Información e imágenes: Lucía Navarro
Los Cines Lys de Valencia fueron escenario, este pasado fin de semana, de la presentación de Soy Nevenka, la nueva película de Icíar Bollaín que aborda el caso real de Nevenka Fernández, la concejala de Ponferrada que en marzo de 2001 denunció al alcalde Ismael Álvarez por acoso sexual. Nevenka fue la primera mujer en España en hacer pública una acusación de este tipo dentro del ámbito político, en un tiempo en que la legislación no contemplaba el acoso laboral como delito.
La película, proyectada ante una sala llena de espectadores, profundiza en el sufrimiento de Nevenka y en su valentía al enfrentarse a la justicia y a la opinión pública en una sociedad que, en aquel momento, no estaba preparada para entender plenamente la naturaleza del acoso. El filme, fiel al estilo de Bollaín, no solo narra los eventos judiciales, sino que pone un énfasis especial en las secuelas emocionales y personales que experimentó la protagonista durante su lucha.
Tras la proyección, Bollaín participó en un coloquio donde se abordaron tanto el contenido como las implicaciones sociales del acoso sexual y laboral. Una espectadora agradeció a la directora su obra y compartió su recuerdo del “caso Nevenka” destacando la importancia de poder «poner voz e imagen» a una cuestión que sigue siendo difícil de visibilizar por la falta de imágenes.
Bollaín reflexionó sobre los cambios en la percepción social desde aquel momento, señalando que, aunque hoy en día se han dado pasos adelante —como lo demuestran casos de relevancia pública como el de La Manada o el de Jenni Hermoso—, todavía queda mucho camino por recorrer. «Cuando Nevenka denunció, no hubo indignación con Nevenka, más bien la hubo hacia Nevenka», recordó la directora que subrayó que el tratamiento mediático del acoso ha mejorado, pero que aún persisten enfoques problemáticos en algunos medios.

La directora también resaltó un aspecto clave del caso Nevenka: el hecho de que el acoso laboral no estaba tipificado como delito en esa época, lo que añadió una capa de complejidad al proceso judicial. Este punto abrió un debate sobre el papel de la sociedad ante situaciones de abuso, destacando la pasividad que a menudo se observa frente a comportamientos abusivos. «Cuando vemos una situación en la que podemos pensar que hay acoso, podemos preguntar a la víctima si está bien, si le está pasando algo. Hay mucho que se puede hacer», comentó Bollaín, haciendo hincapié en la responsabilidad compartida de intervenir y apoyar.
El coloquio también abordó otros casos internacionales que ilustran la persistencia del acoso sexual en el ámbito laboral y político, desde el reciente juicio en Francia hasta el documental sobre el dueño de Harrods, retratado como un depredador sexual que operaba con impunidad gracias a su poder. Bollaín concluyó reafirmando la necesidad de más relatos como el de Nevenka, que ayuden a la sociedad a comprender mejor el acoso en todas sus formas y a construir “una respuesta más solidaria y efectiva”.
El público presente agradeció visiblemente a la directora por su trabajo. Un abogado especializado en violencia de género felicitó a Bollaín por retratar fielmente el perfil del acosador y del entorno que lo respalda, mientras que otros asistentes elogiaron la transformación física y emocional del personaje de Nevenka interpretado por Mireia Oriol con una veracidad que impactó a todos los presentes.
La directora cerró la sesión agradeciendo al público por su participación y asegurando que, aunque la película pueda ser vista como «militante», su verdadero propósito era contar la historia de una mujer valiente y la lucha por su dignidad, algo que, sin duda, sigue siendo necesario visibilizar en la España de hoy.
Con una sala llena y ovaciones al finalizar la sesión, Soy Nevenka promete ser una de esas películas que no solo entretiene, sino que invita a la reflexión, poniendo de nuevo sobre la mesa temas urgentes como el acoso sexual y laboral, la violencia de género y la complicidad silenciosa de los que no actúan. Valencia, en esta ocasión, fue testigo de una tarde donde el cine y el activismo se unieron para cuestionar y cambiar, o al menos intentarlo, la forma en que la sociedad trata el acoso.