Jota Linares: “En el mundo del cine hay muy pocas oportunidades, y la gente mata por tener una”

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Informa Gonzalo Escrig /// Imágenes: Carlos Ruíz B.k.

Jota Linares ha cambiado la silla de director de cine por la de escritor con la publicación de su primera novela, El último verano antes de todo. Un thriller con tintes autobiográficos, ambientado en el pueblo ficticio de Laguna, que gira en torno a Ismael, un joven cineasta, y sus amigos, que intentarán desentrañar los secretos ocultos de aquel verano del 2000 en el que Jero apareció brutalmente asesinado. EL ROTATIVO ha tenido la oportunidad de hablar con Linares sobre el bullying, la amistad y la reconciliación con el pasado, temas muy presentes en la novela y en su vida personal.

‘El último verano antes de todo’ es su debut literario. ¿Qué le ha hecho querer cambiar el guion por la novela?

Todo comenzó con una propuesta por parte de Planeta. Soy muy lector y siempre había tenido el sueño de escribir un libro, así que decidí lanzarme a la piscina. Quería homenajear a todas esas mujeres que nos cuidaron de pequeños: las madres, las abuelas, las tías, etc. Y quería afrontarlo como un proceso curativo, porque yo mismo acababa de perder a mi madre y quería escribir sobre la pérdida y el final de la inocencia, cuando la vida comienza a llevarnos por sus propios caminos. La verdad es que me siento muy orgulloso de haber perdido el miedo y conseguir terminar de escribir ‘El último verano antes de todo’. 

La novela tiene pinceladas autobiográficas. ¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción?

No quiero decirlo, porque creo que es justo esa línea que marco en mi cabeza, la que atrae al lector. Hay cosas que parecen ficción, que pasaron tal cual, y hay cosas que pueden parecer muy reales, pero son fruto de mi imaginación. Sí diré que los dos tiempos en los que transcurre la novela, el verano del 2000 y el invierno de 2018, hace que se revelen muchos secretos del pueblo y que comience una nueva investigación sobre un crimen cometido en aquel verano del 2000. Ese crimen, que nunca sucedió, está basado en varios crímenes reales que tuvieron lugar en la zona de la Sierra de Cádiz cuando era pequeño y los utilizo para implementar en los personajes situaciones y emociones que son pura verdad.

En la novela aborda temas como el acoso, la homofobia o la violencia de género. ¿Cómo fue para usted vivir su infancia en un pueblo y sufrir bullying?

Yo sufrí bastante cuando era pequeño y parte de ello lo traslado al personaje de Raúl, el mejor amigo de Ismael. Raúl es un chaval que sufre palizas e insultos por su condición de diferente que le condicionan de muchas maneras. Para mí fue duro hablar de determinados temas, pero para que la novela saliese bien tenía ser honesto. Tenía que contar las cosas que pasan en los pueblos pequeños. Uno, cuando crece siendo diferente en un pueblo tan pequeño tiene que aprender a reconciliarse con su zona, con su lugar de nacimiento. Tenemos que saber perdonar a la gente que nos hacía daño. Para mí era esencial tratar este tema porque, hoy en día, hay muchos chavales que son diferentes y siguen pasando por lo mismo que tuvimos que pasar nosotros en los 90 y en los 2000. Es decir, el miedo sigue siendo el mismo.

¿Cree que el proceso de escritura de esta novela le ha servido como proceso sanador?

Fue sanador porque transito por muchas de las zonas oscuras que tenemos mis amigos y yo. En ningún momento he querido victimizar a los personajes. Quería mostrar a los personajes con sus aciertos y sus errores. Al final, son personas que están aprendiendo hacer las cosas bien para encontrar un nuevo comienzo. Pero, sí que es verdad que el proceso de escritura de algunas de las situaciones por las que pasan personajes como Ismael y Raúl, me ayudaron a sanar y reconciliarme con mi pasado. Y por eso, a pesar de que la novela trata temas duros, no es nada triste. La novela está llena de esperanza, de luminosidad. Así, todas las personas que lean la novela y se sientan como Ismael o Raúl, sepan que las cosas malas pasan y hay luz al final del camino.

