Los enfermeros y enfermeras también deben saber de números. La estadística permite a estos profesionales tomar decisiones informadas que pueden marcar la diferencia en la vida de las personas a las que atienden. Lo explica en este artículo el profesor del CEU de Castellón Antonio Real.

Todos sabemos que la ciencia es clave para lograr una atención sanitaria de excelencia. Y que la enfermería, al igual que la medicina, es una disciplina basada en la evidencia. Sin embargo, lo que muchas personas quizá no sepan es que para que esa evidencia se interprete correctamente y, en consecuencia, permita el avance de la ciencia y beneficie a los pacientes, los enfermeros también saber de números. En concreto, de estadística.

La estadística permite a los profesionales de la enfermería tomar decisiones informadas que pueden marcar la diferencia en la vida de las personas a las que atienden. Por ejemplo, cuando se quiere evaluar la calidad de vida de un paciente, un aspecto clave para adoptar cualquier medida sanitaria, es imprescindible traducir ese concepto subjetivo en números. Para ello se han desarrollado indicadores que permiten cuantificarla y estudiar de manera fiable qué factores la mejoran o la empeoran. Así, cuestionarios estandarizados, escalas de dolor y niveles de autonomía funcional son algunas de las herramientas que los enfermeros utilizan habitualmente para evaluar el impacto de una enfermedad o un tratamiento en la vida de una persona. 

‘Los números también son esenciales para el progreso de las ciencias de la salud, sobre las que se sustentan los avances médicos y las mejoras en la atención sanitaria’

Antonio Real, profesor de Estadística y coordinador del Grado en Enfermería de la Universidad CEU Cardenal Herrera en Castellón

Avances científicos

Además, los números también son esenciales para el progreso de las ciencias de la salud, sobre las que se sustentan los avances médicos y las mejoras en la atención sanitaria. Para que los estudios científicos permitan desarrollar nuevos tratamientos, identificar factores de riesgo u optimizar los protocolos de cuidado, es imprescindible interpretar bien los datos. Y, una vez más, esto requiere conocimientos de estadística.

No debemos perder de vista que toda mejora en el tratamiento de pacientes debe ser previamente testada de manera objetiva y siguiendo el método científico. Pensemos en algunas posibles preguntas: ¿La práctica deportiva reduce el riesgo de trastornos alimenticios en adolescentes? ¿La música ayuda a disminuir la ansiedad en personas en tratamiento? ¿Compartir recuerdos en terapia de grupo puede prevenir el deterioro de la memoria en personas mayores? Para responder a estas cuestiones, debemos diseñar un estudio, seleccionar participantes, definir variables a analizar y, sobre todo, interpretar correctamente los resultados estadísticos.

Una aliada: la IA

Los recientes avances en inteligencia artificial pueden suponer una gran ayuda en la gestión y análisis de datos en ciencias de la salud, tanto en la investigación como en la atención al paciente.

Un ejemplo interesante es el cuidado de las personas mayores en residencias. Cualquier trabajador de estos centros les dirá que conocer bien a los residentes –su historia, sus hábitos, sus amistades o sus gustos– mejora la calidad de los cuidados y permite un trato más humano. Sin embargo, la alta rotación de personal en estos centros dificulta este conocimiento cercano.

Hoy en día, ya existen herramientas de inteligencia artificial capaces de grabar y transcribir conversaciones con los residentes para generar fichas personalizadas. Estas pueden incluir información sobre sus nietos y sus estudios, sus compañeros favoritos para jugar a las cartas o el pueblo donde nacieron. Si una enfermera tiene que hacer una guardia puntual en el centro, la IA puede ofrecerle un resumen en pocos minutos para ayudarla a conocer mejor a las personas a su cargo. ¿No es este un gran ejemplo de cómo los datos y la tecnología pueden estar al servicio de los cuidados?

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