La profesora de Magisterio Carmen Díez analiza las competencias emocionales de los docentes en situaciones críticas

Identificar en el profesorado, por un lado, las reacciones emocionales ante las situaciones emergentes de la sociedad como ha sido la pandemia de COVID 19 y sus consecuencias. Y por otro, cómo el programa EmocionaTFamilia, que se desarrolla desde hace varios años, contribuye a la mejora de la competencia emocional de los integrantes de la escuela que participa en éste. Ese ha sido el objetivo de la investigación realizada por la profesora de Magisterio de la Universidad CEU UCH en Elche, Carmen Díez junto a Rafael Marcos de la Universidad Internacional de la Rioja.

Mediante diversas entrevistas a docentes españoles y colombianos, los investigadores han comprobado cómo los participantes de este estudio presentan, en su mayoría, un gran impacto a raíz de la situación vivida con la COVID-19. “De hecho, nos hacen partícipes de miedos vinculados a la claustrofobia, eremofobia, aceptación, oscuridad, miedo a las críticas, a la soledad, a estar solos, dudar de su tarea, entre otros. Lo que nos plantea, ¿disponemos de los medios adecuados para llevar esta carga?”, aseguran.

Y es que, a su juicio, el impacto del miedo posterior a la pandemia ha provocado cambios drásticos en las competencias socioemocionales necesarias para hacer frente a este nuevo escenario. “Las emociones del docente son relevantes porque desempeñan una función adaptativa y de nexo con nuestro organismo. De hecho, esta conexión del organismo afecta en la satisfacción laboral, el agotamiento y la identidad del propio docente”, afirman.

¿Están preparados los docentes ante situaciones de cambio?

“Esta investigación se acerca a comprender estos fenómenos, brindando oportunidades para examinar si nuestro currículo de formación y actualización docente hace frente a todas estas circunstancias”, reconocen. Por ello, además de conocer las percepciones y opiniones de los docentes, se ha implementado la formación del Programa EmocionaTFamilia. Así, se diseñaron siete sesiones, con los tres niveles de desarrollo observados en el pre-test observado. En el primer nivel, el desarrollo de la sensibilización y formación básica en educación emocional; en el segundo nivel, el desarrollo de las competencias emocionales y en el tercer nivel, el afrontamiento del miedo.

“Los resultados demuestran que, una vez implementado el programa, se aprecia una mejora de las medias de todas las dimensiones emocionales y en el afrontamiento del miedo. Estos hallazgos nos ponen en un escenario que alerta sobre la necesidad de una adecuada orientación socioemocional en la formación y actualización docente para gestionar las emociones y el miedo en el aula”, aseguran los expertos.

El termómetro del programa EmocionaTFamilia

A medida que aumenta la importancia otorgada a las emociones de los docentes, se genera la necesidad de crear programas que puedan tomar la temperatura de dicha necesidad, entienden Díez y Marcos. Uno de ellos es el Programa EmocionaTFamilia, que viene desarrollándose desde hace años y que tuvo un papel relevante durante el confinamiento por la pandemia.

“De hecho, el programa toma la temperatura emocional de sus participantes antes y después de la implantación en variables tan relevantes como la atención, la claridad y la reparación emocionales además del impacto del miedo desde su tipología y adaptación evolutiva. Los docentes pueden compartir estas situaciones con sus compañeros para intercambiar ideas y/o dudas en su camino profesional. Mientras intercambian estas ideas pueden repensar con mayor claridad su desarrollo emocional y profesional”, aseguran.

Otra implicación de los programas de formación es que los participantes pueden establecer algunas metas ante las sesiones e incluso revisar las creencias o expectativas de su formación. “Una vez ha sucedido la formación, las reflexiones y sus propias creencias se van colocando, ofreciéndoles armonía para poder afrontar mejor los cambios en su camino profesional”, recalcan.

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