Laura García, formada en Diseño Industrial en el CEU, ha logrado agotar sus modelos de calzado infantil vendiendo hasta 15.000 pares en un día, pero con un modelo de negocio emprendedor donde el crecimiento es, ante todo, responsable con el entorno

De Canarias, a Valencia y a la Escuela de Diseño del CEU. De las grandes firmas de calzado, al emprendimiento de su propio negocio: la marca de calzado infantil Zapato feroz. Y del crecimiento porque sí, a la sostenibilidad, la proximidad y los valores como forma de entender la empresa y la vida. Laura García ha dado grandes pasos con su Zapato feroz, marcando el camino para emprender, para crecer siendo sostenible, sin dejar más huella en el planeta que la de los pasos de los más pequeños. La empresa de Laura plasma una vida y una forma de entender la vida. Una gestión de su negocio tan natural para ella como andar descalza, la esencia que diferencia a Zapato Feroz en el sector. Tras impartir una sesión del ciclo “Aprender a emprender”, de CEU Alumni y CEU Emprende, Laura García nos cuenta su forma de entender el emprendimiento, la empresa y el diseño, para quien quiera seguir sus pasos…

De Canarias pusiste rumbo a Valencia hace quince años, para estudiar Diseño en el CEU. ¿Por qué?

En mi época la carrera de Ingeniería Técnica en Diseño Industrial -ahora el Grado en Ingeniería del Diseño Industrial y Desarrollo de Productos- era muy nueva. En Canarias estaban “experimentando” un poco todavía con estos estudios y dábamos las asignaturas técnicas en Industriales y las creativas en Arquitectura. Busqué un lugar que tuviera experiencia y que llevara años impartiendo esta carrera, aunque aún no estaba homologada. Investigando encontré alguna opción y el CEU era una de las Escuelas pioneras y más consolidada. Seguí mi instinto y llegué a Valencia con 20 años. Hoy en día, a mis 43, continuo aquí.

Y ahora hasta tus modelos de zapatos llevan nombres de lugares valencianos como Garbí, Eliana, Júcar… ¿por qué “bautizas” así tus diseños?

Nuestra marca Zapato Feroz es algo personal, es el resultado de plasmar nuestra vida, experiencias y conocimientos en un proyecto. Y todo tiene que ver con nosotros. Por lo que decidimos ponerle a todos los modelos sitios de la Comunidad Valenciana especiales para nosotros. Por ejemplo, el modelo Vallesa es una zapatilla de andar por casa, porque vivimos en La Canyada y La Vallesa, como amantes de la naturaleza que somos, es nuestro hogar y lo que nos trajo a vivir a este lugar. Y así, sin pretenderlo, hay clientes que cuando viajan a Valencia y ven los carteles de los diferentes lugares que dan nombre a nuestros diseños piensan en nosotros y les hace especial ilusión.

Esta idea de proximidad es parte de un completo concepto de sostenibilidad en Zapato Feroz. ¿Cómo se hacen zapatos infantiles para que “lo único que deje huella en este mundo sean los pies de los más pequeños”? ¿Qué define en cuanto a sostenibilidad a los productos de tu firma Zapato Feroz?

La sostenibilidad de Zapato Feroz no está exclusivamente en los productos. Para tener un zapato sostenible, tenemos que ser capaces también de gestionar los residuos cuando ese zapato ya no esté en uso; intentar que nuestro producto tenga pocos kilómetros; lograr que sea atemporal… También evitamos el papel en la empresa, reducimos todo lo que podemos, no tiramos ningún producto, las taras las reacondicionamos y donamos… Somos más sostenibles en lo que no se ve que en lo que se ve. Y en breve, con nuestro proyecto de próxima sede física, una de las premisas es que el edificio sea energéticamente autosuficiente.

Hay que ser consciente de tus posibilidades y no tener prisa en llegar. Porque no todo es crecer. Ahora en Zapato Feroz nos vamos a centrar en fortalecer y aportar a la comunidad, aparcando el crecimiento por una temporada

Laura García, diseñadora y emprendedora

Has llegado a vender en el día de su lanzamiento 15.000 pares de zapatos de un solo modelo hasta agotar existencias. Sin embargo, apuestas por una sostenibilidad económica para tu empresa que no supone crecer por crecer… ¿Es verdad que Zapato Feroz crece al mismo ritmo que los pies de tu hijo?

