Mireia Burdeus, cuestión de actitud

Es lunes, son las 12 de la mañana y el Servicio de Información, Prácticas y Empleo bulle de actividad. Todavía no ha llegado el verano, época de máxima carga en lo que a Prácticas se refiere, pero varias alumnas atestan el despacho de Mireia Burdeus, un pequeño cubículo lleno de vida, como su propia titular. Cuando finalizan sus gestiones, es mi turno, el de hablar con ella y haceros llegar a todos vosotros algunas pinceladas sobre una de las personas que, pese a su edad, más experiencia profesional acumulan entre los muros de nuestra Universidad.

Aunque su niñez siga jugando en sus playas mediterráneas, hace años que esta castellonense desembarcó en L´Horta, concretamente en Moncada, para estudiar en el CEU la Diplomatura de Relaciones Públicas y, posteriormente, convertirse en una de las primeras Licenciadas en Publicidad y Relaciones Públicas de nuestra, entonces, incipiente Universidad.

Como ella explica, tuvo la gran suerte de que sus padres apoyaran su decisión y le ofreciesen la oportunidad de estudiar en este Centro. Eran otros tiempos, más familiares, más felices tal vez, en los que recuerda que Laura Valls ya andaba entre fogones. Sin embargo, lo que más me sorprende es el principal motivo que aduce para haber cursado estos estudios: vencer su timidez. De alguna manera, conocedora de sus límites y sus dificultades para relacionarse con los demás –¡quién lo diría!-, estudiar Publicidad y Relaciones Públicas era su reto personal de superación. Reconoce que las prácticas en clase le suponían un verdadero quebradero de cabeza y “que lo pasaba mal”, pero que le gustaba ver cómo iba superando metas. Con la perspectiva del tiempo, se puede afirmar, sin temor a la duda, que las ha alcanzado todas.

En 1992, antes de llegar a licenciarse, ya se incorporó como becaria en el área de Relaciones Institucionales, integrada entonces, en ese momento germinal, en el Servicio de Orientación Universitaria. Estamos hablando del origen, de las primeras promociones de Ciencias de la Información, de las primeras prácticas, de una época en la que el CEU se identificaba, mucho más que ahora, con la ideas de familiaridad y cercanía y donde primaban las relaciones personales sobre las profesionales. Hoy, como resulta inevitable por el crecimiento experimentado, hemos perdido mucho de ello, aunque, a cambio –dice Mireia- hemos ganado madurez, diversidad y profesionalidad.

Cuando ahondo en sus recuerdos de esa época no puede evitar que se le empañen los ojos, particularmente al recordar con cariño lo mucho que ha aprendido, tanto personal como profesionalmente, de Marisa Monera, la que fuera su jefa durante una década, a la que considera como una segunda madre o como su “mamá profesional”; lo propio sucede respecto de otras dos personas que, lamentablemente, nos han abandonado demasiado pronto: Ana María Chapa y Bartolomé Serra. Esos tres mosqueteros, liderados por José María Espinosa, han tenido mucho que ver, según apunta Mireia, en lo que ella ha llegado a ser tanto en el plano personal como en el ámbito profesional.

Con el paso de los años, la becaria se convirtió en empleada y, posteriormente, desde el año 2000, en máxima responsable del SIPE, ahora ya como servicio autónomo, vinculado al Vicerrectorado de Alumnos. Aunque sea de Burriana (ya sabéis, Burriana-París-Londres…), no quiere alardear de la importancia que puede tener el SIPE para la Universidad y prefiere que sean otros quienes lo valoren. Solo ante mi insistencia me explica que son muchos los alumnos que consiguen su primer empleo a través de las prácticas que gestiona dicho Servicio, siendo una vía excepcional –aunque voluntaria- para que nuestro alumnado cincele sus competencias y habilidades en el tortuoso camino de la inserción laboral y, en consecuencia, del éxito profesional. A modo de ejemplo recuerda a dos exalumnos que pasaron por el SIPE y han alcanzado sus objetivos: Máxim Huerta, de quien afirma que, desde el principio tenía muy claro que quería ser presentador de TV y diseñó toda su trayectoria en ese sentido; y Yolanda Álvarez, quien, a base de constancia, ha conseguido ser corresponsal de TVE en Oriente Próximo y Medio.

Quienes la conocemos lo sabemos, y ella me lo ratifica: es una persona inquieta, que necesita motivación en el día a día y por ello cree que su trabajo es el ideal; me explica que cada alumno es un reto en sí mismo y exige que, aunque haya patrones que puedan repetirse, “estés dispuesta a reinventarte en cada momento”. Además, ese trabajo lo desempeña desde la dirección de un equipo y aquí quiero destacar, porque ella misma lo hace, la palabra equipo. Reconoce que, más que el trabajo con el alumnado, lo que más le cuesta es dirigir un colectivo de personas que pasan muchas horas juntas, pero que el compañerismo y el trabajo en equipo (insiste en esa idea) lo hacen todo más llevadero. De hecho le pregunto si no tiene un servicio demasiado feminizado y su respuesta es escueta: “No quiero parecer feminista, pero es una actividad muy minuciosa y llena de matices, que exige muchísimo tacto; no dudo de que un hombre, si se integra adecuadamente, pueda desempeñarlo, pero creo que las mujeres que trabajan conmigo lo hacen a la perfección”.

Cuando ya estamos a punto de terminar le pregunto por la llegada de nuestra Universidad a La Plana y me dice que, desde su punto de vista, “Castellón necesitaba una Universidad como la nuestra, la estaba esperando y nos ha acogido con los brazos abiertos. Percibo que tanto las empresas como las instituciones están dispuestas a colaborar con nosotros”.  Además, me explica que en nuestra Universidad siempre ha habido muchos alumnos de esa provincia, por lo que le parece un acierto que nos hayamos acercado a ellos aunque, de momento, sea todavía con pocas titulaciones.

Como colofón le pido un consejo, el que le daría a algún alumno/a, si acaso se lo solicitara, o el que le ofrecería a su hija Isabel, aunque no se lo demandara. Me dice que para ella el mensaje debe ser claro: es fundamental labrarse el futuro desde pequeño, con valores y con trabajo, pues sólo así, si tienes un poco de suerte, conseguirás tus objetivos. Y para todo ello, es fundamental, como elemento diferencial, la actitud, una cualidad que puede trabajarse cada uno pero que no todos consiguen desarrollar. Actitud, por tanto, es la clave.

Entre bromas y veras, con más disparos fotográficos de los imprescindibles -dada mi falta de feeling con el objetivo-, finaliza una charla amena, casi de café, entre dos antiguos amigos y compañeros que espero que para vosotros, lectores, haya sido tan agradable como para mí y, según creo, para la propia Mireia.

 

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