La profesora de Magisterio de la CEU UCH María Calvo analiza en este artículo la importancia de la colaboración entre docentes y familias para la formación de los ciudadanos del futuro

Cuando llega la vuelta al cole, a menudo la asociamos con el fin de las vacaciones y el regreso al estrés. Sin embargo, para muchos padres significa volver a las rutinas, y a disponer de los soportes que les ayudan a la conciliación familiar. Visto de ese modo, la escuela se convierte en el lugar seguro en que los niños van a pasar un número de horas más o menos equivalente a la jornada laboral de sus padres. Para muchos maestros, además del fin de las vacaciones, es un momento de rencuentro, de expectación, de conocer al grupo nuevo que entra en septiembre. 

Por otra parte, los niños, que son el foco del asunto, se encuentran entre dos frentes: los padres o los familiares con los que conviven y los maestros con los que desarrollan el componente académico de su educación. Visto así, parece que cada cual tiene un papel que desarrollar y todo fluye, pero la realidad es que, para que fluya, es necesario que los tres pilares -familia, escuela y alumno- se relacionen activa e intencionalmente.  

‘Para que la educación fluya, es necesario que los tres pilares -familia, escuela y alumno- se relacionen activa e intencionalmente’

  María Calvo Barrachina,
profesora de Magisterio en la Universidad CEU Cardenal Herrera  

La familia, como agente informal (en el sentido de no haber recibido formación reglada para ejercer esta función) de la educación de los hijos, puede ser parte activa de la vida escolar más allá del AMPA y del Consejo Escolar, sin quitar relevancia a estos dos organismos de participación y toma de decisiones. Los padres que entran en el aula como voluntarios apoyando al profesor en rincones de lectura, de ciencia, tecnología o matemáticas, liberando al profesor de tareas sencillas como preparar fotocopias, decorar los paneles, corregir ejercicios con plantilla o preparar materiales, ven recompensado su tiempo por la apreciación de estudiantes y maestros. 

Estrechar vínculos

Y los maestros, consiguen liberarse de algunas tareas. También los padres pueden participar organizando eventos que refuercen los lazos de convivencia de la comunidad educativa, o tareas organizativas de apoyo. De esta manera, conocen a otros padres, se acompañan mutuamente en la labor de educar y se sienten más involucrados en la vida de sus hijos. Por otra parte, el centro escolar consigue los recursos humanos necesarios para llevar a cabo acciones comunitarias que, de otro modo, no podría realizar, y además establece vínculos informales con las familias, lo que también les beneficia para obtener un mejor conocimiento de los alumnos.  

Los niños adoran ver a sus padres en el centro escolar, sobre todo en las etapas de Educación Infantil y Primaria; y también, aunque no lo digan, en Secundaria. Ofrecer a sus padres una visión de su día a día refuerza la capacidad empática y de mejor entendimiento en la relación padres-hijos y, con ello, de mejorar su vínculo afectivo.  

La vuelta al cole no tiene por qué tener significados tan dispares para unos y para otros, sino, al contrario, podemos verlo como una oportunidad de colaboración y crecimiento personal en la que cada cual contribuye desde su visión del mundo a la verdadera misión de la educación, que no es otra que formar a los ciudadanos democráticos del futuro. 

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