Crece al ritmo de mi peque, pero lo más importante es que crece poco a poco, de manera saludable, nos autofinanciamos. Porque no es solo lo que puedes vender, es lo que puedes servir, lo que puedes enviar y los problemas que puedes resolver. Un día de estreno con 15.000 pares supone un 10% de incidencias y hay que estar preparados. Ser consciente de tus posibilidades y no tener prisa en llegar. Porque no todo es crecer. Ahora nos vamos a centrar en fortalecer y aportar a la comunidad, aparcando el crecimiento en cuanto a número de unidades por una temporada.

En el caso de Zapato Feroz no hablamos de un diseño que crea una necesidad, sino que la resuelve… es el calzado para “andar descalzo”. ¿Por eso decides emprender? ¿Buscabas con tu propia empresa algo diferente a lo que hacías para grandes marcas?

Nuestra empresa es un reflejo de nuestra familia, lo que creemos, nuestros valores, lo que ha supuesto esto de emprender siendo padres. Eso se transmite desde el producto, diseñado por mí, con mi experiencia en el sector para calzar con lo mejor. Pero también transmitimos a la comunidad los mismos valores. Y a nuestro equipo: sabemos lo difícil que es encontrar un trabajo que te permita conciliar, sobre todo cuando eres madre. Nosotros creemos en la conciliación, por lo que ofrecemos a nuestros trabajadores una flexibilidad total, además de ofertar siempre nuestras vacantes a la comunidad de Zapato Feroz: esas ‘mamás feroces’ que conocen el producto aman la filosofía de la marca y necesitan trabajar y conciliar.

Nuestra empresa es un reflejo de nuestra familia, lo que creemos, nuestros valores, lo que ha supuesto emprender siendo padres… Y lo transmitimos a nuestro equipo y a la comunidad de Zapato Feroz

Has participado en el ciclo “Aprender a emprender”, de CEU Alumni y CEU Emprende. ¿Qué tal volver a las aulas donde te formaste, pero ahora como profesora?

Ha sido una casualidad muy bonita volver a los orígenes, al CEU donde mi aventura en Valencia comenzó. Si contar nuestra experiencia puede ayudar o motivar a alguien a emprender, eso es muy reconfortante.

Tu vocación por el calzado, ¿surgió ya en la Escuela de Diseño del CEU? ¿Qué te llevó al diseño de zapatos como área de especialización dentro del diseño de producto?

No, en el CEU no me centré en el calzado. Todo empezó con el director de mi colegio mayor, que era amante del diseño y le gustaban mis trabajos. Un amigo suyo, que era fabricante de calzado, quería algo diferente en cuanto a diseño y nos puso en contacto. Ahí se abrió un camino para mí en el sector del calzado, un camino que ha sido donde mi mente ha estado centrada durante estos 20 años. Muchas veces he hecho de ‘traductora’ entre fabricantes y diseñadores, ya que es complicado interpretar los conceptos a la hora de plasmarlos. Los modelistas están muy limitados con la funcionalidad y los diseñadores demasiado preocupados por ser diferentes, olvidándose de que un zapato es algo para los pies donde la estética sin función no sirve de nada y donde hay que conocer bien el proceso productivo. La unión de todo eso es lo que marca la diferencia de un buen diseño.

¿Qué recuerdas de tu etapa como estudiante? ¿Qué lección sobre diseño aprendida en la Escuela te resulta más útil en tu día a día en el trabajo?

La etapa de formación en la Escuela de Diseño del CEU la recuerdo como una época muy bonita, me encantaba el taller y hacer esas maquetas y prototipos con mis manos, tan cerca de la realidad. El paso por la Escuela me supuso una puerta para entender que un diseñador puede ir por numerosos caminos y que, aunque el desconocimiento da miedo, cuando el proyecto va avanzando te sientes capaz de aportar. Solo hay que investigar, indagar y saber todo lo posible para que tu aportación surja y sea la adecuada.

Artículo anteriorAprender “viviendo” en la antigua Roma
Artículo siguientePepe Domingo Castaño, una lección de ilusión y verdad