M.ª Luisa Ferrerós: “El vínculo de padres a hijos ha de ser con el corazón, implicación y cariño”

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María Luisa Ferrerós

Informa Raquel Granell / Imagen: Editorial Planeta

M.ª Luisa Ferrerós, una de las psicólogas infantiles más prestigiosas, vuelve a las andadas de la escritura con ‘Dame la mano’, un libro publicado en Editorial Planeta que tiene la intención de servir como guía a quienes deciden embarcarse en la tarea de criar y enseñar a los más pequeños. El Rotativo ha tenido la oportunidad de charlar con la autora sobre los temas que más preocupan, hoy en día, y que se recogen en el libro.

¿Existe la familia perfecta?

No, a mucha gente le gustaría ser perfecto, pero ese no es el objetivo. Debemos ser una familia conectada emocionalmente, que disfruta de los momentos y que vive la paternidad como un reto o aventura y la disfruta en positivo. En cuanto te obsesionas en ser perfecto, dejas de disfrutar lo que tienes porque estás pendiente de la checklist, de todo lo que tienes que hacer.

¿Qué expectativas se crean los padres antes de serlo?

Sobre todo hay mucha presión social sobre el tema de la maternidad. Ahora está muy valorada, como lo mejor que te pasa en la vida. Todo se dibuja de color de rosa, pero los niños no son juguetes ni robots que puedas apagar y encender, tienen vida propia y van a su “rollo”. Yo tengo a muchas parejas que dicen: “es que a mí no me lo habían explicado”, a lo que les contesto que la realidad no se explica en las redes sociales. La gente tiene niños pensando que es fantástico y que a los dos días recuperas la figura, pero todo cuesta mucho más: cuando acabas de parir tienes 5 kilogramos más, el niño llora, está cansado, la pareja no actúa como esperas…, entre otras cosas. Hay un poco de caos y nadie te lo explica, no aparece en las redes, por lo que es importante buscar referencias contrastadas para saber por dónde ir y tomar decisiones más realistas.

¿Cuál es la realidad que no se ve en las redes sociales?

En las redes sociales se dibuja una paternidad idealizada en la que todo es precioso, los niños son monísimos, los padres fantásticos…, por lo que no se ve cuando tenemos conflictos con ellos, cuando lloran o tienen sueño, es decir, se muestra una parte muy idealizada que genera expectativas altas y que luego chocan con la realidad. Al final, esto genera mucha frustración.

¿Por qué hay padres que publican a sus hijos? ¿Hasta qué punto es ético?

Una cosa es la gente que quiere mostrar que está orgulloso de su familia y les hace ilusión que veas a sus niños, hasta ahí entra dentro de lo normal. El límite se rebasa cuando empiezas a utilizar a tus hijos como los youtubers, aunque aquí en España no lo veo tanto, se ve más en los americanos. Hay gente a la que le gusta proteger mucho su intimidad y a otros en cambio les gusta enseñarlo.

¿Qué piensas sobre las influencers que muestran todo?

Es su manera de vivir, pero a mí lo que me gustaría alertar es que la gente que les sigue tiene que darse cuenta de que los posts y lo que suben están preparados, no es la realidad. Ellas se cuidan mucho y tiene muchos recursos, pero el resto de la gente no. Últimamente he visto alguna que muestra su barriga, sus imperfecciones…

¿A qué edad debería dejarse al niño conocer las tecnologías? ¿Crees que son perjudiciales?

Las tecnologías no son ni buenas ni malas en sí mismas, hay que enseñarles a utilizarlas y sobre todo a apagar y desconectar, es decir, aprender a filtrar y a controlar el uso. Hay que elegir bien los contenidos y dosificar el uso adaptándolo a las diferentes edades. Una tendencia curiosa es que ni Bill Gates ni Steve Jobs dejaban que sus hijos utilizaran los móviles o tabletas hasta que fueron casi adolescentes. La experiencia real de padre/madre-hijo/a siempre es mejor y más estimulante, pero si no puedes estar con ellos pues hay apps o programas de televisión muy interesantes. Aun así, no podemos utilizar las nuevas tecnologías como si se tratara de «canguros de los niños”. Yo lo único que recomiendo es sentido común.

