Emilio Lliteras: “La solución a la desinformación la tenemos en el periodista, porque él es el que trabaja con rigor informativo buscando la veracidad y la calidad”

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Informa Alfonso Sanfeliu / Imágenes: CEU Valencia

El director general de la Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA), Emilio Lliteras, ha visitado recientemente la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia para participar en un seminario sobre ‘Los retos de la autorregulación mediática frente a la desinformación’. EL ROTATIVO habló con Lliteras sobre desinformación, medios de comunicación, alfabetización mediática y los resultados que ha constatado el primer informe sobre la desinformación realizado en España por UTECA en colaboración con la Universidad de Navarra.

La Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA) y la Universidad de Navarra han presentado hace unas semanas el primer Estudio sobre la desinformación en la sociedad española y, con él, se ha constatado que estamos ante un problema que preocupa mucho a los ciudadanos, ¿no es así?

El ‘I Estudio sobre la desinformación en la sociedad española’ surge, tal y como apunta, de la colaboración de la Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA) y la Universidad de Navarra. A través de la firma de un convenio de colaboración hemos sumado fuerzas para contribuir a la alfabetización mediática y su difusión y estudiar la incidencia de la desinformación en nuestra sociedad. Este proyecto nos ha permitido radiografiar el sentir ciudadano en torno a la desinformación desde ángulos muy diversos y ha explorado las percepciones de la ciudadanía española en torno a las amenazas de la desinformación. Ha sido un estudio en el que han intervenido los profesores Charo Sádaba y Ramón Salaverría y pretendemos que nos ayude a diseñar medidas de alfabetización mediática en el marco del proyecto IBERIFIER, observatorio sobre medios digitales y desinformación en España y Portugal, dirigido por el propio profesor Salaverría y financiado por la Comisión Europea.

¿Qué resultados y conclusiones arroja el estudio?

Lo primero que se constata es que la desinformación se ha convertido en un problema real para la ciudadanía ya que el 95,8% de los españoles cree que la desinformación es un problema en la sociedad actual en una opinión, prácticamente, unánime en todos los segmentos sociodemográficos analizados. Además, un 91% de los españoles asegura que la desinformación es un peligro para la democracia y para la estabilidad del país. Solo con esos datos ya entendemos que este estudio es un documento a tener en cuenta. Nosotros, como asociación de televisiones en abierto y medio tradicional, siempre hemos velado por la importancia de aportar a la sociedad información de calidad y el estudio nos sitúa ante una cuestión, la desinformación, lo suficientemente importante como para hacer un seguimiento del mismo y buscar soluciones.

El estudio no solamente se detiene en esos datos que ha aportado, sino que analiza cómo se comparte la información y la percepción y grado de credibilidad que se le da según edad o sesgo ideológico del receptor.

A los datos ofrecidos, el estudio también nos muestra algunas cuestiones muy relevantes como que el 72,1 % de los españoles reconoce que alguna vez se ha creído un mensaje o vídeo que resultó ser falso y eso es preocupante porque significa que siete de cada diez personas han recibido una información y han creído que era veraz cuando no lo era. Junto a este dato, el informe nos muestra también que el 88,1% de los españoles opina que las personas tienden a creer más en los mensajes que reciben si estos coinciden con su forma de pensar, aunque, solo el 32,8% admite que en su caso tiende a creer más en una información que coincide con su forma de pensar. Además, también confiesan el 42,1% que los mensajes que reciben son falsos, es decir, casi la mitad.

Con estos datos, dónde reside el foco del problema, ¿en el uso de las redes sociales o en la falta de educación mediática o conocimiento de los medios?

El estudio destaca que el ciudadano entiende que el problema reside en las redes sociales, en el intercambio de mensajes no contrastados y en la mensajería instantánea hasta el punto de que para el 51%, el mejor modo de combatir la desinformación es no reenviar, por ejemplo, mensajes anónimos, de hecho, el 53,4% de los españoles reconoce que ellos evitan el reenvío de mensajes anónimos y un 43,4% recurre a los medios de comunicación para evitar ser engañados. En ese sentido, el propio informe nos muestra también que la televisión es el medio líder para contrastar y verificar la información con un 58,7% frente a la radio con un 50,2% y la prensa con un 48,1% seguido de las redes sociales que son escogidas por el 8,8%.

