Las sesiones se dedicaron a analizar el papel del PIB como medida del crecimiento económico

Eduardo Esteve. Yolanda Polo y Enrique Lluch, en el Foro Luis Vives.

La XVIII edición del Foro Luis Vives, que organiza la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Valencia bajo la coordinación del profesor de Economía de la CEU-UCH Enrique Lluch ha celebrado el último de los cursos, bajo el título: “¿Medimos bien nuestro desarrollo económico y social? Nuevos indicadores de bienestar para orientar la acción política y económica”. En las sesiones ha intervenido también el profesor de Macroeconomía de la CEU-UCH Eduardo Esteve.
Según explicó el coordinador durante la presentación del curso, en nuestras sociedades el éxito económico se mide sobre todo a través del PIB y su crecimiento. “Considerar éste como el objetivo de la acción económica tiene consecuencias directas sobre la clase de políticas económicas que se priorizan en nuestra sociedad”, ha afirmado el ponente. Sin embargo, según se ha señalado, este indicador presenta numerosos defectos, ya que no tiene en cuenta la pobreza, ni las desigualdades, ni los problemas medioambientales, ni la libertad de elegir, etc.
Por ello, en los últimos años han surgido indicadores macroeconómicos diferentes que intentan enmendar estos errores y presentarse como alternativas al PIB para medir el desempeño económico de una nación. “Este curso pretende ser un repaso de estos indicadores haciendo especial hincapié en aquellos que incorporan la medición de las desigualdades y de la pobreza, sabiendo que un cambio de indicador puede acabar repercutiendo en una modificación de las prioridades económicos” ha manifestado Enrique.

El PIB como objetivo político
El profesor Eduardo Esteve impartió la primera ponencia del curso, titulada “La Contabilización del PIB y su crecimiento como objetivo político”. Según señaló, en la década de los años 20, los economistas Colin Clark y Simon Kuznets desarrollaron los sistemas de medición de la producción agregada. No obstante, no fue hasta llegados los años 40 cuando el PIB, es decir, el valor de mercado de los bienes y servicios producidos en un año, y más concretamente su tasa de crecimiento, se convierte en uno de los indicadores más relevantes en la evaluación del buen desempeño de una economía. Desde entonces, los recursos e instrumentos de política económica de los gobiernos (política fiscal, monetaria, laboral, sectorial, de competencia, tecnológica…), tienen por objetivo prioritario maximizar su crecimiento.
“El motivo de la primacía del crecimiento del PIB, se encuentra tanto en el vínculo que se establece en los modelos económicos, como en la “creencia popular de que un mayor consumo implica mayor bienestar y desarrollo”, ha asegurado Eduardo. No obstante, el ponente también ha señalado que, a lo largo de las últimas décadas, su total supremacía ha sido contestada desde diversos foros, comisiones, y académicos apelando principalmente a dos líneas argumentales: “Se ha demostrado que el PIB no es una condición sine qua non para el bienestar, desarrollo económico, y la erradicación de la pobreza y, teniendo en cuenta esto, puede poner en peligro la sostenibilidad del crecimiento futuro”.
De esta forma, pese a que en la actualidad se sigue manteniendo el PIB de facto como uno de los objetivos de política económica, “una parte cada vez más sustancial de la comunidad científica está dedicando sus esfuerzos a elaborar nuevos indicadores que se arroguen el suficiente consenso” ha concluido el ponente.
Tras las ponencias se celebró la Mesa Redonda: “¿Es posible mejorar el PIB como unidad de medida del desempeño económico de un país?”, moderada por Yolanda Polo, periodista experta en Cooperación Internacional y Género, en la que participaron ambos profesores.

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