Una entrevista e imágenes de Andreina Pietri
En el Día Internacional del Migrante, 18 de diciembre, fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el propósito de reconocer los esfuerzos, aportaciones y derechos de los migrantes a nivel global, EL ROTATIVO se adentra en esta realidad social conociendo la historia de vida de Adriana Morales.
Adriana Morales Guerrero es un claro ejemplo de lo que es ser migrante, puesto que ha vivido la experiencia no solo una, sino dos veces, y en países diferentes. Psicopedagoga, licenciada en educación especial con maestría en autismo y 28 años de experiencia en su país natal, Venezuela, su trayectoria traspasa fronteras. Adriana ha trabajado en el área de inclusión educativa en un colegio en Lima (Perú) antes de dar el salto a otro continente, Europa, con su llegada a Valencia, España. Una experiencia narrada a través de un Podcast Día del Migrante realizado en los estudios de radio de la Universidad CEU Cardenal Herrera y que conocemos mediante esta entrevista.
Adriana, ¿de dónde vienes y cuál ha sido el camino hasta llegar aquí?
Soy venezolana y salí de allí en el año 2016. Hice una primera migración a Lima, Perú, donde estuve durante siete años y medio. Ahora estoy en Valencia, desde diciembre del 2023. Ha sido un recorrido difícil, pero también lleno de muchas experiencias y de momentos gratos que he logrado vivir, tanto en un país como en el otro.
¿Qué te motivó a dejar tu país y empezar un camino hacia lo desconocido?
La situación política de Venezuela se fue agudizando cada vez más, y para los venezolanos ha sido muy difícil mantenerse dentro del país con estos cambios tan constantes de un sistema político que no ayuda a los ciudadanos. Cada vez era más difícil sostenerse económicamente y eso hizo que, a lo largo de los años, comenzaran a salir muchísimas personas del país. A mí me tocó en el 2016, producto de un cambio de trabajo de la persona con la que yo estaba casada en ese momento; le ofrecieron una oportunidad de estar mejor en Lima, Perú, donde tuve la fortuna de poder entrar a trabajar en una institución educativa y poder seguir ejerciendo mi profesión. Ese fue el lado amable del proceso migratorio y no lo pensamos mucho, pero fue difícil, porque dejas atrás tu vida, tu profesión, tu familia y todo a lo que venías acostumbrado. Sin embargo, si colocas en una balanza lo que vives en Venezuela y lo que ibas a comenzar a vivir en este nuevo país, dices: acepto el reto y comienzo a tratar de tener un nuevo estatus de vida en otro país.
«no soy la misma persona que salió en el 2016, He tenido que crecer muchísimo como persona»
Nos has contado que tu primera migración fue a Perú, ¿qué es lo que hizo que decidieras emigrar una segunda vez?
Tras siete años y medio pasaron muchas cosas en Perú y muchas de ellas se comenzaron a parecer a lo que viví en Venezuela. Sumado a esto, lamentablemente en Perú empezó a surgir una ola de discriminación y de xenofobia tremenda hacia los venezolanos. Estaba sola, no tenía ningún tipo de familia y sí les confieso que hubo momentos en los que no quería salir y no quería hablar, porque me daba miedo que identificaran mi acento y que cualquier persona me hiciera algo en la calle. Aunado a eso, tuve una situación de salud en Lima que me limitó durante unos días y no tenía a nadie que me ayudara. Finalmente dije: creo que es el momento de irme a un lugar que me ofrezca otras experiencias y que además me arrope un poco más con respecto a la parte familiar. Aquí en Valencia tengo una hermana, por lo que pensé que era momento de mudarme a un lugar donde pudiera estar un poco más acompañada y donde quizás pudiera tener un poco más de seguridad que la que me estaba ofreciendo en ese momento Lima, donde hay un alto nivel de inseguridad que me comenzaba a preocupar, porque eso se parece a lo que ya yo había vivido en Venezuela.
Sabemos que toda migración implica sacrificios, ¿Cuáles son algunas de las cosas a las que has renunciado o cambiado en todo este proceso de migrar?
El sacrificio más grande es el dejar atrás a tu familia, porque ves que va pasando el tiempo y que la gente que dejaste cambia un montón y tú te pierdes todos esos cambios. Por otro lado, el que tengas que llegar a este país y demostrar quién eres, porque en tu país ya sabían todos quien eras. A este nuevo país donde llegas tienes que decir: yo soy Adriana Morales, soy psicopedagoga y sé, y quiero aportar. Otra parte que es bastante compleja es homologar el título, hacer papeleo y económicamente es rudo porque, en todo este proceso, no puedes trabajar. Afortunadamente pude hacer una base en Lima, pero y si no, ¿cómo hago?, tengo que trabajar, y de manera ilegal no es lo ideal. Entonces hay muchas cosas que sacrificas.
«El sacrificio más grande es el dejar atrás a tu familia»
¿Qué dificultades has notado que tienen los migrantes?
En mi experiencia me encontré con personas que tuvieron que inclusive salir caminando del país, personas que no tuvieron la misma suerte que tuve yo de poder llegar y al tiempo ejercer mi profesión, sino que son profesionales, pero tienen que hacer cualquier cosa porque no hablan el idioma. Migrar es un proceso fuerte, es un proceso difícil y es de valientes, sin embargo, también es de valientes quedarse en el país viviendo todas las penurias que mi país amado tiene. Sé que hay muchos migrantes que han tenido que pasar por cosas bien rudas y que, dentro de todo, mi proceso ha sido un poco más amigable.
¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza volver a tu país?
Siempre, ese es un pensamiento recurrente, tener la posibilidad de volver a sentirte en tu tierra, en tu país, en un lugar en el que todo el mundo habla como tú, en un lugar en el que todo lo que hiciste vale y no tienes que hacer nada más. Yo creo que eso es algo que siempre está allí presente, pero es muy difícil porque aún estamos más o menos en la misma situación en la que yo me fui, seguimos con los mismos gobernantes, seguimos más o menos con los mismos problemas y no sería tan fácil regresar.
¿Piensas que el ser migrante y tener que abrirte a otros caminos y oportunidades te ha enriquecido como persona?
Sí, totalmente. Yo estoy segura de que no soy la misma persona que salió en el 2016. He tenido que crecer muchísimo como persona: creo que mi nivel de resiliencia es completamente distinto al que tenía en Venezuela, creo que soy mucho más paciente, mucho más observadora, mucho más respetuosa de los procesos de los demás, creo que soy una persona más consciente de lo que significa carecer de muchas cosas de las que antes no carecía en mi país. A lo largo de todo este tiempo, he tenido que crecer definitivamente.