“Ante la desinformación la gente joven debe procurar buscar una segunda opinión, unas fuentes fiables en las que contrastar la información”

¿Influye la edad en la percepción del problema de la desinformación?

Sí que influye. Al segregar los datos por edades nos hemos encontrado con que los mayores creen que los jóvenes son más propensos a ser engañados, mientras que los jóvenes opinan lo contrario, que son los mayores quienes corren más riesgo. El 73,9% de la población cree que los individuos de 18 a 29 años tienen mucho o bastante riesgo de ser engañados mientras que, en mayores de 60 años, el porcentaje baja al 70,3%, pero en el tramo de 30 a 59 años disminuye por debajo de la mitad a un 48,2%.

Y, ¿quién de los dos grupos, jóvenes/mayores, tiene razón?

Sinceramente, creo que ambos grupos. Ante la desinformación la gente joven debe procurar buscar una segunda opinión, unas fuentes fiables en las que contrastar la información y, por lo que respecta a la gente mayor, la clave está en enseñarles y que aprendan a que cualquier cosa que les llegue de un familiar o amigo por mensajería o por redes sociales, sin firma, igual no es tan veraz.

Hablando de veracidad, de contraste de información, el mundo va a una velocidad tan vertiginosa que es difícil parar y dedicar tiempo a esa verificación. ¿Qué hacer ante esta realidad? ¿Cómo discernir tal cantidad de información?

Es un reto. Es uno de los retos para los que no tengo la solución y la encuesta no nos lo descubre. Actualmente, tenemos muchos canales de información y una gran capacidad de búsqueda de información, por lo que creo que lo que hay que trabajar es en saber buscar los medios de donde nos informamos, para asegurarnos que la información es veraz y está contrastada. ¿Cómo se consigue? Acudiendo a los medios tradicionales, porque ellos cuentan con los periodistas que son los profesionales que tratan la información con rigor. La solución a la desinformación la tenemos en el periodista, porque él es el que trabaja con rigor informativo buscando la veracidad y la calidad. La ventaja de los medios tradicionales es contar con periodistas que trabajan la información con rigor.

Para ello habrá que educar a la población, ¿no cree?

Es importante la alfabetización porque hay que entender el dato y saber tratarlo. Hay información que, si se difunde en un directo, no hay más, pero hay otra información que requieren mayor investigación y, como tal, requiere tiempo y verificación. Por eso, tenemos que aprender a trabajar y diferenciar lo que es información pura y dura de lo que es opinión, separando y dejando claro qué es cada cosa.

Al hilo de lo que comenta, el estudio determina que la televisión es uno de los medios que emplea el ciudadano para contrastar la información que recibe, pero en ella la opinión, la información y el entretenimiento, en muchas ocasiones, no están muy diferenciadas, ¿qué hacemos ante esto?

Los límites entre información y opinión, claramente, se pueden difuminar y se debería trabajar en diferenciar ambas, lo que es objetivo de lo que es opinión, pero no es fácil. No obstante, hay ejemplos de informativos en los que eso sí que lo hacen claramente y aportan la información objetiva y después la opinión o interpretación y creo que es en esa línea por donde debemos ir. Hay informativos que han crecido mucho en estos últimos años y lo han hecho porque ofrecen al ciudadano, primero, los datos, la información objetiva y, después, expresan el análisis o la opinión.

Esa praxis, ¿se puede interpretar como educación mediática?

Eso es una cosa que cada cual debe interpretar, pero los hechos hablan y las audiencias son las audiencias. Lo importante es que el consumidor tenga claro qué es información y qué es opinión. Hay informativos que trabajan muy bien el dato y la opinión e interpretación, diferenciándolo muy bien, ante lo cual no es tan difícil que la gente sepa discernir, adecuadamente, que es ante lo que está… Aunque todo esto también está vinculado al sesgo del que antes hablábamos, porque, a veces, el consumidor también escucha lo que quiere escuchar.

¿Cómo podemos impulsar una mayor y mejor alfabetización mediática de la sociedad? ¿Depende de la familia, del colegio, de la universidad, de los medios de comunicación, de los periodistas?

