Una Erasmus en Milán: primeros días, primeras veces

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Una crónica personal de Laura Chofre

¿Qué es irse de Erasmus? La gente diría que no estudiar, salir mucho de fiesta y explorar los distintos rincones de Europa en los vuelos más baratos de cada mes. Pero, tras treinta días en Milán os puedo asegurar que mi aventura ha empezado desde las cosas más simples y menos glamurosas como descifrar por qué no iba mi vitrocerámica (sí, comí tres días ensalada), entender cómo va el tranvía y aprender a pedir algo sin que me respondan en inglés, porque sí, huelen tu inseguridad a kilómetros. Entre lo esperado y lo inesperado, mi vida Erasmus se mueve entre lo emocionante y lo ridículamente cotidiano.

Dicen que irse de Erasmus es una oportunidad única para crecer desde el primer día. Yo más bien lo que sentí el primer día fue el mayor choque de realidad de mi vida. Mi padre me había ayudado a instalarme en la residencia (sí, lo sé, un lujo) y tras un largo día se fue. Caí en mi cama enfrentando mi primera siesta italiana y me desperté con la emoción de la que más había intentado huir: miedo. No sabía por dónde empezar. Me sentía encerrada en un piso del que no os voy a mentir,  me daba un poco de vértigo salir. Éramos Milán y yo… por lo menos hasta que hiciera algún amigo. ¿Mejoraría la situación si decidía qué cenar?

La inseguridad empezó a flojear al día siguiente que decidí salir sola por primera vez. Tenía un objetivo claro: iba a ver el Duomo. Yo, que apenas había dominado los electrodomésticos, me veía de camino a mi destino. Solo tenía que coger un tren y hacer un pequeño transbordo de metro, no podía perderme, ¿verdad?. Entre gente que viajaba con prisa a mi alrededor y un sistema de transporte que no acababa de entender, finalmente llegué a mi parada. Subí las escaleras y ahí estaba: la catedral. Enorme, brillante, gótica, casi exagerada. Con un montón de turistas alrededor y un saxofón que tocaba Yellow de Coldplay me di cuenta que, tal vez, ese desconocimiento no tenía por qué ser del todo malo, tal vez era justo lo que necesitaba. Al fin y al cabo, Milán me había gustado… No había estado mal para una primera cita. Quizá el verdadero Erasmus esté en esas pequeñas victorias cotidianas que nos hacen sentir adultos. Bueno… adultos en prácticas. Y sí, hoy en día no me he perdido todavía en el metro, pero sí en el tranvía, aunque ahora al menos lo hago con estilo.

Pero un Erasmus no es solo un romance a ciegas con la ciudad, también es un casting internacional de amistades improbables. Porque llega un momento en el que pasar tiempo con una misma deja de parecerte bohemio y empieza a sonar un poco aburrido. Así que, casi sin darme cuenta, después de intercambiar un par de whatsapps por los grupos de la universidad y de mi residencia empecé a descubrir a las personas que me iban a acompañar en todas las primeras fiestas de esa semana y también a esas compras del supermercado que cansan más que el gimnasio. Y de repente, aquello que empezó sintiéndose un lugar extraño fue sintiéndose cada vez más como un hogar, además de en un Erasmus en toda regla. Justo cuando empezaba a coger el ritmo italiano y estaba cada vez más cerca de encontrar mi lugar me ofrecen una oportunidad estupenda en Madrid, ¿qué debía hacer?

Milán es conocido por la moda y yo, que había venido a nutrirme de todo lo que pudiera, justo cuando ya estoy instalada aquí me invitan al closing event en Mercedes Benz Fashion Week de la Revista Neos… ¡En España! Nunca me había pasado esto y justo me sucede cuando estoy fuera… Me moría de ganas de ir y, además, por muchos amigos nuevos que hagas siempre apetece una escapada otra vez a Valencia para ver a la gente que más quieres. Así que, solo por mera curiosidad, me puse como una loca a ver si había algún vuelo barato de última hora. Al fin y al cabo, esto también entraba en la experiencia Erasmus, ¿no? Menos mal que al final lo conseguí. El viaje no solo valió la pena por el evento, sino también porque volver a Valencia unos días me ayudó a despejar la mente y mirar mi Erasmus con un poco de distancia. Sin la ansiedad de los primeros días, con más calma, lista para disfrutar de lo que quedaba por venir. Todo esto ocurrió en menos de un mes así que no quiero imaginar lo que me queda por venir y por si os lo preguntabais… sí, sigo con el papeleo.