Javier Celda Moret, antiguo alumno de Periodismo de la Universidad CEU Cardenal Herrera y periodista de Economía en el diario Las Provincias, es el artífice de la muestra fotográfica que se expone en el Palacio de Colomina CEU hasta el próximo 1 de abril y que recoge la labor diaria de las hermanas de la congregación ‘Marta y María’ en Guatemala.
Junto a su hermana Mª Ángeles, enfermera (y también antigua alumna de la Cardenal Herrera), Javier ha colaborado este verano como voluntario en dos centros de acogida de esa orden.
La exposición pretende dar visibilidad a la situación de estas personas “para que tengan la oportunidad de mejorar sus vidas”, asegura el periodista.
El antiguo alumno de la CEU-UCH anima a los universitarios a conocer otras realidades y, de un modo especial, se dirige a los estudiantes de Periodismo: “Para contar el mundo hay que conocerlo y comprenderlo”, les recuerda.
¿Cuándo viajasteis a Guatemala?
Estuvimos en Guatemala en septiembre de 2014. En total fueron cuatro semanas, el tiempo de nuestras vacaciones. Las tres primeras estuvimos en un orfanato llamado ‘Ciudad de la Felicidad‘, un hogar de acogida para niños huérfanos y recogidos de la calle en la región de Esquipulas, muy cerca de la frontera con Honduras y El Salvador.
De su cuidado se encargan las hermanas de la congregación ‘Marta y María’, que surgió en Guatemala hace ya tres décadas pero que tiene presencia en varios países (entre ellos España) en los que realiza una encomiable labor de ayuda a los más necesitados.
Los últimos días los pasamos en el Hogar Nuestra Señora de los Remedios de Jalapa, otra región más cercana a la capital. En este caso se trata de un centro gestionado por la misma congregación para niñas con familias con pocos recursos, pero las circunstancias personales no son tan extremas como en el caso del primero.
Cuéntanos más sobre esas circunstancias
En la ‘Ciudad de la Felicidad’ viven actualmente 74 niños y niñas de hasta 12 años, en el caso de los chicos, o hasta 17, en el caso de las chicas. Algunos han nacido allí. Son los hijos de las que las hermanas llaman las niñas-mamá, criaturas de 12 o 13 años que en la mayoría de casos han sido víctimas de violaciones, frecuentemente por parte de algún familiar.
Casualmente, la segunda noche que pasamos en el hogar se puso de parto una de estas niñas. Con nosotros viajó una matrona que la atendió hasta que llegó la ambulancia. La pobre estaba muy asustada. Las niñas-mamá son sólo un ejemplo de los dramas personales que hay detrás de cada uno de estos niños y niñas que tienen importantes necesidades educativas y afectivas.
El trabajo y la abnegación de las hermanas es increíble, pero el refuerzo que los voluntarios pueden ofrecer es inmenso.
¿Por qué elegisteis ese centro?
Personalmente hacía bastante tiempo que rondaba la idea de realizar alguna experiencia de este tipo, una suerte de ‘vacaciones solidarias’ para ayudar a los demás y conocer otras realidades.
Mi hermana, que es enfermera y ya tenía alguna experiencia previa en voluntariado, por ejemplo en la Fundación Vicente Ferrer de la India, me animó a dar el paso definitivo.
Fue una casualidad la que nos llevó a la ‘Ciudad de la Felicidad’, pues conocimos el proyecto a través de una amiga común que imparte cursos de formación a las hermanas de la Congregación ‘Marta y María’, quienes le hablaron del proyecto de Esquipulas. Antes de partir tenía dudas sobre cuál podría ser mi aportación allí, pero nada más poner un pie en Guatemala fui consciente de la importancia de la aportación de los voluntarios.
¿Cuál fue esa aportación?
Hemos hecho literalmente de todo. Desde ayudar a los niños a realizar sus tareas diarias o darles algunas clases de informática, hasta cortar leña, sacar la basura y ser el chófer ‘oficial’ del hogar, ya que durante nuestra estancia tuvo que ausentarse la única persona que “manejaba el carro”, como dicen por allá.
Al no tener experiencias previas de voluntariado no puedo comparar, pero este ha sido un mes de intensa convivencia con los niños del hogar, las hermanas, los vecinos de Esquipulas y los alumnos de las escuelas cercanas en las que estuvimos dando unas charlas sobre cómo evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Gran parte del tiempo lo hemos pasado en una pequeña clínica que las hermanas han montado recientemente para atender a personas con escasos recursos de la zona.