Ismael, el protagonista, al igual que usted, viaja a Madrid para convertirse en director de cine, dejando atrás su pueblo. ¿Cómo vivió usted el cambio del pueblo a la ciudad?

Madrid es una ciudad muy hostil cuando llegas por primera vez intentando alcanzar tus sueños. Todo vale dinero y tienes que buscar trabajo en lo que sea. De repente te conviertes en un número más y ya no importas. Pero, al final, es un tránsito. Si quieres ser director de cine, tienes que pasar, inevitablemente, por Madrid. Hay excepciones, pero pasar por una ciudad grande es necesario en esta industria.

La trama transcurre en dos tiempos diferentes. Siendo el año 2018 el presente narrativo y el verano del 2000 el pasado cuando la vida de los personajes cambiaron para siempre. ¿Cómo ha conseguido equilibrar esos dos espacios narrativos?

Entendiendo muy bien a los personajes. Pasé mucho tiempo, antes de empezar a escribir la novela, perfilando los personajes. Sobre todo, quiénes eran los personajes en el año 2000 y quienes son en el 2018. Y unir los dos tiempos, una vez perfilados los personajes, fue relativamente fácil. Al final, eran los propios personajes lo que me decían cuando tenía que cambiar de tiempo.

Aunque Ismael actúa como eje conductor de la trama, también fija su mirada en el resto de los personajes, narrando varios hechos desde puntos de vista diferente. Se podría decir que realiza un estudio psicológico de cada uno de los personajes. ¿Cómo lo consiguió?

Principalmente trasladando la metodología de trabajo de un guion de cine a la novela. Me interesa mucho conocer que parte de ellos mismos muestran al lector y qué parte ocultan, porque las partes ocultas suelen ser las más interesantes. Hay conflictos, secretos, traumas; todo lo que les define como personajes. Además, a mí la psicología, como ser humano, me interesa mucho e intento aplicarla en la creación de mis personajes. Disfruto mucho escribiendo las fichas psicológicas de cada personaje.

En la novela la amistad tiene un papel fundamental. ¿Qué simboliza para usted la amistad?

Para mí simboliza la familia que eliges. Yo creo que es un tema que recorre, no solo la novela, sino toda mi filmografía. La familia va más allá de la que nos toca al nacer. No es la sangre, no es la bilogía. La familia se compone de la gente que tú has elegido por voluntad propia. Y es esta familia la que nos salva muchas veces la vida. Son personas que te conoce de verdad y que te apoya cuando nadie más lo hace.

Ismael sabe lo que es vivir con frustración tras la mala experiencia de su primer largometraje. ¿Cómo vivió usted sus primeros pasos en la industria cinematográfica?

Los viví de una manera muy similar a Ismael, pero tuve más suerte que él. Mi segunda película llegó muy deprisa y me quitó el mal sabor de boca porque fue todo un éxito. Pero, la primera película fue muy dura. Primero porque se estrenó con un montaje con el que no estaba de acuerdo. Y segundo porque no acababa de funcionar en taquilla. Me generó muchas dudas y me mostró un aparte de la industria que pensaba que eran clichés, pero que una vez estás dentro descubres, para tu sorpresa, que son verdad. En el mundo del cine hay muy pocas oportunidades, y la gente mata por tener una. Pero logré apartar de mi vida todo lo malo de la industria y centrarme únicamente en lo que verdaderamente me gustaba.

¿Cree usted que llegaremos a ver la historia de Ismael en la gran pantalla?

Ojalá. Hay intención, pero depende de muchos más factores que yo no controlo. Pero a mi equipo y a mí nos encantaría.