Jaime de los Santos: «La literatura me ha ofrecido conocimientos, experiencias, capacidad de empatía, en el fondo me ha construido”

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Informa Marta Casasús / Imágenes: Juan Baraja

El político e historiador Jaime de los Santos se ha estrenado como novelista con su obra ‘Si te digo que lo hice’. Una novela con un claro espíritu “femenino y feminista” que nos permite pasear por un Madrid que ya no existe, y sobre todo, conocer la vida de Elvira, la protagonista de esta novela que ha sido escrita en primera persona adentrándose en la personalidad de esta heroína.

Este libro es su debut en el arte de la escritura. ¿Cómo le surgió la idea de escribir esta novela?

Soy historiador del arte y cuando acabé la carrera profundicé mucho en la década de los años 40 en torno a la idea de la recuperación del patrimonio tras la Guerra Civil. Una época que me interesaba mucho. Cuando desde la editorial ESPASA se me ofreció escribir una novela, tenía ese contexto presente, podría decir que era una obsesión de la que me apetecía sacar partido. Y así es cómo surge esta novela femenina y feminista, protagonizada por todos esos personajes que vivieron en los márgenes de aquellos tiempos arrinconados por el régimen.

Su pasión por la lectura y la cultura le ha llevado a conocer ampliamente la Guerra Civil Española, la sociedad de aquel momento y el periodo de posguerra en Madrid, aun así, habrá existido un proceso de documentación. ¿Cómo ha sido ese proceso?

Ha sido complejo porque necesitaba indagar en temas más concretos, como, por ejemplo, la situación en los manicomios. Pero es verdad que ya había una primera parte analizada y conocida en profundidad.

¿Se ha basado también en testimonios y opiniones de personas de su entorno?

Más que en testimonios me he basado en historias que he escuchado toda la vida. Que hemos escuchado todos…, anécdotas y vivencias que han caracterizado la vida de nuestras personas más mayores.

Centrándonos en la protagonista de la novela, Elvira, ¿qué buscaba trasmitir con este personaje?

Más que trasmitir lo que quería hacer era un ejercicio de memoria colectiva de aquella España. Una España que parece que hace que ha pasado mucho tiempo, pero que en realidad no queda tan lejana y de la que todavía estamos heridos, y en algunas cuestiones, me atrevo a decir que aun somos víctimas. Una época que representa la cruz de la cara que es esta democracia. Estamos en un país que es un ejemplo de algunas cuestiones, pero no hay que olvidar de dónde venimos, sobre todo, para que no se repitan algunas vivencias y algunas estructuras mentales y formas de educar.

¿Elvira ha sido fruto de la imaginación o se ha inspirado en alguien para crearla?

Desde el primer momento tuve claro el personaje de Elvira. Siempre quise que fuera una mujer y que estuviera escrito en primera persona, y, además, que fuera nieta de un monárquico, con el fin de mostrar las penurias por las que pasaron los representantes del partido monárquico, pues a partir del año 40 son vistos con rechazo por parte de los republicanos exiliados, y por el nuevo poder que representa el franquismo.

“Estamos en un país que es un ejemplo de algunas cuestiones, pero no hay que olvidar de dónde venimos, para que no se repitan algunas vivencias y algunas estructuras mentales y formas de educar”

Elvira tiene una gran evolución a lo largo de la novela. Sufre muchos golpes duros durante su vida. ¿Cree que representa a más de una madre en la realidad?

Sí, representa a miles de madres. Representa a varias generaciones de mujeres y hombres, que nacieron entre el año 39 y casi el 70. Años donde la educación seguía siendo castrante y en el que la educación sentimental, directamente no existía. Y como consecuencia, todo eso hace que el día a día sea mucho más complicado.

¿Cuál diría que es la esencia de la protagonista?

Ella es una mujer muy dura. Es una mujer atravesada por la pena, pero a la vez con unas fortalezas muy evidentes. Además, a través de sus cinco hijas encuentra espacios para abrir ventanas a otras experiencias. Y a pesar de que no le han enseñado ni a querer ni a ser querida, tiene cinco hijas con las que experimenta lo que es cuidar y el amor.

Los nombres de sus hijas empiezan por la letra “a” todos.  ¿Tiene esto una explicación?

No, simplemente me parecía que era una cuestión poética, y quería que todo fuese en ese sentido un homenaje y un canto a la belleza. Ana, porque es un nombre breve y porque Elvira no quiere olvidarlo nunca. Aurea, que se explica en la novela, hace alusión a una de las partes de la tabla periódica, al Áureo. Amalia, por la mujer del rey Carlos III. Adela, en homenaje a Federico García Lorca y a la hija pequeña de Bernarda Alba. Y, por último, Ángela, como la madre de la protagonista, la abuela de estas niñas.

