Informa: Diego González / Imágenes: Editorial Península
Xavier Aldekoa, corresponsal de La Vanguardia en África y cofundador de la Revista 5W, siente una pasión especial por el continente africano desde que su padre le leyó el primer cuento que la retrataba. Ahora, tras 20 años contando las historias de sus gentes, publica su cuarto libro, Quijote en el Congo, que relata el viaje que le ha llevado a ser galardonado con el premio Ortega y Gasset de periodismo por el reportaje multimedia sobre el río Congo.
En Quijote en el Congo retrata el Congo como un lugar de fuertes creencias folclóricas, pero también de inmensa cultura. ¿Cómo conviven estos dos mundos: la superstición y el conocimiento?
De la mano. Esto es algo que me sorprendió. Japhet, por ejemplo, uno de mis mejores amigos congoleses e ingeniero electromagnético, cree profundamente en las cuestiones espirituales. Él me explicaba seriamente que, en el río, habitan sirenas que se encargan de arrastrar a las profundidades del río a aquellas personas de las que se enamoran o que quieren castigar, para llevarlas a vivir en una ciudad sumergida que existe debajo del río. Por tanto, convive el conocimiento de un ingeniero que ha ido a la universidad, al igual que yo, con la cuestión mística. Hablábamos de muchas cosas en las que no nos diferenciábamos en nada, pero, cuando se trataba de lo espiritual, había una diferencia radical. Esto ocurría a menudo: todos creían en los espíritus y en los ancestros vivos; el río y la selva eran seres prácticamente vivos que convivían y modulaban sus vidas.
Usted ha conocido a muchas personas a lo largo de este viaje. Esta circunstancia, ¿le ha enseñado a ver África de forma distinta a como la conocía, hasta el momento?
No sé si de manera distinta, pues llevo 20 años recorriendo el continente africano, pero me todos aquellos que he conocido me han enseñado que el río Congo no se podía navegar solo. Ha sido la experiencia más intensa de mi vida, sin duda, me ha vaciado a todos los niveles. No creo que hubiese podido acabar el viaje sin la generosidad y el compañerismo de todos los congoleses que me han echado una mano durante la navegación. Pese a que el Congo es asociado a palabras como tinieblas, oscuridad y violencia, también es un país que tiene mucha luz: intelectuales, artistas, filósofos e historiadores que son el contrapunto a la oscuridad que lleva demasiado tiempo anclada en nuestro imaginario.
En el libro relata algunos de los peligros que tuvo que enfrentar, como el grupo de rebeldes o la hostilidad de algunos pueblos ante los extranjeros. ¿Cree que esto puede inducir al lector a pensar que el Congo es una tierra peligrosa y hostil?
Bueno, hay una zona controlada por rebeldes a la que no es aconsejable ir. Se trata de una región acostumbrada históricamente al abuso, donde los grupos rebeldes campan a sus anchas, hay desgobierno y donde la violencia y los grupos rebeldes son la norma. Ahora, me gustaría que no quedase únicamente esa imagen de tierra ingobernable; el Congo es tan grande, que hay realidades distintas. El largo del río es un escaparate a diferentes realidades, de diversidad descomunal y, a veces, herida. La violencia, la pobreza y el dolor son una parte de una realidad mucho más amplia.
“El largo del río Congo es un escaparate a diferentes realidades, de diversidad descomunal y, a veces, herida”
Al hilo de lo que comenta, ¿cómo es posible que en una misma ciudad como Kinsasa confluyan realidades económicas tan desiguales de forma armónica?
De forma armónica no, Kinsasa es un gigante desbocado. Se trata de una capital que está creciendo a un ritmo endiablado, generando unas desigualdades difíciles de aceptar: una riqueza descomunal frente a una pobreza obscena. Cada año recibe a 600.000 nuevos habitantes, formándose barrios descontrolados de chabolas. Pero no solo Kinsasa, hay otras ciudades africanas, como por ejemplo Lagos, que están creciendo desmedidamente. Absorber toda esa fuerza de trabajo que se está acercando a las ciudades será un reto para los nuevos gobernantes; habrá riesgos también.
¿Ha logrado retratar, fielmente, la riqueza cultural del pueblo congolés?
Todas las victorias son hijas de un intento, y yo lo he intentado con todas mis fuerzas. Me he dejado, todo, en intentar recorrer los 4.700 kilómetros del río Congo para contarlo lo mejor posible, dar con la mayor variedad de gente y aportar diferentes visiones: desde las más oscuras a las más luminosas. Fielmente o no, no lo sé, pero lo he intentado y me dejado todo en el intento; ojalá haya sido suficiente.
Usted es un apasionado de África, ¿su pasión habría sido la misma sin esos libros de cuentos de su infancia?
