Paco Cerdà: «Me dedico a contar las injusticias de gente feliz»

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Jaime Roch / 3º Periodismo

El libro Los últimos, escrito por el periodista de Levante-EMV, Paco Cerdà, recorre la región más extrema y vacía de España para dar voz a medio centenar de sus habitantes y retratar la situación de abandono que amenaza con extinguir a esta parte de la nación. Cerdà, con una agilidad crítica de vértigo, reivindica al reportero solvente y cercano, al que cuenta las cosas como las ve y al que indaga sin prejuicios. En menos de tres meses, su libro ya va por la cuarta edición. La cultura como arma de conquista.

Pregunta. ¿Cómo surge la idea del libro?

Respuesta. Me encontré con un reportaje sobre despoblación en España un domingo por la mañana leyendo la prensa. Me interesé al ver que dentro de esas diez provincias donde la densidad de población es de menos de ocho habitantes por kilómetro cuadrado estaban València y Castelló. Decidí hacer un reportaje para mi periódico sobre esa parte valenciana de la ‘Laponia española’.

P. ¿Dónde fue para hacer el reportaje?

R. A la aldea Arroyo del Cerezo en el Racó d’ Ademús, y me di cuenta de que las personas eran víctimas de desigualdades. Me pareció que ahí había material para hacer mucho más que un reportaje de doble página para un domingo.

P. ¿Por qué viajó solo y en invierno durante 2.500 kilómetros?

R. He intentado relatar desde un punto de vista humano cómo afecta la despoblación en la mayoría de estos 1.355 municipios. Lo hice en invierno porque es la época en la que solo viven las personas que realmente están allí todo el año y lo hice solo porque este tipo de realidad tan despoblada tenía ese tipo de viaje. Creo que si hubiera ido con otra persona no me hubiera llevado la impresión que me llevé por el silencio y la soledad de estas tierras.

P. ¿Le impactó mucho lo que se encontró por aquellos parajes?

R. Este viaje era, en un principio, para comentar la despoblación, pero acabé hablando también sobre el capitalismo extremo, la utopía, la resistencia, la dignidad y la defensa de un territorio sin banderas de la forma más pura como la que me dijo Antonio Monreal en Bubierca cuando se despidió de mi: “Mientras estemos, aquí estaremos”, es decir, que no les van a sacarán de ahí aunque el sistema se empeñe en agrupar a la gente en grandes ciudades donde se esta perdiendo lo más elemental de la vida.

P. ¿Cuál es la diferencia entre la ‘Laponia española’ y la Laponia del Sur de Europa?

R. Una de las diferencias es que allí hay poca gente pero la despoblación no se traduce en desarticulación. Allí hay poca gente pero está reunida en ciudades y la minorías étnicas están protegidas por el Estado, aquí la despoblación se traduce en una condena a muerte.

Lucía en la aldea de Les Alberedes (Castelló), en la que se crió. / Foto: P. C

P. ¿Los municipios de sus capítulos pueden quedarse vacíos en poco tiempo?

R. Sí, la mitad de esos municipios ya tiene menos de 100 habitantes empadronados, cuando la realidad es mucho menos porque hay gente que está empadronada allí y no vive. En 15 años aproximadamente, la mitad de estos pueblos pueden quedar completamente deshabitados y los otros condénanos a una breve extinción demográfica porque no hay relevo generacional.

P. ¿No hay ningún tipo de solución?

R. El 13 % del territorio español está condeno a muerte. No sé si es posible revertir esa situación, yo soy periodista y me he dedicado a contar las injusticias de gente feliz. Gente feliz con pocas cosas que al mismo tiempo son muy grandes. Un ejemplo de ello es tener tiempo para uno mismo. Eso es muy grande y poder vivir como uno quiere, también es algo muy grande.

P. ¿En qué aspectos ha notado esa felicidad?

R. Creo que las ciudades han derivado hacia un modelo exacerbado de consumismo y tecnoadicción y eso allí no se ve. Es posible por la edad de los pobladores, pero todos conocemos a gente de 75 años que están todo el día con el móvil. No únicamente tiene que ver con la edad, tiene que ver con el hábitat en el que se mueven y en la mentalidad porque son hijos de una cultura que ellos mismos están preservando.

P. ¿Cómo es esa cultura?

R. Priman una buenos valores y todavía no se ha incorporado la apariencia, la vanidad ni el consumismo desaforado y aún no han atropellado al medio ambiente al precio que sea. Es mentira el tópico sobre la incultura de los pueblos pequeños que siempre se ha imperado en España. El libro se titula Los últimos porque son las últimas personas en las que piensan las empresas, la administración y la sociedad.

P. ¿Qué es la despoblación?

R. Etimológicamente sería la falta de personas pero los diccionarios no contemplan la realidad, por eso, yo lo definiría como aquello que ha permitido el sistema para engrasar mejor la maquinaria que les interesa: el capitalismo.

P. ¿Con qué capítulo se queda?

R. El libro es todo una gran reportaje y es como trocearlo en diez párrafos. Tengo cariño a todos pero tal vez el capítulo de ‘Zaragoza. El último pupitre’ me costó de hacer porque asistí al entierro de una mujer que, cuatro meses antes, me dejó su casa para dormir.

P. ¿Cómo definiría el periodismo?

R. Para mi es una pasión y creo que es un oficio humanista muy completo. Dicen que es contarle a la gente lo que le pasa a la gente. Y esto he querido hacer yo con los que no suelen tener voz: los últimos, los olvidados por la España que va olvidando su sustrato rural. Sirve para cambiar la mirada de una persona sobre una realidad.

P. ¿Hacia donde camina el periodismo?

R. Creo que no lo sabe nadie pero tengo la mala sensación de que a la gente le interesa más la comunicación que la información. Poca gente se para a leer piezas que dignificaron el periodismo como reportajes o entrevistas pero también, a veces, pienso que ese es el único camino al que se puede aferrar para salvarse.

P. ¿Por qué tiene esa percepción?

R. La sociedad ha cambiado sus hábitos. Se pasan el día con un móvil en la mano. Podrían leer lo que se publica en el papel con el teléfono pero prefieren subir fotos a las redes sociales. Algo de culpa también tenemos los periodistas cuando están igual de valorados que los políticos.