El presidente de la ACdP y de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU ha estado acompañado por el director general de la institución, Antonio Urzaiz

El Gran Canciller de la Universidad, Alfredo Dagnino, durante su discurso.

La misión de la Universidad católica ha centrado el discurso con el que el Gran Canciller de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Alfredo Dagnino Guerra, ha cerrado el acto académico celebrado en la Festividad de la Conversión de San Pablo. Dagnino, presidente de la ACdP y de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, ha recordado a la comunidad universitaria que para saber lo que somos e identificar la misión de nuestras obras educativas hay que mirar atrás y ser conscientes de la labor de la ACdP: “Pocas realidades en la historia de la Iglesia tienen una hoja de servicios como la nuestra, por lo que tenemos la responsabilidad de cuidar ese legado y saberlo transmitir”.
En su discurso, Alfredo Dagnino ha recordado las palabras que Juan Pablo II pronunció el 1 de junio de 1980 en el Instituto Católico de París y que sentaron las bases de la encíclica Ex Corde Ecclesiae, sobre las Universidades católicas. En ella se establece que los dos conceptos del término no son extraños, ya que en la Universidad católica se produce “esa tensión armónica entre la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer la fuente de la misma”.
Por ello, según Alfredo Dagnino, toda Universidad católica ha de evitar la tentación de adaptarse a las exigencias del mundo, de convertirse en una fábrica de titulados, de guiarse sólo por criterios de eficacia y rendimiento económico, sino que ha de saber conjugar su misión trascendente con la sabia administración de los recursos. Su fin no sólo ha de ser la inserción laboral de sus titulados, sino la búsqueda de la verdad, el servicio apasionado a ella, la “diaconía de la verdad”, en palabras del cardenal Pouppard.
Para el Gran Canciller de la Universidad CEU Cardenal Herrera, en la Universidad católica ha de primar la formación integral sobre la capacitación laboral y se ha de velar por el crecimiento de las personas en todos los órdenes, tanto en el técnico como en el espiritual. En este sentido, ha recordado la importancia de los profesores universitarios: “La Universidad será lo que sean sus profesores, no sólo por su competencia, sino por su humanidad y su testimonio de fe”. Según ha señalado, el docente ha de convertirse en maestro y prolongar la enseñanza con el trato personal, transmitiendo al alumno la pasión por aprender: “La Universidad católica no necesita expertos, sino maestros, portadores del Evangelio de la esperanza”, especialmente en tiempos que Alfredo Dagnino ha definido como de secularización, mentalidad laicista y auge del relativismo. “El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar razones para vivir y para esperar”, ha concluido.

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