Responsables de Youcanyolé participaron la semana pasada en el ciclo Educar para la Salud de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Castellón. A lo largo de su intervención, explicaron a los estudiantes la labor que vienen desempeñando desde hace tres años en África así como los retos que se han marcado a corto y medio plazo. El doctor Miguel Medina, presidente de la ONG castellonense, lo cuenta en esta entrevista, que se ha producido unas semanas antes de la firma de un convenio de colaboración con la CEU-UCH. Un acuerdo que permitirá, entre otros, la incorporación de estudiantes de la Cardenal Herrera a las expediciones solidarias de Youcanyolé.¿Por qué fundar Youcanyolé? ¿Era necesario?
La fundamos el 24 de diciembre de 2012 para canalizar, a través de una asociación, toda la ayuda que nos llegaba, tanto económica como material (gafas /ropa) para los países empobrecidos. Y además queríamos continuar la labor sanitaria que ya habíamos comenzado en los barrios de Slums de Kibera/Mukuru (Nairobi), con otra ONG Care Highway en el 2006, con la que participamos durante 5 años consecutivos, como voluntarios y como organizadores.
Cuál el criterio de selección de proyectos. ¿Por qué África?
Nuestro trabajo es en África porque allí nos iniciamos en cooperación, conocemos a sus gentes y nos enamora su vitalidad, su estilo de vivir al día, el ahora.
La selección de los proyectos en Kenya y Ghana se ha fundamentado por el compromiso de nuestras contrapartes en aquellos países.
En Ghana, el misionero comboniano Father Joe Rabiossi y en Kenya el misionero Father Tony Amisah (DIWOPA). Ellos nos dan cobertura legal y aseguran la continuidad de nuestros proyectos.
Aunque nuestra ONG no tiene una orientación religiosa, es cierto que las contrapartes más fiables actualmente son los misioneros, en este caso católicos.
Son básicamente cuatro. El primero, realizar asistencia médica itinerante y ambulatoria en los países empobrecidos, además de desarrollar programas de desparasitación y construir dispensarios médicos de atención continuada en los barrios y países donde trabajamos.
En segundo lugar, permitir que el personal (sanitario o no), pueda realizar tareas de cooperación y desarrollar sus inquietudes de voluntariado con sus propias manos.
Aunar esfuerzos con otras asociaciones mediante acuerdos marco sería el tercero.
Y, por último, divulgar a través de charlas, como la que hemos impartido en la CEU-UCH de Castellón, la realidad de los países empobrecidos para concienciar a la población de nuestra sociedad.
¿Qué retos tenéis a corto y medio plazo?
La creación de un dispensario médico en el barrio de Soweto al lado de Nairobi. Continuar con las expediciones médicas, dos al año, a Ghana y Kenya. Conseguir más socios que soporten económicamente los proyectos que requieren una continuidad en el tiempo (aunque la aportación sea poca, toda ayuda es importante).
Además es fundamental el registro de nuevos socios, que sean numerosos para poder acceder a subvenciones de las instituciones públicas.
Habláis de acuerdos marco, ¿con quiénes colaboráis actualmente?
Tenemos firmados 3 acuerdos marco, con Medicus Mundi, Ameafrica e In my father house, pero también hemos realizado otras actividades de carácter solidario cuando nos lo han requerido.
Y en breve firmaremos un acuerdo de colaboración con la Universidad CEU Cardenal Herrera.
El nombre de la ONG es muy significativo. ¿Realmente se pueden cambiar las cosas?
El nombre de la asociación surgió en un momento de inspiración en el estábamos un poco desanimados por haber acabado nuestra etapa con la anterior ONG con la que trabajábamos. Pensamos que debíamos interpelarnos a cada uno de nosotros para seguir adelante con nuestra labor sanitaria en África con energía, fuerza y determinación. Y por eso surgió el nombre (You can y olé).
Creemos firmemente que el mundo puede cambiar a mejor, que todos somos iguales en la sociedad y que todos merecemos una vida digna. En los países empobrecidos esto no sucede y eso podemos cambiarlo entre todos. Nuestro lema es el de la Madre Teresa de Calcuta: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota de agua en el océano, pero sin ella el océano estaría incompleto».
Youcanyolé cumple este mes tres años. ¿Qué balance hace?
En los últimos dos años hemos realizado 4 expediciones a Etiopía, Kenya y Ghana.
El crecimiento ha sido vertiginoso y en ocasiones nos asusta la tremenda responsabilidad que supone poder dar respuesta correcta a todos los requerimientos que se nos hacen.
Youcanyolé ha crecido principalmente gracias a sus voluntarios. A su fuerza, energía y juventud. En estos momentos hay más de 50 voluntarios activos que no dejan de conseguir eventos que permitan difundir nuestros proyectos y también recaudar fondos económicos para desarrollarlos.
Sin duda alguna, ha tenido una labor importante para nuestro crecimiento la difusión a través de las redes sociales como Facebook. El encargado de esta labor, Fran Raya, ha realizado un trabajo impresionante.
Además de los voluntarios, ¿cuántas personas forman parte de la asociación?
En la Junta directiva somos 10 personas: 2 médicos, 2 enfermeras, 1 dentista, 2 economistas, 1 estudiante de INEF, 1 bombero y 1 marketing manager.
¿Hay muchas personas jóvenes entre esos voluntarios? ¿De qué profesiones o estudios?
Aproximadamente el 50% de nuestro voluntariado son jóvenes, entre ellos estudiantes de Medicina, Enfermería, INEF, Criminología… En cuanto a los profesionales, contamos con enfermeras, dentistas, médicos, bomberos, amas de casa, administrativos, técnicos de Rayos, economistas…
¿Acabamos con el mito de que los jóvenes de hoy no son solidarios?
Por supuesto. Sin ellos Youcanyolé no habría conseguido llegar a tanta gente. Ellos dan charlas en los colegios y difunden la realidad de los países empobrecidos y ellos nos empujan a los de más edad para esforzarnos y creer que todo es posible sumando esfuerzos.
Las expediciones en las que conviven personas de 16 años con otras de 53, en las que se viven experiencias realmente fuertes nos unen, y sentimos que todos somos uno.
¿Qué aporta ayudar a los demás?
La empatía es un arma vital para cambiar el mundo. Cuando llegamos a estos países, vemos con nuestros propios ojos lo que vemos y somos capaces de ponernos en el lugar de otro, nuestra vida cambia radicalmente.
Ya nunca volvemos a ser los mismos. Relativizamos todo al llegar a nuestra sociedad y somos más felices.