Alonso Ruizpalacios: «El cine es una prueba de resistencia»

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Una entrevista de Laura Fargueta y Marcos Nava / Imágenes: Cinema Jove

El reconocido director mexicano Alonso Ruizpalacios recogió el Premio Luna de Valencia el pasado jueves durante la gala inaugural de esta nueva edición del festival Cinema Jove. Ruizpalacios, que se hospeda en Valencia durante los próximos días, es una persona con una evidente inquietud artística. Mientras habla, tras sus gruesos lentes negros, desvía la mirada a una hoja en la que dibuja garabatos a boli, exactamente igual que uno de sus personajes en una de las escenas más recordadas de Güeros (2014). El cineasta ha dirigido cuatro largometrajes y algunos episodios de series como Andor, el ‘spin-off’ de Star Wars. Su cuarto filme, La cocina, podrá verse en España en septiembre del próximo año.

¿Qué ha significado recibir el premio Luna de Valencia?

Fue un gusto muy grande. Mi primera reacción fue pensar en retrospectiva, pues apenas estoy arrancando. Después me explicaron bien que es una retrospectiva con una perspectiva de futuro a cineastas jóvenes —o no tan jóvenes— que ya tienen algo de trayectoria, en el marco de un festival que también celebra las historias jóvenes, de jóvenes y para jóvenes. Eso me gustó mucho, porque creo que mis películas tratan temas de la juventud mexicana y de las dificultades de crecer y madurar.

En el encuentro con los medios habló del concepto de «pornomiseria». ¿A qué cree que se debe el interés de los europeos por este tipo de cine?

A mi manera de ver tiene que ver con una culpa histórica, colonial, de haber sido un imperio o haber pertenecido a un imperio. Esa es mi visión: un poco cínica, pero siento que ciertos festivales premian películas que muestran la miseria de Latinoamérica o de países tercermundistas para limpiar sus conciencias. Pero cuando quieres mostrar otras caras de Latinoamérica, parece que no les entra tan fácilmente. Les gusta pensar que Latinoamérica es solamente violencia, solamente miseria, y que no hay más complejidad. Mis películas intentan mostrar otra cara de México que no es solo la cara de la violencia, del narcotráfico, aunque esas cosas sí ocurran.

¿Cree que los recientes Óscars a directores mexicanos como Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro están contribuyendo de alguna forma a cambiar ese estigma que aún existe dentro de la industria?

No creo que tengan impacto, porque sigue siendo un nicho muy específico: ellos no hacen cine mexicano, hacen cine en Hollywood, desde Hollywood y para Hollywood. No creo que el cine que ellos hacen impacte al resto del cine latinoamericano.

¿Cómo pueden los latinoamericanos ayudar a que la cultura ofrezca un retrato sincero de su país?

Como cineasta, creo que nos compete tratar de elaborar un reflejo más amplio, más justo. Cuestionarse los clichés del entorno que estás retratando más que solamente dar lo que crees que va a ser bien recibido. Hacer justicia al entorno que estás retratando —en mi caso, México—, tratar de verlo desde una mirada más honesta, que se hagan más preguntas, no tratar de repetir lo que han hecho otras películas. Si consigues eso, tendrás un retrato más complejo que beneficiará más al país.

«Mis películas intentan mostrar otra cara de México que no es solo la cara de la violencia, del narcotráfico, aunque esas cosas sí ocurran»

Su carrera comenzó en el mundo del teatro, ¿qué fue lo que le atrajo del mundo del cine?

Siempre tuve ese deseo de hacer cine. Hacía películas caseras de chiquito con mis primos, stop-motions, etc. Siempre tuve esa fascinación. El teatro fue lo que vino después del amor por el cine. Me enamoré del teatro. Años después volví a mi novia original, el cine, aunque me gusta tener un pie en el teatro.

¿Cuál es su proceso creativo a la hora de empezar un largometraje?