Al estar arrancando, necesitaban asesoramiento sobre cómo llevar el control de la farmacia y los pacientes. Hemos generado todos los documentos para facilitarles el trabajo: registro de farmacia, historias clínicas, protocolos, etcétera. Todo online y en la nube para poder darles apoyo desde España. También realizamos un par de salidas a aldeas de difícil acceso para atender a personas que no pueden desplazarse hasta un centro sanitario. La realidad, en este caso, también es impactante: personas gravemente enfermas que no toman medicación porque no pueden costeársela o simplemente porque no saben que la necesitan.
¿Cuándo se te ocurre retratar esa realidad? ¿Qué pretendías comunicar con estas fotografías?
No tenía un propósito deliberado por retratar esa realidad. Cuando llegué a Guatemala tenía sólo un mes para tratar de ayudar lo máximo y ninguna experiencia previa como voluntario. Es decir, al principio estás tan centrado en ver qué les puedes aportar a esos niños que te olvidas de todo lo demás.
Luego te das cuenta de que es una realidad tan compleja y tan ajena para la mayoría de nosotros que es necesario contarla. La única oportunidad de que mejore la vida de estas personas es que se conozca la realidad en la que viven, y la exposición fotográfica nos parecía una manera estupenda de contribuir a ello.
¿Es la primera vez que expones esta muestra? ¿Pensáis llevarla a más sitios?
Sí, la primera. Tenía infinidad de dudas, pero afortunadamente hemos contado con el apoyo de muchas personas que nos han ayudado a sacar la exposición adelante, como la Cátedra de la Solidaridad de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Creemos que la exposición está gustando bastante y, sobre todo, está ayudando al objetivo fundamental: que se conozca la realidad y el entorno en el que viven estos niños. Si a partir de ahí conseguimos la implicación de los visitantes con colaboraciones, apadrinamientos o labores de voluntariado, nos damos por más que satisfechos.
En la medida en la que veamos posibilidades de seguir ayudando a los niños de la ‘Ciudad de la Felicidad’, por supuesto que trataremos de exponer las fotos allá donde interese. De momento estaremos en el Palacio de Colomina hasta el 1 de abril y esperamos que todavía venga mucha gente.
¿Qué supuso esa experiencia para ti?
Dedicar tiempo y esfuerzo a intentar hacer un poco más felices a estos niños que tanto lo necesitan es una inmensa satisfacción personal.
Nunca antes había estado en Centroamérica y, como periodista, me ha ayudado a comprender la complicada realidad de estos países desgraciadamente azotados por la pobreza y la violencia de las maras.
Como viajero he estado en algunos países del sudeste asiático como Birmania o Camboya y también he asistido a situaciones personales complicadas, pero la barrera del idioma impide que la implicación personal sea la misma.
¿Recomiendas este tipo de experiencias a los estudiantes?
Absolutamente. Los estudiantes tienen muchísimo que aportar, pero al mismo tiempo muchísimo que aprender de este tipo de experiencias: desde trabajar en equipo a enfrentarse continuamente a situaciones desconocidas que requieren grandes dosis de paciencia, creatividad y empatía. Es un entrenamiento personal permanente.
Desde un punto de vista más pragmático, las empresas valoran este tipo de experiencias vitales a la hora de seleccionar candidatos. Hay muchos perfiles que pueden encajar en lo que se necesita del voluntariado: educadores en general, psicólogos, fisioterapeutas, estudiantes de medicina y enfermería, odontólogos, etcétera.
Además, eres antiguo alumno de Periodismo de la CEU-UCH. ¿Los jóvenes comunicadores deben conocer otras realidades?
Obviamente. Como periodista no puedo darles mejor consejo a los estudiantes: que viajen y exploren otras realidades, porque esto les va a dar una perspectiva que no van a conseguir de ninguna otra manera. Para contar el mundo hay que conocerlo y comprenderlo. Si de paso lo hacen ayudando a los demás, la recompensa personal es enorme.
Actualmente ejerces como periodista de economía. Esta situación tan diferente en la que viven muchas personas debe ser doblemente impactante…
Desde luego es un ámbito radicalmente distinto al que caracteriza mi trabajo diario y me siento afortunado de haberlo conocido. Son experiencias que te ayudan a interpretar de manera distinta tu realidad cotidiana.
¿Qué puede hacer un periodista/comunicador por construir una sociedad más justa?
Sin duda, poner al descubierto las injusticias que se producen a nuestro alrededor. Ser siempre riguroso, ecuánime y respetuoso. Puede sonar a topicazo, pero lo de dar voz a quien no la tiene está hoy, quizás, más vigente que nunca.