María Luisa Ferrerós

¿Sigue siendo la mujer quien se ocupa del cuidado o eso ha cambiado?

Creo que mayoritariamente siguen siendo las mujeres, pero sí que se observa un cambio de tendencia con muchos padres implicados que empiezan a compartir las tareas de cuidado y educación de los hijos.

¿Cómo deberíamos educar a los niños? ¿Qué pautas se incluyen en el libro?

En ‘Dame la mano’ intento ser un faro o una guía para saber hacia dónde hemos de ir y ser un poco el objetivo de la educación, así como indicar las claves relevantes, que para mí son la confianza o la conexión. Ahora estamos perdiendo un poco el rumbo porque nos enfocamos en lo que tenemos que hacer para ser perfectos. Mi consejo es olvidarse de la checklist y ocuparse de estar con tu hijo, de conectar con él, es decir, estar presente, porque esa es la manera en la que uno va a poder construir una relación fructífera con sus hijos.

¿Crees que las familias pueden verse reflejadas en los problemas que plantea ‘Dame la mano’?

En el libro no hago juicios de valor, pero si que puedes darte cuenta de que te has desviado un poco, descuidándote de lo importante. Esto no significa hacer regalos a los niños, sino sacar algo de tiempo y sentarte cinco minutos de verdad a jugar con ellos. He oído a muchos padres que decían: “cuando son pequeños no se enteran”, no, se enteran de todo.

¿Cómo se deben resolver los conflictos con los más pequeños?

Con paciencia, poniéndote en su piel, sin gritar y buscando un aprendizaje, teniendo clara además la hoja de ruta y buscando el apoyo entre los adultos. También depende del tipo de conflicto. En el libro explico varios ejemplos, pero no menciono ninguno para no hacer spoilers.

¿A quién se lo recomiendas?

A los padres primerizos, a los que ya lo son y a los abuelos. A todos aquellos que tengan niños a su alrededor. ‘Dame la mano’ ilumina el camino en el que ahora tenemos muchas informaciones y estamos perdidos. Lo importante está en darle la mano a tu hijo.

¿La falta de tiempo puede repercutir en su desarrollo personal y educativo?

Yo creo que los niños saben distinguir muy bien si no les dedicas tiempo y pasas de ellos, o si eres una persona trabajadora que cumples un horario de trabajo para darles un futuro mejor a ellos. Ellos saben si te escaqueas, lo notan. Obviamente un niño nunca te va a echar en cara que has estado trabajando por y para él, saben apreciar los ratitos que estás con ellos. Es importante también que cuando estamos con el niño nos concentremos y dejemos los aparatos electrónicos a un lado para compartir tiempo y experiencia con ellos, eso genera el vínculo que si se pierde ya no vuelve.

¿Qué papel tienen los padres y la escuela en el desarrollo del niño? ¿Qué se fomenta desde casa?

Es progresivo. La familia es la que tiene un peso específico más importante en la primera infancia. A partir de los 7-8 años la escuela pasa a tener un papel preponderante porque el niño empieza a socializar, entrar en este mundo. Por su parte, en la adolescencia tienen más peso los amigos. Se le da una vuelta a la tortilla.

¿Cuál es la conexión que deben establecer los padres para construir una buena relación?

Lo más importante es establecer relación de confianza desde bien pequeños. Los padres han de tener paciencia, dejar que se equivoque, que se vista solo, tenga sus responsabilidades… De esta manera confía en sí mismo y contigo. Lo que no pueden hacer los padres son los interrogatorios típicos de “dónde has ido, con quién, y por qué no me has contestado”. Tu hijo no te hablará nunca más porque genera un rechazo completo. Se debe hacer lo contrario: preguntar qué tal y generar conversación en la que tu hijo sea capaz de confiar en ti y te cuente por sí solo, evitando los juicios de valor.