No, esa pasión que le ponía mi padre al contar los cuentos, me marcó y me hizo empezar a soñar. Creo que las pasiones, en la infancia, comienzan cuando empiezas a soñarlas. Mi libro favorito era Un capitán de 15 años, de Julio Verne. Por aquel entonces, creía que era un cuento que nos contaba mi padre para irnos a dormir y, después, descubrí que se trataba de un libro; como lo eran El viejo y el mar de Hemingway o El Quijote. Aquel libro me fascinó, supe por primera de África gracias a ese momento en que al capitán le rompen el astrolabio y llega al continente africano en vez de América. Esa imagen se me quedó dentro, quería descubrir ese lugar que parecía de dibujos animados y, poco a poco, fue derivando en un interés genuino por el resto de cosas y, sobre todo, por la gente.
“la pausa y el tiempo permiten destapar la esencia del protagonista de la historia”
África es un continente codiciado por las potencias mundiales. ¿Qué papel juegan hoy en día países como China o Rusia en la explotación de los bienes naturales del Congo?
Están jugando sus cartas a su manera, como antes lo hicieron Estados Unidos y Europa. Sin importarles demasiado las cuestiones de política interna: ignorando los derechos humanos en el caso de China, o agarrándose a la posibilidad de aliarse con hombres fuertes en el Rusia. Esta última ha descubierto que una manera de ganar adeptos e influencia, es apoyando a quien perpetra un golpe de estado: como en el caso de Mali, República Centroafricana, Burkina Faso o Libia. República Centro Africana. Rusia se está haciendo muy fuerte tratando de aprovechar el estado de descontento que se lleva gestando durante décadas en zonas que antes eran pro-francesas, recordando el paternalismo, abuso y expolio francés para alentar a su favor el odio hacia el país.
Y, ¿qué consecuencias climáticas tiene la explotación de estos recursos naturales sobre el continente?
África es el continente que menos CO2 genera en el mundo, apenas un 3%. Sin embargo, es el que más consecuencias va a sufrir por el cambio climático y donde más refugiados climáticos van a haber. Se está viendo que la codicia, que antes se limitaba al subsuelo, ahora se fija en la madera y en los recursos naturales de la superficie, como en los cuernos de los rinocerontes o los colmillos de elefante. Esa codicia ya existía, pero, ahora, se ha industrializado poniendo a África en el punto de mira.
Recientemente se ha celebrado el Día de la Mujer, ¿cree que ha avanzado el feminismo en África en las últimas décadas?
Desde el punto de vista de las estadísticas y, mirándolo con perspectiva, ha ido en aumento. En 1970, el 52% de las niñas iban a educación primaria, es decir, prácticamente la mitad no iban a la escuela. Ahora, ese porcentaje es del 85%, por lo que es evidente que ha habido un gran ingreso de las niñas. Debemos hablar también de las cosas que hay que mejorar, porque muchas de ellas dejan los estudios en secundaria o no llegan a estudios superiores. En los últimos años se han multiplicado por tres el número de ministras, empezamos a ver que cada vez hay más ejemplos de mujeres que son un faro para las nuevas generaciones. Es verdad que, en sociedades patriarcales, y muchas sociedades africanas lo siguen siendo, cada vez que la mujer ha intentado colocarse en el lugar que le corresponde, el patriarcado golpea de vuelta, pero las cosas están cambiando.
“Me he dejado todo en intentar recorrer los 4700 kilómetros del río Congo”
Usted es un periodista especializado en África, pero, ¿considera que en los medios españoles hay interés por cubrir noticias provenientes de este continente?
África siempre es el último tema de la fila y, depende, muchas veces, de las buenas intenciones del jefe de sección y las bondades económicas del sector, que no son muchas. Siempre hay que recortar que África suele ser la primera afectada. Dicho esto, observo, cada vez, un mayor interés por parte del lector, pero la audiencia no es mayoritaria. Cualquier sección de internacional que se precie debe mirar hacia suelo común pues, al final, un periódico es una forma de mirar al mundo. No puedes tener una visión honesta, justa y periodísticamente aceptable si no miras hacia el Sur, hacia África.
Finalmente, usted apuesta por hacer un periodismo con pausa, ¿en qué consiste este nuevo modo de hacer periodismo?
Es ir más allá de la etiqueta general. En este caso es dejar de mirar África exclusivamente como un lugar de hambre y guerra. También es desvestir a las personas de esa etiqueta: dejar de ver a una persona únicamente como una niña casada con 13 años, o como un niño soldado. Pero no por una cuestión de comodidad, la pausa para poder hacer un trabajo más tranquilo, sino para que florezca esa dignidad y profundidad de las personas.Recuerdo a Margaret, una niña de 13 años a la que obligaron a casarse con un hombre de 26 años. Con el tiempo se reveló como una chica de mentalidad revolucionaria, veía mal que la hubiesen casado siendo una niña y pensaba luchar con todas sus fuerzas para que sus hijas no se casaran hasta que cumpliesen la mayoría de edad. Si me hubiese marchado el primer día, habría escrito la historia de una víctima atrapada en un matrimonio infantil. Por tanto, la pausa y el tiempo permiten destapar la esencia del protagonista de la historia; lo que realmente es.