Este tipo de entrenamiento no solo promueve nuestra autonomía y bienestar, sino que contribuye a una vida plena y activa, como explica el profesor del Grado en CAFD del CEU de Castellón Alejandro Zurano.

El entrenamiento de fuerza (entendido como la ejecución sistemática de ejercicios destinados a incrementar la resistencia muscular mediante sobrecargas progresivas) se ha convertido en una estrategia esencial en el ámbito de la actividad física y el cuidado de nuestra salud. Sin embargo, el desarrollo de la fuerza no se limita únicamente a la mejora de las capacidades físicas, sino que se inserta en un concepto más amplio de salud integral, orientado a vivir con calidad en el día a día. En este sentido, el fortalecimiento muscular no solo promueve nuestra autonomía y bienestar, sino que también contribuye a una vida plena y activa, haciendo de nuestro cuerpo una herramienta capaz de responder con eficacia a las exigencias cotidianas.

A lo largo de las últimas décadas, múltiples estudios han mostrado que el impacto de este tipo de entrenamiento, más allá de la mera obtención de un cuerpo más fuerte o una apariencia más atlética, beneficia a la persona en todas sus dimensiones. A modo de ejemplo, vamos a profundizar en los efectos positivos que aporta la fuerza en tres áreas, ampliamente respaldados por la evidencia científica.

‘Se trata de un tipo de entrenamiento que deberíamos integrar en nuestra vida para cuidar nuestra salud y bienestar, siempre bajo la guía de un profesional de la actividad física y del deporte’

Prevención de lesiones

La ciencia señala que unos músculos más fuertes y resistentes contribuyen a estabilizar las articulaciones, mejorar la postura y equilibrar las cargas sobre el sistema musculoesquelético. Cuando nuestro cuerpo está equilibrado, las probabilidades de sufrir lesiones, ya sea por movimientos bruscos, caídas o por sobreesfuerzos, se reducen significativamente. Además, el entrenamiento de fuerza promueve la adaptación de tendones y ligamentos, fortaleciéndolos y aumentando su capacidad de absorber impacto. De esta forma, la práctica constante y bien planificada de ejercicios de fuerza actúa como una medida preventiva eficaz frente a distintos tipos de lesiones.

Mejora de la funcionalidad

La funcionalidad se entiende como la capacidad del cuerpo para realizar con eficiencia las tareas diarias: desde levantar objetos pesados hasta mantener la estabilidad al caminar. En este sentido, al incrementar nuestra fuerza muscular, mejoramos el patrón de movimiento, perfeccionamos la coordinación neuromuscular y potenciamos el equilibrio. Estas adaptaciones nos permiten desenvolvernos con mayor solvencia en actividades cotidianas y deportivas y, además, reducen la fatiga y el riesgo de caídas o torceduras. En consecuencia, no solo nos volvemos más competentes físicamente, sino que también adquirimos mayor autonomía en nuestra vida diaria.

Cuidado de la salud en la vejez

Entre los múltiples riesgos de salud asociados a esta etapa vital, destaca la aparición de sarcopenia: una pérdida progresiva de masa y fuerza muscular que conduce a una disminución de la capacidad funcional y un aumento del riesgo de fracturas óseas. Numerosas investigaciones han demostrado que la práctica regular de ejercicios de resistencia puede mitigar estos efectos, manteniendo la masa muscular, la densidad ósea y la fuerza requerida para llevar una vida activa e independiente durante la tercera edad. Así, el entrenamiento de fuerza se convierte en una herramienta preventiva que prolonga la calidad de vida.

En definitiva, se trata de un tipo de entrenamiento que deberíamos integrar en nuestra vida para cuidar nuestra salud y bienestar. Eso sí, siempre bajo la guía de un profesional de la actividad física y del deporte, que es quien conoce sus fundamentos y metodologías y sabe adaptarlos a las diferentes necesidades, edad y condiciones de cada persona.

La práctica regular de ejercicios de resistencia ayuda a mantener la masa muscular, la densidad ósea y la fuerza requerida para llevar una vida activa e independiente en la tercera edad.

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