estreno en las principales salas de cine españolas.

Saben aquell es una película que pone el foco en la faceta más dramática de la vida del humorista Eugenio. ¿Fue difícil encontrar el tono adecuado?

El tono te lo dictan los personajes. A veces percibo una cierta impostura entre la forma y el fondo: puedo tener un gusto por algunos elementos, pero intento no imponerlos. Sé que a veces se considera un elogio que se pueda reconocer a un director solo con un fotograma, pero para mí, los personajes de una película son más importantes que su director. La relación del espectador no es con el director de la película, sino con los personajes. En las primeras fases de producción, le comenté a un amigo que mi principal preocupación era que una parte del público fuese a ver la película creyendo que el tono iba a ser de comedia, puesto que trata sobre un humorista. Mi amigo me hizo ver que no existe nadie que haya mirado a Eugenio con cierta atención y no se haya dado cuenta de que tras él hay una faceta mucho más dramática.

Frente al público, Eugenio mostraba su característica seriedad casi fúnebre y se refugiaba tras unas gafas ahumadas y el humo de los cigarros que fumaba compulsivamente. ¿Por qué eligió Eugenio esa máscara para representar sus chistes?

Porque era muy parecida a su personalidad real. Simplemente exageró los rasgos: allá donde había un catalán, puso aún más catalán; allá donde había una voz poderosa y profunda, la puso más profunda; donde era nasal, más nasal. Puso más tabaco, puso barba, gafas ahumadas. Él creó un personaje para distanciarse y que la gente entendiese su tono. Siempre me ha gustado la mezcla de tonos: en mis películas hay fragmentos cómicos y mucho humor, pero al mismo tiempo también hay una cierta melancolía, una cierta dureza. Hay una cierta dureza en la vida porque la vida es ausencia: siempre hay personas necesarias que desaparecen, ¿no? Pero al mismo tiempo, la vida es para vivirla y hay que disfrutarla y sacarle placer. Mis personajes se enfrentan a esa lucha en todo momento, y Eugenio no deja de ser eso: una persona que encuentra una mina de oro en su sentido del humor. Pero el oro no basta.

Siendo usted tan reacio a los biopics, como ha comentado en alguna ocasión, ¿por qué ha decidido ficcionar la historia de Eugenio en lugar de dirigir un documental?

Ya existe un documental sobre Eugenio, lo que me llevó a rechazar el proyecto cuando me lo ofrecieron. Luego me lo replanteé, y, al final, acepté escribir la película basándome en un fragmento de la vida de Eugenio. Me parece que lo más contrario al biopic es un fragmento de vida, se asemeja más a una película de ficción. Muy pocas historias de ficción abarcan desde el nacimiento a la muerte del protagonista. La ficción usa un fragmento en el que se encuentra la esencia del personaje, ¿no? Cervantes no escribe la infancia de Don Quijote para contarte El Quijote, ni Shakespeare escribe la vejez de Hamlet. Saben perfectamente cuál es el fragmento de vida en el que se condensa la historia. Yo no estaba haciendo un biopic, sino una película de ficción con todos sus elementos: pasión, amor, desencanto.

«no existe nadie que haya mirado a Eugenio con cierta atención y no se haya dado cuenta de que tras él hay una faceta mucho más dramática»

La actuación de David Verdaguer en el papel de Eugenio y de Carolina Yuste como Conchita Alcaide es uno de los puntos fuertes de Saben aquell. ¿Fue difícil encontrar unos actores que encajasen en el perfil?

