Iñaki Piñuel: “No hay voluntad políticapara aceptar el problema del bullying”

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Redacción: Lucía María Julià / Imagen: CEU

Las I Jornadas Iberoamericanas sobre Violencia y Acoso escolar contó con la presencia de uno de los especialistas en el análisis y estudio del bullying en España y Latinoamérica, Iñaki Piñuel, creador también del Método AVE, cuyo objetivo principal es detectar en los centros la potencialidad de casos de acoso y violencia escolar con el fin de establecer las medidas oportunas para prevenirlo en sus fases más tempranas. Piñuel fue el responsable de pronunciar la ponencia inaugural, la cual sirvió para enmarcar la realidad del problema del acoso escolar en los centros educativos así como contextualizar la idea de violencia escolar, sus características, sus causas y las posibles medidas que se deberían adoptar para acabar con ella en los centros educativos y en nuestra sociedad.

Acoso escolar siempre ha habido, pero ahora se habla más de él. ¿Significa esto que ha incrementado?

Es cierto que la violencia global ha sufrido un empeoramiento. En nuestra sociedad, en general hay cada vez más. Pero al mismo tiempo, también hay una mayor concienciación de que la violencia es inaceptable y tenemos que luchar contra ella. Por tanto, estamos avanzando mucho en concienciación, pero relativamente poco en metodologías que permitan identificar tempranamente la violencia para contenerla. Esto último es importante, pues no hay nada más mimético que la violencia. Las personas que participan en actos de hostigamiento contra compañeros lo hacen casi siempre guiadas de una imitación mutua. Empieza porque un hostigador lanza la primera piedra, y prosigue porque muchos otros imitan esa primera conducta y terminan linchando colectivamente y de manera unánime a la víctima única.

En ese sentido, ¿qué lleva a un niño a imitar ese comportamiento de sus compañeros aún sabiendo que está mal?

Son nuestras neuronas espejo las que nos condenan a un comportamiento gregario y mimético que percibimos en la violencia como primera, aunque no única, manifestación. De este modo, personas que no tenían nada contra la víctima, se agregan a un gran linchador simplemente por el hecho de que otros se han agregado antes y funcionan para ellas como modelos de imitación.

“El método AVE permite a los alumnos definir qué conductas no querrían sufRir y qué hacer”

¿Cómo puede frenarse esa actitud imitadora?

Ese comportamiento se rompe cuando adoptamos programas que identifican esa primera piedra, bloqueando esa primera manifestación de la conducta de acoso, llamando la atención sobre ella, conteniéndola y sancionándola. Así evitamos que la tolerancia se amplíe, porque ahí todavía no se ha producido ese efecto mimético y se puede intervenir. En cambio, si esto avanza y no se interviene se convierte en una bola de nieve que va coaligando cada vez más miembros y la situación para la víctima se vuelve imposible.

Si el acosador no actúa delante de los adultos y las víctimas no suelen hablar por miedo o vergüenza, ¿cómo pueden los programas detectar esas primeras manifestaciones que menciona?

Es difícil implantar programas si no hay voluntad política de aceptar que tenemos un problema y aceptar que tenemos la responsabilidad de resolverlo. El método AVE, por ejemplo, produce una concienciación enorme hacia toda la comunidad educativa: padres de los alumnos, docentes y, por supuesto, los propios alumnos. Pero si tiene algo característico el programa es su énfasis en la medición. Mediamos antes y después para verificar el impacto de reducción en las tasas de acoso escolar. Otra característica de este sistema es que coloca a los alumnos como protagonistas de su propia defensa con los protocolos de buen trato, una de las medidas nucleares del programa.

¿En qué consisten esos protocolos?

Permiten a los alumnos definir, con ayuda de unos facilitadores, qué conductas no querrían sufrir por parte de otros compañeros, qué podrían hacer para que esas conductas no se produzcan, y qué sanciones aceptarían en caso de producirse. De tal manera que, al definir esas conductas y firmar ese protocolo creado por ellos mismos, los alumnos se comprometen a cumplirlo y se implican activamente en la protección de las víctimas y en la no comisión de esos actos.

“El acosador es alguien que debe ser reconducido y cuya conducta es inaceptable”

Se habla mucho de la responsabilidad de la comunidad educativa, pero el acoso también continúa fuera de las aulas. Ahora especialmente con las tecnologías. En ese aspecto, también es importante el papel de la familia…

Sí, lo que pasa es que la responsabilidad de evitar los casos de acoso escolar está en los colegios y no en las familias. Por tanto, estamos dirigiéndonos principalmente a orientadores, responsables de los centros… que son los que tienen que implantar estas medidas contingenciales para detectar precozmente y contener las conductas de acoso. Aunque las familias también porque son ellas las que van a observar en primera instancia cambios conductuales en las víctimas o una ruptura en su biografía. Por eso, también entran dentro del sistema AVE. Así contamos con el recurso de que la familia esté especialmente sensible y debidamente formada e informada de cómo hay que estar alerta ante los primeros signos que pudieran indicar acoso.

¿Y la familia del acosador?

El acosador es alguien que debe ser reconducido y cuya conducta es inaceptable. No puede no ocurrir nada. Si no ocurre nada, su conducta queda tácitamente reforzada y, por tanto, la probabilidad de que se repita es muy alta.

Ante este panorama expuesto, ¿cuál es el principal reto?

Es necesario y urgente desarrollar programas que muestren la reducción y casi extinción del acoso escolar. No enviamos a nuestros hijos a una guerra, sino a la escuela. Tenemos la obligación legal y moral de detener estas conductas para que no se produzcan. Por eso tenemos que identificarlas, y la única forma de identificarlas es medirlas. Aunque para medirlas se dé la mala noticia de que allá donde medimos siempre hay casos de acoso.