En su intervención el autor ha analizado el argumento de su novela La Lluvia amarilla y ha descrito el panorama literario

El escritor Julio Llamazares y el profesor Miguel Herráez, durante el coloquio en la Cardenal Herrera.

El escritor y periodista Julio Llamazares ha explicado el porqué y la influencia que para el autor tuvo la escritura de su novela La Lluvia amarilla, finalista al Premio Nacional de Literatura, en su modalidad de narrativa. Ante los estudiantes de la Universidad CEU Cardenal Herrera el escritor leonés también ha valorado la esencia de la literatura, un poco desdibujada en la actualidad, según el autor, y la repercursión social de la publicación de novelas.
Para Llamazares la «literatura está para trascender y no para reflejar la realidad», en cambio, tal y como ha apuntado el escritor, en la actualidad «se piensa que está hecha para entretener». A esta descripción el escritor ha añadido que «la literatura está hecha para que el lector piense y sienta». Y esto mismo es lo que Llamazares prentendía cuando escribió su novela La Lluvia amarilla en 1988, ha comentado a los alumnos de la Cardenal Herrera.
Julio Llamazares también ha tratado la identificación de los autores con sus obras y ha declarado que «todos los personajes son máscaras del autor y la suma de todas ellas muestran la máscara más próxima al autor». Además, ha añadido, que «los autores reflejan su ensoñación en los protagonistas». En cambio, Julio Llamazares «opta más por los personajes secundarios».
En cuanto a la esencia de la literatura, el periodista ha explicado que es un modo de «intentar encontar sentido a la vida» al igual que lo hacen «los músicos y el arte, en general». Y ha añadido que «para el 99 por ciento de los escritores la literatura es un fin en sí mismo, no es un medio».

El argumento de la Lluvia amarilla
La novela La lluvia amarilla, finalista del Premio Nacional de Literatura, tiene como protagonista a un hombre que habita un pueblo abandonado en el Pirineo de Huesca. A través de sus experiencias el autor propone la reflexión sobre los múltiples miedos que acechan a la persona: el pánico a morir solo, a convivir con los fantasmas de los difuntos, a terminar siendo infiel a sus principios y abandonar la aldea en la que vive, como han hecho los demás, etc.

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