Varía cada vez. Siempre empieza, en mi caso, por el guion. Tengo muchos cuadernos, empiezo siempre anotando una idea que me atrae. Si me sigue pareciendo atractiva al día siguiente, escribo más sobre eso. Así voy llenando un cuaderno con diferentes ángulos de una misma idea. Siempre parto de ahí, de alguna imagen, una observación, un planteamiento; a veces, de algo tan vago como un tema que voy deshilando. Luego viene la parte de la investigación. Es una de mis partes favoritas, leer sobre el tema. Ahora estoy escribiendo un wéstern que ocurre en la guerra mexicano-americana en 1847. Ha sido un proceso muy interesante leer libros de historia sobre esa época, leer ficciones situadas en ese momento. Y por último viene la etapa de escritura. Pelearse con la página en blanco es algo que puede tardar años.

¿Qué referentes le están ayudando a plantear su nuevo proyecto?

Creo que no puedes hacer un wéstern sin ver a John Ford, el rey del género. También estoy viendo mucho de Sam Peckinpah y wésterns más modernos como los de Kelly Reichardt, que me han parecido muy interesantes.

El otro día también mencionó que muchos de sus referentes son escritores como Roberto Bolaño o Roald Dahl. ¿Cree que existe una simbiosis entre cine y literatura?

No sé si llamarlo una simbiosis. Creo que existe una relación muy estrecha, pero son dos lenguajes muy distintos con reglas muy distintas. El cine se nutre todo el tiempo de la literatura, quizás más que la literatura del cine. Es interesante distinguirlos. El cine es una investigación continua, algo que no puede ser expresado en palabras —o no solamente en palabras—. Tampoco es la foto fija: es la fotografía en el tiempo, el uso del tiempo. Eso es el cine. Eso es lo que lo diferencia de la literatura.

«El cine es una investigación continua, algo que no puede ser expresado en palabras o no solamente en palabras»

Recientemente trabajó en la serie Andor, spin-off de Star Wars. ¿En qué se diferencia su proceso de trabajo en el largometraje del proceso de una serie?

Para mí no hay nada como dirigir una película. Ese es el campo de un director, un cineasta. Las series son contextos más industriales. El rey en las series no es el director: es el escritor o el productor, en todo caso. El cine es un juego más divertido para un director.

Actualmente se encuentra en el proceso de producción de La cocina que está siendo bastante complicado.

Estamos en un momento de la industria de poco riesgo. Si haces una película arriesgada, como La cocina, resulta complicado distribuirla. De entrada, porque es en blanco y negro; además, tiene más momentos en español que en inglés y eso a los americanos les genera ruido, por eso ha sido difícil distribuirla en Estados Unidos, no tanto en Europa donde la hemos vendido muy bien. Es en EE.UU. donde ha sido muy complicado colocarla porque la industria está en un momento de crisis en el que se están comprando pocas películas, solo aquellas que creen que van a ser más exitosas.

¿Cree que son suficientes las ayudas y subsidios que se destinan al cine en el continente latinoamericano?

No, nunca son suficientes, pero sí que ayudan y son fundamentales. Tenemos que seguir peleando para que sigan existiendo. Tengo muchos amigos que cada año reciben el apoyo que necesitan para hacer sus películas, así que tienen que esperar al siguiente año para intentarlo de nuevo.

¿Qué consejo daría a esos jóvenes cineastas que quieren adentrarse en esta industria?

Creo que hacer cine es una prueba de resistencia. Es algo que, si no pasa a la primera, tienes que seguir intentándolo. La primera vez que concursé para que me diesen fondos para hacer un cortometraje, no conseguí el premio. No lo logré hasta la tercera vez. Mi consejo es que no se dejen vencer por el rechazo, esta es una carrera de resistencia. Otro consejo es que vean mucho cine. Que se nutran de otro tipo de cine y que no solo vean lo que ofrecen las plataformas o los blockbusters, que sean inquietos.