Se conocieron cuando los dos mandaban. Tenían todas las cartas para chocar, y seguramente lo hicieron más de una vez. Pero ya desde entonces se sabe que son muy buenos amigos.

Uno, activo e impulsivo; el otro, pausado y reflexivo. Dos personalidades contrapuestas, dos modos complementarios de afrontar los retos, incluso dos concepciones convergentes del proyecto universitario.

En común: la paternidad, la fe, el sentido del humor, la capacidad negociadora, la afición por la lectura y la cocacola…  Aunque, probablemente (incluso lo de la cocacola), ejercidos de un modo muy distinto.

Pero ambos, a pesar de sus desencuentros, se caen bien y, sobre todo, permanecen indisolublemente unidos por un lazo cuya fuerza sólo conocen realmente los que han vivido y han dado la batalla por el proyecto del CEU en Elche. Y es que Elche es mucho Elche.

– Paco, ¿cómo ves el centro de Elche?

¿Cómo lo veo? Joven y mayor. Joven, porque veinte años es poco para una Universidad, y mayor, porque son bastantes años para una realidad vital.

– Pero este es un año importante, porque es el año de la ampliación. Por fin…

Sí, por fin. Después de haber comprado un edificio y de haber prometido que íbamos a ir a un solar y a un edificio nuevo e íbamos a cambiar estructuras -y no hemos hecho nada, excepto la fachada- hasta ahora, que vamos a dar un paso yo creo que de gigante en la línea de lo que tenía que haber hecho el CEU hace ya tiempo…

-¿Qué esperanzas tienes para el CEU en Elche con esas nuevas instalaciones, que nos prometemos todos que van a ser estupendas?

La propia dinámica de enseñar un centro de referencia (porque lo va a ser desde el punto de vista físico a diferencia del actual) creo que va a suponer un cambio importante. Poder recibir a los padres, matricular a los alumnos, tener unas instalaciones acordes a la docencia, e incluso por encima de los niveles que se ven por ahí, es muy importante.

– Paco, llevas… ¿veinte años en el CEU?

Los que lleva el CEU de Elche. El año que viene hacemos los veinte.

– En este tiempo ¿cómo ha cambiado el CEU y cómo has cambiado tú?

El CEU ha cambiado mucho: de ser un centro adscrito, y en cierto modo depender mucho de pocas titulaciones y no tener cierta libertad, a ser Universidad y tener libertad, y eso es una ventaja.

¿Y cómo he cambiado yo? Uf. Pues el otro día estaba repasando mi peso. Desde que caí malo me lo tomo, y miré lo que he ido pesando de entonces hasta ahora. Y ha sido de todo: 70, 80, hasta 50 kilos… (Risas). Bromas aparte, todos hemos cambiado. Supongo que me habré hecho más maduro y en algunas cosas me he vuelto más reflexivo. Y en otras seguramente seré igual de punki y de bandarra como tú dices. También va en la personalidad del personaje…

– Uno de tus últimos logros para el CEU es una aportación muy generosa del empresario García Carrión. ¿Cómo ves que nadie lo creyera hasta que lo hiciste realidad?

Bueno, lo primero decir que yo creo en la bondad de la gente, y que la generosidad de la familia Carrión es muy importante para la casa.

Cuando hago una aproximación, como en este caso a una familia, para que se haga una donación para la casa, lo hago por ésta. A veces la casa -entre comillas, la grande- no se cree determinadas cosas que ocurren. Pero bueno, cuando se consiguen es momento de pensar que la gente que trabajamos en Elche hacemos nuestras gestiones y muchas cosas buenas.

No me importa tanto lo que la gente pensase (que yo estoy seguro de que muchos pensaban que esto no se iba a realizar), sino que me preocupa más que sepan leer que aquí hay ciento y pico familias viviendo con el proyecto de Elche y mil y pico alumnos, y familias, creyendo en este proyecto. Así que esto es para ratificar que si alguien de fuera no cree en este proyecto debería hacerlo.

– En esta casa las relaciones personales son especialmente importantes y seguramente en gran medida se debe a ti, además de al hecho de tratarse de una sede universitaria pequeña…

Cuando la familia es muy grande hay gente que piensa que es muy difícil de llevar, y cuando es pequeña que es más fácil. Yo pienso que no depende del tamaño sino de la calidad. Nosotros somos una familia pequeña, por miembros, y tengo claro que ese ambiente ha propiciado muchos de los éxitos que se han producido aquí.

Eso lleva también a que a veces nos queramos mucho y a veces nos tiremos los trastos a la cabeza. Pero como al final, y volviendo a lo que hablábamos antes, todos los que estamos aquí creemos en la bondad humana (y el que no, se ha ido), pues seremos capaces de pedir perdón si alguna vez nos equivocamos y de salir hacia adelante si alguna vez no estamos a la altura. Creo que esa es una de las grandes ventajas de esta casa: que, siendo una familia pequeña, nos hemos dicho las cosas.

– Qué es lo que más te gusta del CEU como institución? Imagínate la siguiente pregunta, claro.

(Risas) Como en todas las instituciones, depende mucho de las personas. Las instituciones son grandes transatlánticos y dependen mucho de los capitanes, de las personas que estén al mando.

En esta casa hemos tenido de todos los estilos. No voy a juzgar si unos mejores que otros, aunque para mí sí han sido unos mejores que otros, lógicamente.

Creo que los capitanes de barco deben ser, si no los mejores, sí los que tengan las mejores dotes, y además tener muy claro que aquí se trabaja con personas, no con tornillos.

– ¿Y lo que menos?

Quizá la falta de decisión en determinadas cosas. El hecho de que tengamos que tener en algunos momentos puntuales decisiones tan centradas que ahoguen la dinámica del día a día. Necesitamos una cierta… autonomía (no la independencia de Cataluña –risas-) para hacer determinadas cosas, porque eso es lo que te permite, como empresa, gestionar ágilmente y tomar decisiones sobre alumnos, becas, proyectos concretos… dentro de un marco global de respeto a presupuestos, ideario, etcétera. Y eso a veces el CEU no lo ha entendido bien. Ha creído que la centralización era buena, y lo es para algunas cosas, pero no para otras. En estos momentos yo creo que necesita redefinirse sobre esta materia.

 

 

 

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