Una crónica de Borja Gregori / Imágenes: CEU UCH
El refranero valenciano es amplísimo y para cada situación de la vida diaria hay un dicho. Desde brindis para hacer referencia a la prosperidad económica como “Força al canut”, hasta formas para decir que la comida está puesta como “A la taula i a llit, al primer crit”. No obstante, si alguno se ha hecho popular en estos meses ha sido “El Poble salva al poble”.
El pasado 29 de octubre, la Dana afectó a más de 845.000 personas. En medio del desastre los valencianos salieron de sus casas a ayudar a sus vecinos. La imagen quedará ya para la historia. Casi mes y medio después, aún queda mucho que hacer, pero como bien dice el dicho, “Tota pedra fa paret”, y la Universidad CEU Cardenal Herrera quiso dejar su granito de arena el pasado sábado con la Carrera Navideña Solidaria, organizada por el Servicio de Deportes.
Personalmente, era la primera carrera post maratón. Y no, no era una carrera más porque además de ser solidaria, donde todo el dinero recaudado irá íntegramente para los afectados por la Dana, se disputaba por las calles que han fraguado mis dos maratones más especiales, el primero y el de este año. Y pese a que no era mi distancia favorita, ni de lejos, cinco kilómetros, los objetivos eran claro: bajar de 17 minutos y 45 segundos o lo que es lo mismo, bajar de 3:33 el kilómetro y lograr bajar mi mejor marca en la distancia e intentar subir al pódium de la carrera.
El reto era mayor. El recorrido de dos vueltas por Alfara del Patriarca lo conocía a la perfección y es que probablemente gran parte de los alumnos, administrativos y docentes de la Universidad alguna vez me han visto pasar y sufrir haciendo algún que otro entrenamiento. Pero esto no es una ciencia exacta, es deporte y no siempre salen las competiciones como uno quiere. A veces se gana y, otras muchas, más de las que vences, se pierde o no se logra el objetivo.
Seguía lastrando el cansancio del maratón de hace dos semanas y pese a lograr pasar en tiempo la primera vuelta, a pocos segundos de la cabeza de carrera, el cansancio y, sobre todo, el calor me comenzaron a pasar factura. Al principio de la segunda vuelta mi cuerpo dijo hasta aquí y pese a los ánimos de los cerca de 50 voluntarios universitarios, la fatiga fue creciendo exponencialmente. De hecho, no mentiría si dijera que no sufrí tanto en el Maratón de Valencia como en el último kilómetro de carrera. Pese a ello, aquí está la gracia no sólo de las competiciones, sino de los entrenamientos. Caer, aprender y levantarse.
En la anécdota quedará el octavo puesto y acabar la carrera en 18 minutos 15 segundos (3:39 minutos/kilómetros). Ahora ya toca mirar la siguiente prueba y seguir aprendiendo. No es mentira que no era una carrera para competir -el claro ejemplo fueron los cuatro corredores del Run Club, equipo de atletismo formado por universitarios del CEU, que se disfrazaron de Spiderman o el grupo de universitarias con gorros navideño-, pero el gen competitivo siempre está ahí. De hecho, a la carrera se acercó Emilio Aguayo, campeón del Ironman de Wisconsin en 2019 y campeón de España en duatlón el año pasado aunque esto ya es historia, eso sí, la Universidad CEU Cardenal Herrera hizo su “Tota fa paret”.