Carmen Díaz, profesora de Magisterio en la Universidad CEU UCH, diseña un taller especializado para que los futuros docentes sepan gestionar el enfado de los menores

«Saber mirar para acompañar el enfado. O lo que es lo mismo: una formación pionera en la gestión de emociones en el aula”. Así define Carmen Díez, profesora de Magisterio y reconocida experta en la gestión de emociones, el taller diseñado para enseñar a los futuros docentes cómo abordar y transformar los enfados en niños de Infantil y Primaria en oportunidades de aprendizaje y crecimiento.

“En un entorno educativo cada vez más consciente de la importancia de las emociones es preciso una formación integral de sus futuros educadores”, asegura Díez. Por ello, según esta experta, este taller aborda “el enfado infantil no como un problema a suprimir, sino como una ventana hacia el entendimiento profundo del estudiante”. El taller equipa a los futuros maestros con herramientas prácticas y estrategias para acompañar a los niños a través de sus emociones, promoviendo un ambiente de comprensión y respeto mutuo en el aula. Desde técnicas para rebajar la tensión hasta métodos para fomentar la expresión emocional sana, el programa está diseñado para transformar cada conflicto en una oportunidad de aprendizaje.

«Saber mirar para acompañar el enfado» es un desafío que, según la profesora Díez, requiere una mirada atenta a cada detalle. El enfado, lejos de ser una emoción negativa, forma parte de nuestra naturaleza y juega un papel crucial en nuestra supervivencia. «El bebé, gracias a su enfado (‘agresividad’), se acerca a su mamá para alimentarse», explica la experta. «Sin embargo, en la actualidad, hemos heredado mecanismos de alerta que ya no son tan necesarios como en la ‘edad de piedra'».

Desmitificando el enfado

La importancia de este taller radica en la necesidad de que los futuros maestros comprendan el enfado como una señal, una forma de comunicación que nos indica que algo o alguien está traspasando nuestros límites. «Saber mirar el enfado nos permite ser conscientes de cómo nuestro cuerpo o mente nos informa de que algo no va bien», afirma Díez. «Es una oportunidad para revisar nuestras creencias, interpretar el mundo de forma adecuada y acompañar a los niños en la resolución de conflictos».

En contraposición a la visión negativa que suele recaer sobre el enfado, la profesora Díez lo define como una energía, una pulsión de vida que nos impulsa a la acción y es vital para un desarrollo sano. «Ese ‘no’ que dice un niño reafirma su ser independiente», explica. «Sin embargo, muchas veces, esta agresividad infantil se ve reprimida por el adulto, generando una sociedad sin límites y niños complacientes incapaces de defender sus ideas». «Si comenzamos a ‘mirar para acompañar el enfado'», concluye la profesora Díez, «aprenderemos a aceptar la situación sin ansiedad, ni frustración ni oposición. Veremos el enfado como una oportunidad para conocer cómo el niño elabora su idea del mundo en el que está aprendiendo a vivir».

Cómo actuar ante el enfado

¿Cómo podemos, entonces, mirar el enfado como adultos? La profesora Díez ofrece un decálogo emocional como guía:

Tiempo de calidad: dedicar tiempo real y sin prisas a los niños.

Bajarse a su altura: establecer una conexión visual y emocional cercana.

Aceptación y respeto: validar sus emociones sin minimizarlas ni ridiculizarlas.

Escucha activa: comprender sus palabras sin proyectar nuestras propias ideas.

Disponibilidad: mostrar que estamos ahí para ellos.

Confianza: crear un ambiente seguro y acogedor.

Empatía: ponerse en su lugar y comprender sus motivos.

Expresión emocional: acompañar con gestos y palabras que transmitan comprensión.

Sinceridad y honestidad: ser auténticos y transparentes.

Amor: actuar desde el amor y la compasión.

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