Daniel Monzón: “Para mí el cine es un medio de comunicación poderoso, con la capacidad de fascinación de un ritual”

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Una entrevista de Lucía Navarro / Imágenes: Daniel Monzón

El reconocido cineasta Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968), director y guionista con películas como Celda 211 (2009), El niño (2014) y Las leyes de la frontera (2021) comenzó su trayectoria en el mundo del cine como crítico y periodista en Fotogramas y Días de cine. De sus inicios, su trayectoria profesional y cómo el espíritu fallero ha marcado su visión creativa y su camino hacia la gran pantalla nos habla en esta entrevista concedida para El Rotativo.

¿Cree que ser un director valenciano nacido en Mallorca ha influido en su visión o estilo cinematográfico?

Nací en Mallorca, pero mi tierra de adopción es Valencia porque aquí llegué con siete años y estuve hasta los diecinueve que me fui a Madrid a hacer cine. El espíritu fallero ha marcado mi estilo de forma evidente: el bullicio y el espectáculo propio de las Fallas están presentes en mí y en mis películas. El concepto de una película tiene mucho en común con una falla: ambas implican un enorme esfuerzo creativo para construir algo que, al final, se consume en un acto efímero. En el caso del cine, la cremà ocurre cuando el espectador entra en la sala, disfruta de esas dos horas y la experiencia queda como un recuerdo, algo valioso estética o emocionalmente. Ese carácter ruidoso y explosivo, lo he trasladado a escenas de gran intensidad, como el “final fallero” de El robo más grande jamás contado o en Celda 211.

Si pudiera definir su estilo con un libro, una canción y una pintura, ¿cuáles serían?

Crimen y castigo de Dostoyevski es el libro que me viene a la mente. Lo leí con diecinueve años y me marcó, sobre todo las motivaciones psicológicas de los personajes. Nos cuenta cómo una acción tan extrema como el asesinato puede nacer de la arrogancia y la culpa. La canción sería What a Wonderful Life de Louis Armstrong, tiene un contexto luminoso y es una canción que te pone de buen humor. Siempre intento aportar algo de luz en las historias que cuento. Si no encuentro algo de luz en las historias, no me interesa contarlas. Y, en pintura, el Guernica de Picasso. Es monumental e innovador, hecho en formato scope, que es como el gran formato del cine. Te llega el sentimiento desgarrador de la matanza y luego tiene un montón de capas de lo que significa política e históricamente. Tiene una fuerza estética brutal y, además, le tengo un enorme cariño, hasta el punto de que es el protagonista de mi segunda película.

«Si no encuentro algo de luz en las historias, no me interesa contarlas»

Algunas de sus películas abordan temas sociales relevantes como la inmigración o la reinserción.

En mis películas lo más importante es la emoción, conectar al espectador, con los personajes y la historia. Lo primero que le tiene que llegar de una película al espectador es la emoción humana, no imponer mensajes sociales desde un púlpito. Por ejemplo, Celda 211 está basada en una tragedia griega y mi interés estaba en explorar cómo la vida puede dar un giro radical en un instante mostrando la tragedia de un hombre que lo pierde todo en cuestión de horas. Aunque las historias pueden tener trasfondos sociales o políticos, estos elementos siempre están al servicio de las emociones. Creo que una película debe emocionar primero, dejando que las reflexiones surjan de manera natural a partir de la historia, no como algo impuesto.

Este año se han cumplido diez años del estreno de El Niño. ¿Hay alguna película suya que vea de forma diferente con el paso del tiempo?

Para mí el cine es un medio de comunicación poderoso con la capacidad de fascinación de un ritual. La sala de cine se convierte en un templo donde el espectador se sumerge por completo en la historia proyectada en la pantalla. Es por eso por lo que, cuando una película mía está en salas, procuro verla tantas veces como puedo. Es para lo que hago las películas, para que alguien pueda disfrutarlas en una sala de cine. Me interesa observar cómo reacciona el público, cómo conecta con la historia y qué emociones despierta. Cada espectador la interpreta desde su propio contexto y eso enriquece. Sin embargo, una vez que una de mis películas cumple su ciclo en las salas, suelo dejarla atrás para centrarme en nuevos proyectos. 

¿Cómo pasa de una tragedia griega y un thriller de acción a una comedia negra cómo Yucatán?

La comedia es un género que me fascina porque busca algo muy puro: hacer reír. Ya había explorado este terreno en mi segunda película, El robo más grande jamás contadoYucatán, aunque es una comedia negra, aborda temas como la codicia. Sentí que era el momento. No me guío por lo que los demás pretenden que haga, porque no lo sé y, además, sería un error. Pasar de películas más tensas a una comedia, también fue una manera de romper expectativas. No lo hice para desencasillarme porque ya tenía en mente la adaptación de Las leyes de la frontera, sino porque simplemente era lo que me apetecía hacer en ese momento.

En Las leyes de la frontera, la banda juvenil tiene un fuerte sentido de la pertenencia. ¿Cómo cree que ese sentimiento conecta con los grupos de jóvenes actuales?

Creo que Las leyes de la frontera conecta con las generaciones actuales porque conectan con los sentimientos de los personajes como la angustia existencial. Muchos jóvenes, hoy en día, también sienten desconcierto ante el futuro enfrentándose a la falta de trabajo o vivienda, algo que los lleva a identificarse con los quinquis de la película. Además, hay elementos estéticos que crean una conexión entre ambas generaciones. La moda vintage o la banda sonora creada por Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, recupera ese universo quinqui con un aroma contemporáneo con artistas como Rosalía o C. Tangana que beben de esa misma época y permiten que los jóvenes de hoy vean reflejada parte de su cultura. La película refleja un malestar generacional que trasciende épocas: la sensación de estar fuera de un sistema que no ofrece oportunidades. Aunque las condiciones actuales no sean las mismas que las de entonces, existe un efecto espejo en la desesperanza hacia el futuro.

«Lo primero que le tiene que llegar de una película al espectador es la emoción humana, no imponer mensajes sociales desde un púlpito»

¿Qué consejo les daría a las nuevas generaciones que intentan abrirse camino en la industria?

Si sientes verdadera pasión por el cine, lo deseas y tienes determinación, lo vas a conseguir. Soy un claro ejemplo: no tenía padrinos en el cine, pero mis padres me apoyaron y a los diecinueve años me fui a Madrid con una mano delante y otra detrás y lo que me llevó a lograrlo fue mi pasión y mis ganas de conseguirlo. Si quieres hacer cine tienes que ver cine, bucear en la historia del cine. Hay películas increíbles desde el cine mudo hasta los clásicos en blanco y negro. Con un móvil, un ordenador, un grupo de amigos y tus ideas, puedes rodar. Busca rodajes, participa en cortos o largos, haz contactos y sigue trabajando. 

¿Qué proyectos tiene para el futuro y qué podemos esperar de Daniel Monzón?

Tengo varios proyectos en marcha, pero hay uno en particular que me ha llevado mucho tiempo cerrar. Es un drama intenso que explora una realidad histórica cercana ambientada en la España de los años 70. Tiene un reparto mayoritariamente femenino y, aunque tiene conexiones temáticas con algunos de mis trabajos anteriores, son muy diferentes. Lo que siempre busco es contar historias que me motiven y me reten. No me interesa repetir fórmulas que ya han funcionado.