Informa: Laura Fargueta / Imágenes: Zhanzhi Chen
Para Alonso Ruizpalacios, el cine es un instrumento de creación de identidad. El director mexicano, ganador del premio Luna de Valencia en la XXXIX edición del festival internacional Cinema Jove, siempre ha apostado por un cine social en contacto con la realidad (Güeros), la antítesis del cine escapista que triunfa en la industria hollywoodiense.
En el encuentro con el director que se celebró el pasado viernes 21 en el marco del festival valenciano, Ruizpalacios confesó que se siente atraído por el impulso de destrucción inherente a un creador: «Me interesa la destrucción de una ficción que estás construyendo». Aunque su amor por el cine fue temprano, su carrera comenzó sobre las tablas del teatro.
Tras dirigir varios cortometrajes, le surgió la oportunidad de dirigir Güeros (2014), el que quizás sea su largometraje más reconocido, cuyo guion coescribió con el guionista Gibrán Portela. «Creo que los personajes de Güeros reflejan lo que yo era en ese momento», comentó para aclarar que «siempre me han interesado los personajes que no están polarizados, orbito en torno a esos personajes que se lo cuestionan todo». Esa indecisión a veces le exaspera, pero ante todo, le parece más honesta.
A raíz de Güeros, Ruizpalacios explicó lo que para él y Portela es la “pornomiseria”: «Muchas cinematografías latinoamericanas empiezan a deformarse para complacer a un público especializado europeo con culpa colonial, para ayudarles a limpiar sus culpas», con lo que solo se muestra la cara más pobre de Latinoamérica y se contribuye a la perpetuación de un estigma.
Su segundo largometraje, Museo (2018), es una historia rocambolesca «sobre los fracasos», ambientada en una zona de México creada en los años 50, una especie de «ciudad autocontenida». Posteriormente llegaría Una película de policías (2021), una película que terminó muy diferente de cómo había empezado. «No sabíamos en qué iba a acabar la película: queríamos hacer algo que no fuese escapista, un tema inmediato», añade. Acababa de llegar a su fin la presidencia de Peña Nieto, que había rebasado todos los récords de corrupción. A raíz de ello, entrevistaron a muchos policías —hacia quienes existe una especial animadversión en México— hasta llegar a la creación de los dos protagonistas: «La película es un intento por derribar los prejuicios y ver más allá».
Su próximo largometraje, La cocina, se estrenó en el Festival de Berlín, pero no llegará a España hasta final de octubre. «Ha sido la película más difícil que he hecho», afirma. «Fue complicado convencer a los productores, pero eso te hace quererla más. Es mi lucha de todos los días».
Ruizpalacios también ha trabajado en el mundo de las series: participó en la dirección de varios episodios de Andor, serie spin-off de Star Wars, algunas de cuyas escenas se rodaron en Valencia: «Después de estar preparando la serie bajo el clima frío de Inglaterra, lo disfrutamos muchísimo». Para el director mexicano, el proceso creativo de una serie es distinto del de una película: «Las series son gimnasios de creación para los directores. Son un proceso más industrial, menos personal». Aunque «las series también pueden ser divertidas», un largometraje debería ser «un espacio de libertad creativa, un espacio íntimo».
Su primer amor fue el autor inglés Roald Dahl, especialmente sus relatos más adultos y sus autobiografías. Otra de sus influencias ha sido el chileno Roberto Bolaño, cuya novela Los detectives salvajes descubrió mientras escribía Güeros. Disfruta el cine de Luis Buñuel, a quien considera mexicano y no español, y de Víctor Erice, aunque aún no ha podido visionar su última película.
Para Ruizpalacios, el futuro del cine en México es «esperanzador»: «Siento que el sexenio pasado le dio la espalda a la cultura: espero que la nueva presidenta deje de verla como un lujo en vez de como una necesidad, un instrumento fundamental de pacificación y de creación de identidad».
Se despide contento por el galardón recibido y, ante todo, por la oportunidad de poder volver a visitar España, donde permanecerá unos días: «Soy muy fan de este país, de Madrid particularmente. Terminé de escribir Güeros allí, así que le tengo un cariño particular».