Mariano Hueter: “El arte no se puede medir solo en términos económicos o políticos”

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Una entrevista de Gonzalo Escrig / Imágenes: Zhanzhi Chen

A los 21 años, Mariano Hueter ya había dejado una marca indeleble en la industria del entretenimiento, convirtiéndose en el director de ficción más joven de la historia argentina con su serie «Inconsciente colectivo». Su vida ha sido un recorrido de desafíos y triunfos, desde una infancia traumática hasta alcanzar el éxito internacional con sus producciones. Radicado en Valeria del Mar y comprometido con la docencia universitaria, Hueter sigue explorando nuevas fronteras en el cine. Ahora visita Cinema Jove para presentar su nueva serie, “El sabor del silencio”. En esta entrevista, nos comparte su visión, sus proyectos y sus aspiraciones futuras.

Eres conocido como el director de ficción más joven de la historia argentina. ¿Cómo te sientes al respecto y cómo crees que esta etiqueta ha influido en tu carrera?

No, ya no soy joven porque tengo 35 años. Sin embargo, fui el director más joven en hacer una serie a los 21 años, lo cual me dio mucha visibilidad. Hasta entonces, el director más joven había sido Damián Szifron con «Los Simuladores». Hacer un policial sobre suicidios adolescentes a esa edad generó mucha expectativa, pero siempre digo que ser el más joven no significa ser el mejor. Es una oportunidad para captar la atención, pero luego tienes que defender tu trabajo con contenido. A los 26 años, ya había hecho tres series, mientras otros compañeros recién terminaban la universidad o empezaban sus primeras películas. Aproveché mucho las oportunidades, ya que mi familia no tiene relación con el cine. Siempre pienso en cómo cada proyecto me ayudará con el siguiente. Soy obsesivo con eso y creo que la mejor carta de presentación es que el proyecto actual sea un éxito. Trabajo muy duro para lograrlo, porque sé que eso es lo que me permitirá seguir trabajando.

Has mencionado que tu infancia fue bastante traumática. ¿Cómo influyó tu experiencia con los curanderos y la religión en tu camino hacia el cine?

Tuve una infancia complicada con mi madre, quien era muy religiosa y me llevaba a lugares inapropiados para un niño de 9 años. Esto me causó traumas y pesadillas; hasta hoy no puedo ver películas de terror. El arte me ayudó mucho a superar esos momentos. Además de ser director y autor, soy músico y actor. Mis series tocan temas fuertes de la adolescencia, reflejando mis propias experiencias. Mi primera serie, «Inconsciente Colectivo», trataba sobre suicidios adolescentes y fue muy disruptiva en su momento. En mis trabajos hay mucho de mí. Por ejemplo, «El Mundo de Mateo» y «Un León en el Bosque» contienen elementos personales. Pronto se estrenará en HBO Max «La Mente del Poder», donde pude incluir algunos aspectos de mi vida. Contar historias personales permite conectar con el público a través de emociones universales. Mi infancia y mi escape hacia el arte me dieron la sensibilidad para narrar estas historias.

«hacer series y películas es una gran terapia y un acto de rebeldía»

¿Consideras que has utilizado la ficción como una forma de entender tu pasado o como una herramienta terapéutica?

Sí, definitivamente. Para mí, hacer series y películas es una gran terapia y un acto de rebeldía. No estamos trabajando en un banco ni haciendo cuentas; estamos movilizando un equipo para contar una historia que nos interesa personalmente. Hasta que llega al espectador, la historia primero nos interesa a nosotros. Es un acto de rebeldía y, sobre todo, una gran catarsis, lo que en el fondo es una terapia para sanar cualquier cosa.

A los 21 años dirigiste tu primera serie, «Inconsciente colectivo». ¿Qué recuerdos tienes de esa experiencia y cómo te marcó profesionalmente?

Fue una experiencia increíble pero también muy estresante. No solo dirigía la serie, sino que también gestionaba mi productora y los aspectos financieros, lo cual fue especialmente desafiante en la inestable economía argentina. Aprendí que es esencial delegar y rodearme de personas competentes en áreas específicas, para poder concentrar mi energía en lo que más me importa, como dirigir o escribir. Esta experiencia fue como un máster intensivo en el mercado audiovisual y me enseñó a equilibrar mis responsabilidades para proteger tanto la calidad del proyecto como mi salud.

Has trabajado en publicidades, videoclips y páginas web antes de dedicarte plenamente a la dirección y producción. ¿Cómo te adaptas a trabajar en distintos medios y qué elementos utilizas de cada uno para mejorar tus proyectos?

