Jesús González Requena: “Berlanguiano es la combinación de una mirada entre el sainete y el aguafuerte o el esperpento”

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Informa: Borja Gregori / Imágenes: ASF

El catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid Jesús González Requena ha estado en Valencia con motivo del Congreso Internacional ‘Mediterráneo, fiesta y carnaval’ en torno a la figura del cineasta valenciano Luis García Berlanga. Sobre la obra cinematográfica de Berlanga, su cine y su forma de ver la vida habló para EL ROTATIVO.

Profesor, ¿qué aportó Berlanga al cine desde el punto de vista técnico?

Los cineastas no hacen aportaciones técnicas hacen aportaciones escritas la técnica es cosa de los inventores.

Entonces, ¿qué aportó Berlanga al cine desde el punto de vista escrito?

Todo artista notable crea su mundo, su manera de escribir, su manera de filmar y, en este caso, la manera de filmar de Berlanga la describiría como un universo múltiple lleno de zonas que existen dinámicas vivas. Una especie de coreografía global donde cada segmento tiene su espacio propio, su autonomía e invita al espectador a desplazarse entre ellas y a sumarse a cada una de ellas. Pocos cineastas grabaron así.

Y, ¿desde el punto de vista de la narrativa?

Todo lo que pasa, pasa por la escritura. La narración es un encadenamiento de aconteceres y el trabajo esencial de un cineasta es la puesta en escena de esa narración. Las narraciones de Berlanga pues responden también a ese modelo, aunque sigan un determinado hilo y, aunque cojan como motivo un personaje al que van siguiendo, están llenos de flecos y hay muchas historias coexistiendo.

¿Cuántas etapas cree que hay en el cine de Berlanga?

Es difícil de responder. Básicamente creo que hay tres: la época inicial, la época con más vocación actoral, todo lo que está en torno a ‘Tamaño natural’, y luego está la época de ‘La escopeta nacional’ y sus apéndices. A mi la que me gusta es la primera.

Y desde su punto de vista, ¿qué es lo que más destacaría de su filmografía?

Las dos películas más potentes son ‘Plácido’ y ‘El Verdugo’, pero para mí la obra maestra absoluta es ‘Plácido’. Para mí ‘Plácido’ es la película más perfecta de Berlanga y donde mejor engrana todo, también es la más compleja y se ve con mucha facilidad. Es una película extraordinariamente difícil de filmar, mucho más que ‘El Verdugo’.

En esa obra hay mucha diversidad de personajes, ¿usted cómo cree que encontraba la creatividad Berlanga?

Seguramente siendo capaz de mirar a la gente de manera relajada. ¿Sabes lo que pasa aquí? La mayoría de los seres humanos miramos menos a la gente que la juzgamos y la juzgamos en función a nuestros presupuestos. Tipos como Berlanga lo que hacen es percibir a la gente en su peculiaridad, en su singularidad, y se interesan por la variedad de seres que habitan en la sociedad. En el caso de Berlanga, él es capaz de reconstruir todo eso en sus películas.

De todas ellas, ¿cuál cree que sería la más arriesgada de rodar?

Yo creo que uno de los de los problemas que tenemos los españoles con nuestra historia cultural del siglo XX es nuestra obcecación por pensar la relación con el franquismo. Y creo que ya está bien. Vamos a dejarlo tranquilo, fuera de órbita y vamos a ocuparnos de por qué las películas son buenas o malas. Hay una tendencia a condenar todo lo que se hizo en el franquismo por haberse hecho en el franquismo y el siguiente paso es intentar -para justificar a alguien que vivió en el periodo del franquismo- decir que sea antifranquista. Todo eso es un debate ideológico que escapa al fenómeno artístico en sí.

Crea un personaje siempre suena complejo. ¿Cómo cree que construía Berlanga sus personajes?

Las películas de Berlanga no suelen ser de trayectos de maduración. Son miradas pequeñas a universos que tienen su propia vida interior. ¿De dónde saca los personajes? De la calle. Lo que pasa es que es capaz de verlos bien y luego -en su mejor época- es capaz de recrearlos muy bien gracias a una generación magnífica de actores que tenían muchas tablas y experiencia. No solo en el teatro sino en buena medida la experiencia de estos actores procedía de los espectáculos populares en las revistas…. Era un mundo de actores muy versátil y muy vinculado a la realidad social del momento.

¿Por qué cree que le aconsejó a su hijo que quisiera a todos sus personajes?

El cine de Berlanga no juzga a sus personajes, más bien se interesa por todos ellos. Hay que amarlos lo cual no quiere decir que respalde todos sus actos, ni mucho menos, sino que se interese por el drama personal de cada uno y procure asombrarse de cómo son percibidos en su singularidad.

¿Usted cómo cree que conseguía que los personajes expresaran con la mirada tanto con tan poco?

Eso solo nos queda deducirlo. Es de suponer que eran sus cualidades como director de actores, aunque no era un director de actores rígido o estricto sino más bien todo lo contrario porque escogía a los actores que sabía que lo iban a hacer bien sin casi decirles nada. Él sabía qué tipo de personajes estaban próximos a los actores, y que podían recrearlos con naturalidad. Berlanga dejaba mucha libertad a los actores a la hora de crear el personaje y, sobre todo, les incitaba a que no se sometieran a una línea narrativa central, sino que cada uno procurara vivir su propia historia delante de la pantalla.

¿Es eso lo qué se define cómo berlanguiano?

Berlanguiano es la combinación de una mirada costumbrista, con un punto de acidez, un punto de comprensión, una mirada entre el sainete y el aguafuerte o el esperpento. Esa tradición que es muy muy española y que usa el berlanguiano como una suerte de actualización de la tradición picaresca específicamente levantina y digo levantina por recuperar un término que me ha gustado mucho oír.

Sobre esa “levantinidad” que comenta qué intenta transmitir más en sus películas ¿la “levantinidad” o la “mediterranidad”?

Es un poco lo mismo. Se puedes decir eso de “valencianidad” que es una forma de ser de esta zona de España que queda al Mediterráneo, con el atractivo especial del mundo valenciano y teniendo mucho que ver con Cataluña. El valenciano siempre ha tenido una gran cualidad y es no darse importancia, siempre ha querido o quiere vivir más relajadamente, pero los catalanes suelen darse demasiada importancia a sí mismos y eso les agarrota bastante, tienen una obcecación por ser europeos a cualquier costa, evidentemente estoy hablando de estereotipos, no quiere decir que todos los catalanes sean así o todos los valencianos.

¿Si Berlanga no hubiese existido, profesor, debería haberse inventado?

Todo lo que merece la pena si no hubiera existido habría que inventarlo, pero como ha existido no tenemos que inventárnoslo. una suerte.