Fernando Alonso vuelve a ser mágico en el GP de Sao Paulo

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Un análisis de Javier Cuñat / Imágenes: F1-Aston Martin

“It’s a lovely car to drive”, dijo Alonso hace ocho meses en las pruebas de Bahréin. Con el paso del tiempo ese coche siguió siendo una máquina encantadora de conducir, no tenía fisuras salvo que era un coche inferior al Red Bull, como todos los coches de la parrilla. Cuando comenzaron a escasear los podios y en Aston Martin se conformaban con puntuar, o sencillamente hacer un buen papel, Fernando Alonso y su equipo no tenían más remedio que seguir trabajando. Ese trabajo posterior al GP de Holanda fue en vano, porque pese a actualizar el coche con nuevas piezas, la herramienta de trabajo de los pilotos no funcionaba como debería ser. Gran parte de la afición pensaba que Aston Martin ya no es lo que era, que Alonso había vuelto a cometer un error al fichar por otra escudería, y tenían sus razones, cuestionables, porque se nos acostumbró al caviar, y, de pronto, tocó comer mortadela.

En Estados Unidos algo cambió, y, pese a salir desde el pit lane el día de la carrera, ambos coches habrían puntuado de no ser poque el coche de Alonso tuvo daños en el fondo plano y tuvo que abandonar. En México parecía que el coche estuviera al revés, con la dirección a la inversa y las ruedas de delante en la parte trasera y viceversa. Era inconducible, lo que se tradujo en otro abandono, incluido su compañero Lance Stroll. A toro pasado, menos mal que llegó el GP de Sao Paulo en Brasil, porque las previsiones eran parecidas al rendimiento dado en Austin. Lo de México era un pozo del que no se debía volver.

En el último fin de semana con el formato Sprint Aston Martin quiso inventar pese a disponer de una única sesión de entrenamientos libres. El embajador del equipo británico, Pedro de la Rosa, adelantó que el coche de Alonso y Stroll tendrían piezas diferentes el uno del otro y mezclando actualizaciones pasadas y más recientes para ver si funcionaba el experimento. Salió bien, y eso que la tercera y cuarta posición obtenida para la parrilla del domingo quizás no fue tan celebrada como otras veces. Nadie daba crédito de que la segunda fila de la parrilla de salida fuera de color verde. Además de ellos, parecía que los Mercedes irían bien, que Charles Leclerc estaría muy fuerte y probablemente en posición de podio y que Lando Norris podría avanzar posiciones y ser candidato al podio también.

El sábado fue muy distinto para Aston Martin, pues de ser terceros y cuartos, pasaron a salir en la carrera Sprint desde la decimoquinta y decimoséptima posición. La noche y el día por completo. La carrera Sprint fue la única de la temporada a la que se le pudo llamar como tal, pues todos los pilotos fueron al límite durante las 24 vueltas que se dieron. No hubo ningún momento de respiro para nadie.

Llegados a la carrera del domingo, la situación en la salida no pudo ser más dantesca. Charles Leclerc impactó contra el muro en la vuelta de formación debido a un fallo hidráulico. Todo apunta a que las ruedas traseras bloquearon en una de las curvas más rápidas del Circuito de Interlagos, teniendo que abandonar sin haber disputado ni una sola vuelta. Los Aston Martin quedaban solos contra Max Verstappen, que salía primero, pero, una espantosa salida los llevó a ser cuarto y quinto. Y, en segundo lugar, por detrás de ellos, Alexander Albon y Kevin Magnussen se chocaron, destrozando ambos coches y dejando multitud de piezas esparcidas por el asfalto de la primera curva. Salió el coche de seguridad, pero, al ver la magnitud del problema, se habilitó la bandera roja.

En la resalida Fernando Alonso pudo mantener la cuarta posición, pero, el “Spanish Samurai” quería más. Cogió la aspiración de Lewis Hamilton en la recta posterior a las primeras curvas, y sin pensarlo, se abalanzó al interior de la curva siguiente para colocarse tercero. Su ritmo era implacable, superior al de Hamilton y casi calcado al de Lando Norris; Verstappen iba a su royo, como es costumbre. Ahí es donde entra el factor Alonso, el que puede hacer de una carrera potencialmente aburrida una de las mejores que ha podido hacer en su vida.

Después del lío de estrategias, paradas, posibles undercuts y adelantamientos, se observó que su rival único y principal era Sergio Pérez, que venía con ganas de hacer una buena carrera tras tener que abandonar en el Gran Premio de su casa. Una vez los dos hicieron su tanda de casi treinta vueltas con el neumático medio, ambos montaron el neumático blando, Alonso siendo tercero y con una diferencia de más de un segundo y medio sobre el piloto de Red Bull. El alerón trasero móvil DRS implica una ventaja de más de seis décimas por vuelta, y Pérez logró obtenerlo durante más de quince vueltas. Es decir, Alonso tuvo el aliento de Pérez en el cuello una eternidad. Más tarde confesó que no se sentía tan presionado, que tenía todo bajo control, y cuando a falta de una vuelta fue adelantado, pensó en darse por vencido.

En la recta de después de las “eses de Senna” Fernando Alonso tenía el DRS de Pérez, salió con mejor tracción y velocidad, y en una maniobra de vida o muerte, de todo o nada, alcanzó al mexicano y volvió a estar por delante. La zona más revirada del circuito era del asturiano, era imposible que Pérez le adelantara ahí. Sin embargo, quedaba la recta de meta, con zona de DRS por supuesto. Pérez cogió el rebufo, aplicó el mapa motor más potente que tenía, Fernando Alonso igual. Los dos cruzaron la meta a la vez, pero, Alonso la cruzó un pelín antes. ¿Sabrían decir qué se puede hacer en tan solo 53 milésimas? Ya les digo que ni pestañear. Pero, lo que sí se puede hacer es conseguir el podio más emocionante de los últimos años, subido en un Aston Martin frente a un Red Bull para devolver la ilusión perdida a Aston Martin.

La proeza que hizo Fernando Alonso fue de infarto. El aire carecía en cada una de las personas que estaban en ese momento viendo el final apoteósico del GP de Sao Paulo. Menos mal que el final fue favorable para el español, aunque, de no haber sido así, la emoción y epicidad de la lucha que brindaron Alonso y Pérez no la hubiera borrado nadie de las memorias de los aficionados.