Hasta que no acabé el guion, no tenía claro quién iba a ser el actor. De hecho, era uno de los fantasmas que tenía en la cabeza. Tenía que ser un actor que tuviese una edad determinada. La catalanidad para mí también fue fundamental, porque en la película hay muchas escenas de la vida cotidiana de Eugenio, en la que, por supuesto, hablaba en catalán. Luego estaba la tonalidad de la voz. David tenía todas esas cosas y, además, también había hecho comedia. La imitación de Eugenio es lo que menos me interesaba de esta película: lo que buscaba era mostrar el alma del personaje. No se trata de hacer una imitación perfecta, sino de que el espectador se olvide del Eugenio real y te vea a ti. Por otro lado, la actriz de Conchita, Carolina Yuste, tenía que ser del sur, y tenía que tener una belleza y una presencia de la época, que se alejara de la belleza moderna. También tenía que cantar.

Eugenio vivió el fin de la dictadura y conoció la fama durante los años 80 en la España de la transición, esa España de cambio. ¿Es posible entender a Eugenio fuera de su contexto?

Eugenio no era una persona militante: el contexto histórico le afectaba por rebote. Hay una frase de Kafka que lo sintetiza muy bien: Alemania ha declarado la guerra. Por la tarde fui a nadar. El nacimiento del genio coincide con la transición española y con esa situación. Eugenio es un personaje imposible antes de Franco, porque durante la dictadura, los humoristas tenían que enfrentarse a la censura. En cambio, Eugenio viene ya del underground de la Barcelona de los 70: se actuaba en locales que no estaban preparados para ese tipo de actuación. La gente iba a beber y a fumar, y tenías que captar la atención de la gente de una manera un poco salvaje. La gente no estaba para oírte. Sin embargo, cuando Eugenio hablaba, la gente callaba y se giraba. Era obvio que él conseguía una electricidad que no conseguía con el dúo que había formado con su mujer. El público es como un águila carroñera que se queda solo con lo que le interesa de ti. Y por eso hay tanto despojo en el mundo del espectáculo, porque es lo que queda de los artistas cuando el público les ha comido el alma.

«Lo que trato de contarle a la gente es la vida de la gente imperfecta, de la gente llena de defectos, de carencias, incapaces de gestionar la vida.»

La música suele ser un elemento importante en sus películas, y la de Saben aquell, compuesta por Andrea Motis, cobra un papel protagonista.

En esta película, la música, al igual que los chistes, es una parte narrativa de la película, porque Conchita Alcaide es cantante. Me planteé qué música podía tener una película que transcurre en locales nocturnos con gente fumando y vasos de tubo. No me preguntes por qué, se me ocurrió la trompeta. Quizás porque en muchas de las agrupaciones de jazz, la trompeta sustituye a la voz de la trompeta. Pensé en Andrea Motis, que es de Barcelona, y cuando se lo propuse, me dijo nunca había hecho ninguna película. Le respondí que es muy sencillo: la película es la que te dicta la música.

Finalmente, ¿cómo puede encajar la figura de Eugenio con las nuevas generaciones?

Antes, las personas del mundo del espectáculo eran más especiales porque pertenecían a algo que estaba vetado al resto del país. En cambio, ahora vivimos en el mundo del espectáculo. Todo el mundo ha hecho de sí mismo un actor o una especie de producto. La sociedad actual necesita inventarse un personaje para relacionarse con el mundo en su día a día. Y ese es un problema común en el mundo de la actuación: se produce una desincronía muy fuerte entre ese actor que te hace reír en ‘Friends’ y el actor que en el descanso de ‘Friends’ se droga. No soy una persona que tenga la sensación de estar contribuyendo a que la juventud actual encuentre algo en una obra mía. Lo que trato de contarle a la gente es la vida de la gente imperfecta, de la gente llena de defectos, de carencias, incapaces de gestionar la vida. Todos somos así. Quizás, darse cuenta de que hay personas que se enfrentan a las mismas situaciones que nosotros, nos anima a tirar adelante con lo que tenemos. Por ejemplo, para una persona que se quiera dedicar al mundo del espectáculo, Eugenio es una inyección de optimismo porque tiene todas las papeletas para ser un fracasado. Carece de una entidad artística reseñable, física, creativa o personal. Y sin embargo, es un artista único en España. Nunca se había siquiera planteado subirse a un escenario.