Mi gran pasión es hacer series y películas, contar historias que impacten y no te dejen dormir. La publicidad y los videoclips son una excusa para no perder la práctica, permitiéndome probar cosas nuevas y seguir filmando. Aunque desarrollar una ficción puede llevar años, aprovecho la oportunidad de hacer comerciales o videoclips para adquirir experiencia y herramientas. No me molestaría dejar de hacer publicidad, pero nunca dejaría de hacer series y películas, que es lo que realmente amo.

Tus series han trascendido fronteras y se han vendido internacionalmente. ¿Cómo manejas el éxito y qué significa para ti ver tus trabajos en plataformas globales?

Vengo de una generación que vivió el cambio en la industria. Cuando empecé a estudiar cine, series como «Lost», «Prison Break» y «Los Soprano» estaban en la televisión, pero las plataformas de streaming aún no existían. Netflix llegó a Argentina un año y medio después de que lanzara mi primera serie. Vi ese proceso de cambio y pensaba que sería muy difícil llegar a esos grandes jugadores del mercado. Sin embargo, el crecimiento del boom de las series coincidió con mi desarrollo como director y productor. Esto se dio de manera casi natural. Un ejemplo es «El Grito de las Mariposas», una serie sobre las hermanas Mirabal y la violencia de género, que filmamos en el Caribe colombiano. Se estrenó simultáneamente en todo el mundo: en Disney+ en Europa, Star+ en Latinoamérica, Hulu en Estados Unidos y en Asia. Nunca había experimentado un estreno mundial, donde a partir de las 00:00 de un día, la serie está disponible para todos. Para alguien que estudió cine en la era previa al streaming, el cambio es enorme. Estrenar una serie mundialmente es un orgullo y un placer, pero también valoro los proyectos más pequeños e independientes. Cada proyecto tiene su propio ADN. Si una serie trasciende fronteras, genial, pero si no, eso no le quita valor. Cada proceso es valioso si uno está contento y tranquilo con el trabajo realizado.

¿Qué puedes contarnos de tu nueva serie, «El sabor del silencio»?. ¿Qué te emociona más de él?

Para mí, fue una experiencia maravillosa trabajar con todo el elenco. La serie «El Sabor del Silencio» fue especial porque, aunque yo la escribí, la creé y fui el showrunner, también delegué parte de la dirección a un talentoso amigo, Pedro Levati. Por primera vez, sentí la tranquilidad de ver que alguien dirigía de una manera muy similar a como lo haría yo. Pedro y yo estábamos muy en sintonía, y aunque sus enfoques eran distintos en algunos aspectos, el resultado fue excelente. Disfruté mucho la serie porque podía resolver problemas en el set, revisar presupuestos y colaborar con Gonzalo y Agustín en los guiones, pero desde una perspectiva un poco más distante. Esto me permitió ver el producto final desde un lugar diferente, confiando en el equipo que habíamos formado. Soy muy obsesivo con los elencos y elegir a los actores correctos es crucial. En «El Sabor del Silencio», no puedo imaginar a Vicente sin Gonzalo Heredia, quien realmente encarnó su papel. Lo mismo ocurrió con Agustín, que interpretó a un personaje con problemas de adicción pero también muy sensible. Ver cómo los actores aportaron profundidad y complejidad a sus personajes fue un placer absoluto.

«Contar historias personales permite conectar con el público a través de emociones universales»

Recientemente, en España, se presentó la serie ‘Bellas Artes’ de los hermanos Duprat y producida por Movistar Plus. Durante la presentación, comentaron que el cine argentino lleva mucho tiempo en crisis y que esto no tiene relación con Javier Miguel. ¿Cuál es su análisis y visión sobre la situación actual del cine argentino?

Personalmente, conozco a Mariano y Gastón Duprat, y reconozco que son muy talentosos. Sin embargo, su enfoque hacia el cine tiende a ser más capitalista y menos solidario. Creo firmemente que el cine y las series son actividades intrínsecamente solidarias. Estamos en un festival donde fomentamos a nuevos creadores de cortometrajes y creadores de series, y es esencial dar oportunidades para que otros puedan probar, fallar y aprender. Para que cineastas como Pablo Trapero y Damián Szifron logren éxitos como «Mundo Grúa» y «Relatos Salvajes», respectivamente, es crucial que primero tengan la oportunidad de experimentar y desarrollar sus habilidades. Este proceso a menudo implica invertir y, a veces, perder dinero, pero es necesario para descubrir y nutrir nuevos talentos, como encontrar a Messi en los semilleros de los clubes de barrio en Argentina.

¿Es necesaria la solidaridad en la industria cinematográfica?

El arte no se puede medir solo en términos económicos o políticos. Aunque es vital que las operaciones sean transparentes y equilibradas, y que no se malgasten recursos en detrimento de necesidades básicas, también debemos reconocer que el cine y el arte son colectivos y solidarios. Cuanto mejor le va a uno, más debe ayudar a los demás, porque el crecimiento del cine depende de una base sólida de apoyo y experimentación.