Por Elías Durán, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

Cuenta un veterano periodista que cansado de escuchar una y otra vez críticas contra la prensa y los periodistas decidió optar por el silencio y contestar sólo, cuando la conversación cambiaba, con preguntas del tipo ¿cómo ha sabido usted eso?, ¿cómo ha logrado enterarse de lo otro? Al responderle los críticos que en la tele, radio o prensa, él les contestaba: “pues no serán tan malos los periodistas o los periódicos cuando usted puede enterarse de cosas que en caso contrario jamás habría tenido la oportunidad de saber”.

El ejemplo es ventajista pero ilustrativo. El periodismo es una profesión bella, pero maltratada. Habrá quien diga que es culpa, como casi todo, de los políticos o los empresarios, en este caso, de empresas periodísticas, por haber jugado con el derecho de la información para sacar rentabilidad política o económica. No lo veo así. No se trata de culpar a un colectivo de un hecho que, en gran medida, también es culpa de los propios periodistas.

Pero hay que recapacitar. Vivimos tiempos de urgencia. Tiempos en los que se quiere remediar los excesos cometidos en una época de gran bonanza económica. Los temidos recortes parece que ponen en peligro el Estado de Bienestar. Al menos el Estado de Bienestar que conocíamos. Entre las réplicas y contrarréplicas de los distintos agentes sociales se escuchan voces que alertan sobre el peligro que pueden tener los recortes en dos de los pilares en los que se asienta en Estado de Bienestar: la educación y la sanidad. Por desgracia nadie se acuerda de un tercer agente básico: la libertad de  información.

La situación de la economía ha implicado que en los últimos tiempos una gran cantidad de profesionales de los medios de comunicación hayan perdido su puesto de trabajo. Otros tantos viven en unas condiciones laborales precarias. Al descenso de los ingresos publicitarios por la falta del dinamismo económico de años anteriores, se ha sumado una revolución tecnológica que, por ahora, no ha venido acompañada de una fórmula económica que garantice una viabilidad o rentabilidad para las empresas de comunicación. Pero este factor no debe distraernos del asunto de fondo: la libertad de los periodistas.

Despierta interés el hecho de que se dé por sentado la unión de rentabilidad con libertad de prensa. No me entiendan mal, soy de los que piensan que un medio es más libre cuando más independiente, y por tanto rentable, es. Ese no es el debate, sino la idea común rentabilidad-derecho a la información. Lo digo porque muchas voces protestan cuando se unen los conceptos educación-rentabilidad y sanidad-rentabilidad.

Ese mito implica para muchos ciudadanos el hecho, incuestionable, de que todo el mundo tiene derecho a recibir educación y sanidad cualesquiera que sean sus ingresos o situación económica. Y que con eso no se puede hacer negocio (esto último es matizable, pero no es asunto a tratar hoy) ¿Y la información? Recibir mejor o peor información puede ir sujeto a un interés meramente económico. ¿Nos importa poco el hecho de que se pueda ejercer el periodismo sin haberse formado en unos estudios relacionados con la comunicación o que los periodistas trabajen de manera precaria? ¿Preocupa a la sociedad el hecho de que un médico no esté lo suficientemente preparado o trabaje en condiciones no muy adecuadas? ¿Se puede jugar con la educación o salud? ¿Y con la información?

Cuando un periodista pierde su puesto de trabajo es un drama. No sólo para el periodista en sí, sino para toda la sociedad. Su profesión no es una más. Es un agente de la libertad de información. Y esto hay que precisarlo. La libertad de información es lo que garantiza a los ciudadanos su derecho a comunicar y recibir libremente información veraz. Los sujetos somos todos. Pero aquellos que disponen del acceso verdadero a determinados lugares en representación de los ciudadanos, que se ocupan de obtener la mejor información y difundirla, son los periodistas. Y si la profesión está mal, habrá carencia de libertades.

Por ese motivo la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) hará público en el Día Mundial de la Libertad de Prensa un manifiesto que en esta ocasión pone el acento en las dificultades que atraviesan los periodistas. Es cierto que el periodismo no es el único sector que sufre la crisis, pero algunos pensamos que es una profesión vital para todos. Y no ahora, sino siempre. En la actualidad se celebra el bicentenario de la Constitución de Cádiz, que en su artículo 371 condensaba el derecho a la libertad de imprenta tal y como se entendía entonces, muy mejorable, no cabe duda. Pero es que dos años antes, en 1810, cuando se reunieron las Cortes, uno de los primeros decretos que sacaron fue el de la libertad de imprenta, pues entendían que no era posible avanzar en materia de libertades si no existía una prensa libre.

Termino con el presente. Muy difícil lo vamos a tener si los que son agentes fundamentales de la democracia malviven de su profesión. Este hecho afectará a la información que ofrecerán, pero también al clima democrático y de libertades. España no va a mejorar (y no me refiero a las cifras macroeconómicas) si la profesión periodística no mejora. Los periodistas son hoy un factor vital en el desarrollo de los principios democráticos. Como lo fueron siempre, incluso en tiempos muy recientes. Cuenta Pedro Crespo de Lara, fundador y ex secretario general de la Asociación de Editores de Diarios Españoles, que en su discurso de presentación al Rey de la nueva asociación, en 1978, afirmó: «Creemos que la Prensa debe asumir hoy una función educadora que sirva para suplir la falta de formación ciudadana que, en general, padece el pueblo español. Tenemos los españoles una asignatura pendiente, que se llama ciudadanía. Entendida como la condición jurídica y moral del ciudadano. Saber que cada derecho implica una obligación. Que cada facultad de hacer o de exigir lleva aparejadas una responsabilidad».  Nadie va a poder construir ciudadanía sin periodistas.

Eso fue lo que pensaron aquellos miembros de la Asociación Católica de Propagandistas que hace 25 años pusieron en marcha los estudios de Periodismo en Valencia en la Universidad CEU Cardenal Herrera. Sabían que la profesión necesitaba jóvenes bien formados que contribuyeran al asentamiento de las libertades democráticas. En realidad, siguieron los pasos del cardenal Ángel Herrera Oria, verdadero impulsor de los primeros estudios de Periodismo en España vinculados a mítico diario El Debate. Herrera sabía que para que una democracia funcionase se necesitaban buenos periodistas. Y para dignificar la profesión se necesitaba una sólida formación.

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