Opinión de Laura Fargueta / Imágenes: Archivo

Licorice Pizza fue una de las películas nominadas en la categoría de mejor película de habla inglesa en los Óscar de este mismo 2022. Aunque la cinta, dirigida por Paul Thomas Anderson, no se alzó con ningún galardón, la película ha sido altamente elogiada por la crítica debido a la originalidad del guion, la fotografía y la actuación de los protagonistas (Alana Haim y Cooper Hoffman), ambos noveles.

El filme relata la historia de dos jóvenes, Alana (de 25 años) y Gary Valentine (de 15) en una ciudad de Los Ángeles a principios de los años 70. Ella trabaja como ayudante en el estudio de fotografía que se encarga de realizar la orla anual del instituto de Gary. Cuando se conocen, Gary se enamora de Alana a pesar de la diferencia de edad. De este encuentro nacerá una amistad que les conducirá a través de una serie de aventuras, a cada cual más extravagante, y que fortalecerá su relación.

En lugar de seguir una estructura de trama tradicional —con planteamiento, nudo y desenlace—, el guion opta por una estructura antológica: esto es, historias separadas a modo de relatos que narran los diferentes trabajos y situaciones en los que Gary y Alana se ven envueltos.

En tono de comedia, la cinta retrata la relación entre dos jóvenes y cómo el hecho de conocerse supone un punto de inflexión en su vida. Está escrita desde un enfoque casi objetivo en el aspecto de que no juzga, sino que se limita a mostrar las vivencias de los dos protagonistas: una chica perdida en la vida y un adolescente que querría ser adulto. Ellos, especialmente Alana, son quienes llevan el peso de la película, a pesar de contar con la presencia de actores del calibre de Bradley Cooper y Sean Penn, cuyo papel se limita a un par de cameos.

Alana es, sin duda alguna, la protagonista de Licorice Pizza. Es una joven de 25 años —o quizás 28, como nos sugiere cierta escena— que trabaja como ayudante en un estudio de fotografía en el que se aprovechan de ella. Por ello, todavía vive con sus padres y sus dos hermanas. Siente que su vida es un fracaso y que nunca saldrá de su situación: “I’m gonna be here […] when I’m 30” (“Seguiré aquí cuando tenga 30 años”). Tampoco tiene ningún prospecto de futuro, como delata una de sus primeras conversaciones con Gary: «What are your plans?» «I don’t know» «What’s your future look like?» «I don’t know» (—¿Cuáles son tus planes? —No lo sé. —¿Cómo se ve tu future? —No lo sé.). Es la antítesis perfecta de Gary, un personaje que parece tenerlo todo planificado al milímetro y tener su vida totalmente bajo control a pesar de su corta edad.

Sin embargo, tal y como evidencia el maravilloso plano secuencia bajo el que se desarrolla la primera conversación, en el momento en el que Gary entra en la vida de Alana todo cambia. En ese plano secuencia, tras mostrarse la figura de Alana caminando en solitario por los pasillos del instituto, el personaje de Gary se “cuela” en el plano de Alana. A causa de la impetuosa personalidad de Gary, Alana se verá arrastrada a distintos trabajos y situaciones, a cada cuál más absurda, hasta que, guiada por la ambición, encontrará sus propias metas.

A lo largo de estas aventuras, Alana mantiene un conflicto interior: es consciente de la diferencia de edad entre ella y Gary y su grupo de amigos. Por ello, numerosas veces hace tentativa de abandonar el grupo para encontrar su lugar donde le corresponde, entre la gente adulta. Algunas críticas han expresado que el principal defecto del que peca la película son las situaciones absurdas, concretamente las escenas protagonizadas por Bradley Cooper y Sean Penn, a las que acusan de no aportar nada a la trama. No obstante, esas escenas son imprescindibles para entender la película: no solo ayudan a crear la atmósfera casi surrealista que caracteriza la cinta, sino que también contribuyen a manifestar el conflicto interior de Alana.

La escena en la que Sean Penn encarna a un director mediocre tiene lugar después de uno de los momentos en los que Alana se avergüenza de la diferencia de edad entre ella y el grupo de niños con los que se junta. Sin embargo, durante la cena con el director, percibe que esos adultos que deberían tener un comportamiento maduro son mucho más infantiles que el grupo de Gary. Este tema se convertirá en una constante en la película: los adultos son más infantiles que los jóvenes. Tras la absurda escena de la moto, Gary y Alana se reconcilian.

De la misma manera, es durante la escena con el personaje de Bradley Cooper (que interpreta a Jon Peters, pareja por aquel entonces de Barbra Streisand) que Alana, una vez más, se da cuenta de que Gary es demasiado pequeño como para que ella se junte con él y sus amigos y toma la decisión de labrarse su propio camino. Así es como se propone conseguir un puesto como secretaria para un político que se presenta a las elecciones para la alcaldía de Los Ángeles.

Un elemento fundamental en Licorice Pizza son los espejos, que actúan como una suerte de símbolo. La película arranca con una escena en el espejo: Gary peinándose en el baño de los chicos hasta que explota una cañería. En la siguiente secuencia, Gary y Alana se conocen gracias a un espejo (ella ofrece un espejo y un peine a los que están esperando para la foto de la orla). En un plano concreto de esta primera conversación, Gary aparece en el mismo plano que Alana gracias a su reflejo en el espejo. Es en esa escena cuando Gary le dice a Alana: “You say everything twice” (“Lo dices todo dos veces”).

Con esta primera escena, queda definida la dinámica entre los dos personajes, que se imitan mutuamente y que, por mucho que intenten separarse, siempre acaban juntos. Esto se ve, por ejemplo, en la escena en la que ambos se llaman por teléfono sin decirse nada, tan solo escuchándose la respiración a través del auricular.

La primera vez que se abrazan, observamos el abrazo a través de su reflejo en el cristal de la comisaría de policía. En la última escena de la película, se presenta de nuevo esta dinámica: en otros momentos de la película o ella corría hacia él o él corría hacia ella. Sin embargo, es en esta escena de cierre cuando los dos corren el uno hacia el otro, como un perfecto reflejo, hasta que chocan violentamente.

A través de las dos horas de metraje, se nos presenta la atmósfera del Valle de San Fernando (lugar en el que se ambienta la película) y de Los Ángeles desde un enfoque cargado de nostalgia. Después de todo, Licorice Pizza es un homenaje de Paul Thomas Anderson al lugar en el que nació y creció durante los años 70, algo que se aprecia desde el propio título, que hace referencia a los discos de vinilo (que se conocían popularmente como “licorice pizza”), cuya música —especialmente, los hits de la época— está presente en numerosas escenas. Esta nostalgia queda plasmada en la fotografía, que se caracteriza por sus colores vibrantes y una estética que recuerda a la de las imágenes analógicas.

Así pues, Licorice Pizza no es un retrato, sino un reflejo de la juventud. Un reflejo por su condición de recuerdo —no es completo, sino que está romantizado por la memoria— de los primeros amores, las ambiciones y la vitalidad adolescente.