Yo soy profesor de universidad y padre, y creo que no es justo que todo recaiga sobre un sistema formativo o que recaiga sobre la familia. Como en todo, todo el mundo tiene que aportar su grano de arena en esto e intentar trabajar en conjunto. Actualmente se está trabajando en planes de alfabetización mediática, aunque estamos lejos de estandarizar el buen uso de la tecnología, pero se están haciendo cosas y dando pasos. Creo que la alfabetización mediática es un esfuerzo tanto de la administración a través de los fondos europeos como de las empresas privadas. Debemos buscar colaboración público-privada para ayudar a esa alfabetización mediática, pero, en esto, el consumidor también tendrá que poner algo de su parte para que esa formación y aprendizaje sean adecuados.

“Hay que educar al ciudadano para que haga un buen uso de la tecnología y que sepa discernir lo que es información veraz de la que no lo es”

Al hablar de alfabetización mediática, los ciudadanos pueden llegar a pensar que lo que se quiere es adoctrinarles para aceptar una realidad determinada o una interpretación concreta de la realidad.

Yo no creo que estemos hablando de educar al ciudadano para que lea la información de un modo u otro, sino que hay que educarlo para que haga un buen uso de la tecnología y sepa discernir lo que es información veraz de la que no lo es. En las televisiones o en las redes, ¿es todo bueno o malo? Depende. Hay cosas que son buenas y otras que no lo son tanto, por eso lo que cabe es enseñar a hacer un buen uso de la tecnología y a discernir, cuando estamos ante una información veraz y cuando no. Hay que buscar el equilibrio, porque no se trata de adoctrinar a nadie, sino de enseñar y que se haga un buen uso de la tecnología, y después, que cada uno decida lo que quiere ver o leer.

¿Cómo aprender a gestionar bien las redes sociales? Uno de los debates actuales gira en torno al hecho de establecer un sistema normativo o de leyes que las regule, pero frente a esto cabe el peligro de atacar la libertad de expresión y el derecho a la información: ¿Cómo se puede llegar al equilibrio?

El estudio nos muestra que la sociedad es consciente que hay un problema con la desinformación. Cómo trabajarlo y hasta dónde regularlo es un reto para el legislador porque no es fácil establecer los límites. Nosotros entendemos que hay una serie de mínimos que se recogen en la Ley del Audiovisual que están claros y nosotros los respetamos y cumplimos. Creemos que por la defensa del consumidor hay unos mínimos que se deben cumplir y deben ser iguales para todos, lo cual actualmente no se da porque basta abrir una aplicación o un teléfono y ver que las normas que cumplimos nosotros, no las cumplen otras plataformas. Por eso creemos que habría que regular, para que la parte más débil de la sociedad esté protegida. Pero, ¿hasta donde hay que legislar? Eso es algo que tiene que verlo el propio legislador para que todo quede dentro del marco jurídico actual.

¿Usted cree que un uso inadecuado de las redes sociales ha fomentado el incremento de la polarización que vive la sociedad, hasta el punto de poner en peligro la democracia, tal y como se desprende del estudio?

No sé el grado de responsabilidad que puedan tener las redes sociales, pero, si nos basamos en el estudio, queda claro que el consumidor es consciente del riesgo de la mensajería instantánea, de las redes sociales y de las plataformas de difusión de videos, puesto que contribuyen a la desinformación. Son datos que están en el estudio. Ahora bien, de ahí a buscar responsables, no puedo responder porque sería una respuesta subjetiva, por mi parte. ¿Qué se puede hacer? En el propio estudio se pregunta sobre regulación y se pregunta sobre si los youtubers o influencers deberían estar o no regulados y la práctica totalidad de los españoles, cerca de un 95%, les gustaría que los influencers y youtubers cumplieran la ley de publicidad y protección de menores como hacen los medios de comunicación, además, el 94% de los encuestados se muestran a favor de que las redes sociales y plataformas incluyan mensajes sobre el riesgo de adicción y dependencia.

Para hacer frente a la desinformación, ¿es el momento de más periodismo?

Yo creo que es el momento de valorar más el periodismo actual y al periodista. Actualmente, hay muy buenos periodistas y lo que hay que valorar es su trabajo y su firma. Ver la firma de los artículos, las fuentes que manejan, de quien proviene la información, todo eso hay que tenerlo en cuenta porque es importante saber quién firma la información y en qué medio. Vemos que hay mucha información que nos llega sin firma, con lo que nadie avala esa información, ni su calidad, ni su veracidad, por eso es fundamental que, para hacer frente a la desinformación hay que hacer que se valore el trabajo del periodista y de los medios y que la sociedad exija la firma de la información.