Hablando de sus hijas, Adela ocupa un gran papel en la novela por su amor hacia una mujer. ¿Esta situación se puede considerar como una crítica política y social a todas esas madres que les ha ocurrido algo parecido?

Muchas de esas mujeres que nacieron en aquella época fueron educadas en el rechazo al amor entre iguales. Era pecado, incluso en el año 1990 la OMS consideraba que los homosexuales eran enfermos psiquiátricos y eso genera un contexto e influye a que muchos padres y madres no entendieran el amor entre iguales. Eso es lo que le pasa a Elvira, y como su amor hacía sus hijas es tan grande, se sobrepone. A pesar de esa rápida recuperación, hay una situación que esta presenciada por problemas en los que está el miedo al posible sufrimiento de una hija, que, según ella, va a vivir en la diferencia de una hija que no sabe lo que realmente piensa su madre.  Y esa es la historia de muchas personas que realmente han tenido que enfrentarse a una realidad en una España ya contemporánea, pero con todavía estos problemas de aquella otra.

En esta novela aparecen muchos temas relevantes, como la violencia machista, la Iglesia, incluso se hacen referencias a obras de arte y artistas, la música y el cine… De todos los aspectos que aparecen, ¿cuál considera que es el más trascendental?

Todos los temas son importantes, pero quizás si tuviera que elegir uno sería el poder de la belleza, de la cultura, de la literatura, del arte, como realidad transformadora. Brilla tanto que política y cultura tienen una finalidad muy similar, la de cambiar las cosas. En este sentido, la novela aboga por un cambio y Elvira es un personaje permanentemente participe de ese cambio político, teniendo la cultura como soporte fundamental.

¿Esta obra intenta romper con algunos tabúes que hoy en día siguen existiendo en la sociedad?

Yo creo que existen muy pocos. Lo que sí intenta es hacer un ejercicio de memoria colectiva. Reivindicar el papel de todas esas madres y esas hijas. Y también, de alguna forma entender que muchos “verdugos” eran igualmente víctimas, porque fueron educados en un contexto asfixiante y castrante, es difícil ser en esa situación lo que uno quiere ser. Me parecía que el ejercicio de memoria debía ser colectivo y, además, teniendo muy en cuenta este contexto, se entendía la construcción global.

“Si tuviera que elegir elegiría el poder de la belleza, de la cultura, de la literatura, del arte, como realidad transformadora”

Son muchos los escritores que afirman dotar a sus personajes de pinceladas de su propia personalidad, ¿hay algo de usted en alguno de ellos?

Sí, hay cosas mías.  Curiosidades. Desde las lentejas que cocina Olga, que es la receta que hago en casa, hasta mi obsesión por la cultura. Por ejemplo ‘La última comunión’ de San José de Calasanz, ‘La consagración de la primavera’ o las canciones de Chavela Vargas, son parte de mi día a día. Me atrevo a decir que son parte de mis obsesiones estéticas. Yo siempre tengo en mis AirPods música desde cantantes francesas hasta la primera canción de mi lista clásica: ‘Lascia Chao Ponga’ de Händel. En parte lo que soy es por la cultura, y por eso que la cultura tiene un soporte imprescindible en la vida de Elvira.

¿Qué ha sido lo más difícil de escribir de su novela?

Nada y todo. Nada porque realmente no existe nada especialmente complejo, y, sin embargo, es muy complejo sentarte en frente del ordenador, y de alguna manera, asumir el vértigo que supone escribir una historia. Pero conforme la historia va cogiendo forma, de alguna manera los personajes surgen.

¿Escribe pensando en el lector o lo vive como una cuestión de disfrute personal?

Sinceramente he pensado más en un ejercicio estético, en un ejercicio de reflexión histórica, más que en un lector concreto. ¿Que quiero que me lea mucha gente? Me encantaría, pero mientras escribía no estaba pensando en realidad en nadie. Miento, sí, pensaba en alguien, en las mujeres. Para que se vieran reflejadas. Cuando hablo de la maternidad, lo intento hacer desde su punto de vista. Como cuando hablo de las diferencias que hay, porque las hay, dentro de la igualdad absoluta y necesaria de hombre y mujeres.

Finalmente, usted ha tenido que compaginar su responsabilidad política con la escritura de su nueva obra. ¿Qué diría que le ha aportado la literatura que no encuentre en sus otras responsabilidades?

A mí la literatura me aporta todo. Yo en verano no hago otra cosa que leer, y durante el invierno siempre busco el hueco para leer. La literatura me ha ofrecido conocimientos, experiencias, capacidad de empatía, en el fondo me ha construido. Sin todos los autores que he leído no tendría esa mirada del mundo contemporáneo. El arte es imprescindible en el mundo, pero sin la literatura… no imagino mi vida sin libros.