María Luisa Ferrerós

¿Cómo se genera la confianza?

Para generar confianza hay que ser coherentes, cuando dices no es no y cuando dices sí es sí. Y esto debemos cumplirlo todos, tanto los abuelos como el canguro. El niño tiene que ver un criterio común para que confíe en ti. Otra cosa muy distinta es las normas que los abuelos imponen en su propia casa, un territorio aparte.

¿Es verdad que la personalidad se forma según la educación de los padres, además de las vivencias?

La personalidad del niño se forma en base a la genética, que consta de un 25%, mientras el 75% restante son todas las vivencias que viven; primero en el entorno familiar, que tiene un peso muy fuerte porque los primeros años conviven con su familia; después el colegio y los amigos.

¿Los padres son culpables de la conducta posterior de los hijos cuando se convierten en adolecentes?

Culpables no, no lo creo. El tema está cuando los niños empiezan en la adolescencia con comportamientos inadecuados, donde empiezan a tener muy poca influencia los padres. En la adolescencia las influencias son externas, como el grupo de amigos, el colegio…, se desconectan del ámbito familiar. Al fin y al cabo, los padres tienen la responsabilidad de dar valores y criterio propio al hijo para cuando llegue a la adolescencia sepa saber decir que no o filtrar. A veces los hijos aprenden lo que quieren por sí solos. Un ejemplo: cuando el niño te llega con lo que tienen los demás y aceptas, le estas dando el poder que el criterio no lo tienes tú, sino el resto. Hay que fijarse en los efectos de hoy que se convertirán en las consecuencias del mañana. En cuanto a las faltas de respeto, hay que ponerles límite porque si no va in crescendo y no te haces de respetar.

¿Cómo se aprende esa responsabilidad?

Los padres educamos no tanto cuando le pegamos un sermón para que aprenda algo, sino que lo hacemos permanentemente mientras vivimos. En el día a día les damos señales, hitos y valores sin darnos cuenta. Ellos ven si eres puntual, si trabajas, lo viven, se lo inculcas implícitamente.

Desde tu labor como psicóloga, ¿qué casos has vivido?

De todo. Llama la atención que los niños aprenden lo que les parece. Me acuerdo de uno que tenía 11 y era buen estudiante, pero de repente perdió la motivación, suspendía. Los padres estaban preocupados, desesperados, ya que el padre había sido muy trabajador, responsable y le habían educado en el esfuerzo. Entonces el niño me dice: “yo no quiero estudiar ni trabajar porque eso hace que no tengas tiempo para jugar con tus hijos”. El niño relacionó que si su padre no había tenido tiempo para jugar con él, eso era malo. “Yo no quiero ser como mi padre porque no quiero perderme los ratos de jugar con mis hijos por estar trabajando”, es lo que él estaba intentado decirme.

¿Cómo les ayudas?

Cuando son pequeños hacemos el diagnóstico, una prueba proyectiva. Esta se basa en unos test con dibujos e historias para averiguar qué pasa. Muchas veces la terapia y las pautas las hacemos a través de los padres y lo modificamos para conseguir cambiar la conducta del niño porque los pequeños no pueden venir a terapia. Lo que hago con niños más mayores es gestionar los sentimientos y controlarlos, sin embargo, con adolescentes ya son terapias más normales.

La sobreprotección es un problema, ¿cuáles son sus consecuencias?

Genera niños dependientes, contrariamente a lo que podríamos imaginar. El niño se siente inseguro y desarrolla una dependencia casi toxica porque no se atreve a hacer nada sin sus papás. No provoca nada bueno: ansiedad, miedo… El mensaje que le das al niño con esto es que no te fías de él y esto es perjudicial.

¿Cuál dirías que es la mejor relación entre padre/madre-hijo/a?

El vínculo ha de ser con el corazón, con implicación, cariño, dedicación…sobre todo evitar la sobreprotección e ir dejando que poco a poco el/la niño/a alcance su propia autonomía.