David Reyero, profesor Titular en la Complutense de Madrid, imparte una conferencia dentro del ciclo «Dies Academicus ” promovido por el rector y celebrado en el Paraninfo de la CEU UCH

El Profesor Titular de Universidad en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, David Reyero, ha impartido la conferencia «La suerte de enseñar en la universidad de nuestro tiempo», presentado por el rector de la CEU UCH, Higinio Marín.

El ponente ha tomado como principal referencia de su charla a los autores Allam Bloom y Fabrice Hadjadj para reivindicar la misión de la universidad en el momento actual. Por una parte, en su publicación «El cierre de la mente moderna«, Bloom se queja del declive de las humanidades y del pensamiento propio que representaban éstas en los EEUU. En este sentido, Reyero ha señalado que no podemos vivir pensando que aquel tiempo hay que reproducirlo exactamente hoy; es decir, la gente ya no puede construirse, desarrollarse o vivir en la universidad pensando en aquella que dio lugar a su origen. Al descubrir un mundo en el que existe un progresivo desinterés por lo universal o donde impera un conocimiento disgregado, atomizado, etc. -señala Reyero-, surge fácilmente la cultura de la queja, que puede desembocar en la nostalgia, melancolía… que en el fondo refleja una decepción. Este es un discurso fácil, pero no útil, cristiano ni estimulante, ha señalado el ponente.

Refiriéndose a Fabrice Hadjadj -en su publicación «La suerte de vivir en nuestro tiempo» y en una conferencia pronunciada recientemente en Madrid-, ha defendido la tesis, citando a Solzhenitsyn, de que tener coraje es más necesario que nunca para construir la universidad hoy: «El declive del coraje es el rasgo más destacable del occidente de hoy. Según Tomas de Aquino, es una virtud que confirma el espíritu del hombre frente a peligros mayores, que son peligros de muerte (…); en ese sentido, tener «ánima» es no estar desanimado, sino listo para arriesgar la vida, no por la fascinación de la muerte, sino por el deseo de la misma vida«.

La misión de la universidad

Reyero ha señalado dos características del espíritu universitario como algo distintivo propio:

1. La universalidad de lo concreto. Porque la universidad es misión, y tal como señala la palabra «missio», significa envío y tarea. La institución no vende un conocimiento empaquetado, sino que es enviada a despertar un deseo humano con valor en sí mismo, más allá de su función: la admiración por el conocimiento. Situarse en el ámbito de la comunión y la contemplación.Por otra parte ha señalado que la Universidad nos pone en relación a unos con otros a través del estudio riguroso; pero también en relación con el mundo, con la realidad, pues nada de lo real es ajeno a la universidad. El reto está en pensar cómo podemos conseguir una mirada holística sin caer en tres peligros o riesgos: el idealismo, el pesimismo y la superficialidad.

Es cierto que no podemos renunciar a la especialización, que consume tiempo y recursos. Pero tampoco buscamos realizar una difusión divulgativa del conocimiento, sino ser capaces de ir al fondo de las cosas. Quienes comparten la pasión y el rigor por comprender un campo determinado experimentan una comunión entre ellos que no pueden experimentar los superficiales, aunque compartan el mismo objeto de estudio. La universalidad la experimentan quienes viven intensamente una vida de estudio profundo y riguroso. Pero además, está la experiencia de la infinitud y la apertura a la que nos conduce cualquier conocimiento verdadero, profundo y serio; estas cualidades se encuentran en la base de lo que podemos denominar «estilo universitario».

2. Toda experiencia debe situarse más allá del optimismo o el pesimismo. Reyero ha explicado cómo todo nacimiento encierra una muerte y trae cierta novedad. La idea del espíritu universitario no está en la búsqueda de equilibrio entre dos fuerzas o en mantener la tensión de sus contrarios, sino más bien en la idea de que no estamos ante dos movimientos distintos, sino que cuando se realiza cada uno con seriedad, el uno está ya en el otro.

Los signos de los tiempos

Reyero ha señalado que los signos de los tiempos casi siempre son apocalípticos; es decir, reveladores. El ser humano se conoce en la historia y no a pesar o fuera de ella. ¿Cuáles son esos signos?. Fabrice Hadjadj señala trece en su publicación, que Reyero los ha resumido en cuatro, proponiendo cómo afrontarlos en el ámbito universitario:

  • El fin del progreso y el comienzo de la esperanza: la mayor utopía es el post humanismo en favor del tecno optimismo con tendencias anti-intelectuales. Esto es una huida desesperada que pone la esperanza en un solucionismo tecnológico para superar nuestros límites; revela un hambre, pero desesperada. En cambio -dice el autor- el ser humano está abocado a la esperanza, diferenciando el logro del camino. La esperanza se sitúa más bien en el ámbito del camino. Quien enseña a quien no sabe, cree en los recursos de quien desea aprender. Se sitúa en el ámbito de la natalidad, de la esperanza radical. Si nadie quisiera ser profesor tras entrar en nuestras clases, sería una señal de que nuestra esperanza está casi perdida.
  • Una tecnología sentimental: el mundo actual es el de la tecnología. Los medios aparecen como fines en sí mismos, que de alguna manera definen el fin del ser humano: nos transforma privándonos de nosotros mismos (aislándonos, alienándonos). Los medios se interponen entre los demás y nosotros, sometiéndonos a ellos. Nuestra afectividad se vuelve casi infantil y no somos capaces de educar nuestra sensibilidad y sentimientos.
  • La desmaterialización. Hemos pasado del paradigma de la cultura al de la ingeniería. La materia es una realidad caracterizada por unos límites físicos. Frente a ella, los ingenieros la ven como algo posible y resistente. Los datos son objetos que ratifican la vida y la técnica nos conduce a un desarraigo. En cambio la cultura es cultivo y exige permanencia, presencia y respeto a los tiempos, paciencia, cuidados. Aquí se encuentra la universidad, que exige presencia, lugares, cuerpos. La presencia marca la diferencia.
  • Primacía del dato frente a la debilidad de la carne: al terminar con la comunidad, terminamos con el individuo.

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