La CEU UCH de Castellón moviliza una masiva campaña de ayuda solidaria por la DANA en Valencia

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Informa Gonzalo Escrig / Imágenes: Blanca Angulo

Los estudiantes del campus de Castellón, junto con Blanca Angulo, delegada del centro y subdelegada de la Universidad CEU Cardenal Herrera, han desarrollado una destacada labor solidaria en respuesta a la reciente catástrofe de la DANA que afectó gravemente a miles de familias de los pueblos del sur de Valencia. Una iniciativa que surgió con el objetivo de brindar apoyo a las comunidades devastadas por la tormenta y que ha mostrado el compromiso y la capacidad de organización de los jóvenes en situaciones de emergencia.

La Iniciativa

Todo comenzó cuando Blanca propuso la idea de organizar una recogida solidaria en el campus de Castellón. «Propuse una recogida tanto de alimentos, ropa, productos de higiene, botas, mascarillas y guantes, entre otros», explicó. La campaña se llevó a cabo durante tres días, de lunes a miércoles, y resultó ser un éxito rotundo. El apoyo fue tan abrumador que la comunidad universitaria y personas ajenas a la institución respondieron de inmediato: «El lunes, a las 9:30 de la mañana, una media hora después de anunciar la recogida, ya teníamos a una chica con el coche lleno que necesitaba ayuda para bajar todo el material», recordó Blanca.

El esfuerzo de los voluntarios no se detuvo en la recogida. Angulo y sus compañeros pasaron días completos en la universidad gestionando las donaciones y coordinando los envíos: “Estábamos en la universidad todo el día, con delegados y subdelegados de clase, quienes podían quedarse todo el tiempo”, añadió.

Una realidad impactante

El viaje a Massanassa, una de las localidades más afectadas por la DANA, fue un momento revelador para los jóvenes. «A nosotros desde Castellón nos habían contado cosas, pero ver la devastación en persona fue impactante», relató Angulo. El entorno era desolador: calles llenas de barro y objetos personales fuera de las casas con muebles amontonados y coches dañados en los garajes subterráneos. “Pasar por los parkings y ver los coches sumergidos hasta las ventanas… se me pone la piel de gallina solo de pensarlo”, confesó.

Uno de los recuerdos más emotivos para Blanca fue cuando se encontró con una anciana que, con voz temblorosa, preguntaba cómo era posible que ocurriera tal desastre. “Nos decía: ‘Sois mis ángeles de la guarda’. Fue un momento conmovedor que nos reafirmó la importancia de estar allí”, compartió emocionada.

La necesidad sobre el terreno no se limitaba a una sola calle ni a dos; el pueblo entero estaba afectado. Blanca contó cómo, incluso diez días después de la tormenta, el barro aún alcanzaba las rodillas en algunos lugares, y la imagen de las personas moviéndose con trajes de protección completa les hacía sentir como si estuvieran en una película de terror.

El valor del trabajo colectivo

La labor de los estudiantes fue más allá de la entrega de donativos ya que también se dedicaron a limpiar un instituto y a recorrer las calles ayudando a quienes lo necesitaban. “Nos íbamos a polígonos alejados del centro para entregar comida, directamente en mano. Llamábamos a las puertas y ofrecíamos nuestra ayuda”, detalló Blanca. El contacto directo con los afectados permitió a los voluntarios entender mejor la magnitud de la tragedia y conectar de una forma, más humana, con aquellos que estaban sufriendo.

El impacto de la iniciativa no solo se sintió en Massanassa, sino que trascendió gracias al volumen de ayuda. “El viernes enviamos un autobús lleno de material. Para la asociación de niños tuvimos que contratar furgonetas porque no cabía todo”, indicó Blanca, ya que la cantidad de donaciones superó todas las expectativas testimoniando el compromiso solidario de los alumnos y de la comunidad universitaria.

Blanca Angulo y su equipo de voluntarios regresaron con la certeza de haber hecho un bien en la vida de muchas personas. Sin embargo, también regresaron con una nueva experiencia de vida en la que la importancia de la ayuda comunitaria al más necesitado en momentos de crisis resulta fundamental para el más desfavorecido. “Hablar con los niños, adolescentes y ancianos fue lo que más nos marcó. Ver sus caras, escuchar sus historias y sentir su gratitud nos hizo valorar aún más el poder de la solidaridad”, concluyó.