Vanessa Montfort: “Contar historias es mi forma de aportar algo a la sociedad y entender el mundo”

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Informa: Alejandra Carrillo / Imagen: Espasa

La escritora catalana Vanessa Montfort es una de las voces más destacadas de la narrativa y la dramaturgia contemporánea española, galardonada con premios como el Premio Ateneo de Sevilla, el Premio Ciudad de Zaragoza y el Premio Primavera de Novela. Su obra, caracterizada por su profundidad histórica, personajes femeninos poderosos y una combinación precisa entre narrativa y dramaturgia, la ha posicionado como una autora imprescindible en el panorama contemporáneo.

En esta ocasión, conversamos con ella sobre su última novela, La Toffana, recientemente publicada. Se trata de una historia fascinante basada en hechos reales que reconstruye la vida de Giulia Toffana, una figura legendaria de la Roma del siglo XVII, considerada por algunos la primera asesina en serie y por otros una justiciera que ayudaba a mujeres atrapadas en matrimonios opresivos a liberarse a través del temido Acqua Toffana, un veneno indetectable.

Empecemos por el principio: ¿Cómo nació la idea de escribir La Toffana?

Surgió de una fascinación que no me soltaba. Descubrí su historia investigando sobre mujeres alquimistas para un proyecto de teatro. Me encontré con Giulia Toffana casi por casualidad y supe que ahí había una historia que merecía ser contada. Me obsesioné con ella, porque nadie había escrito en profundidad sobre su figura y, sin embargo, fue un juicio muy mediático en su época. Me pregunté cómo fue posible que la borraran tan completamente. ¿Qué mecanismos se activaron para que desapareciera de la memoria colectiva? La respuesta era clara, querían convertirla en un ejemplo para otras mujeres que osaran rebelarse. Ahí supe que tenía que escribir sobre ella.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención de la figura de Giulia Toffana?

Lo que más me atrajo fue su valentía. Estamos hablando de una mujer que, en la Roma de los Papas, se atrevió a desafiar el orden establecido. Sabía perfectamente cuál sería el castigo si la descubrían. Su historia está cargada de ambigüedad: es cierto que murieron más de 600 hombres, pero también es cierto que muchas de las mujeres a las que ayudaba eran víctimas atrapadas en matrimonios abusivos, cuando la mujer era considerada una propiedad y el suicidio era ilegal. Me interesa ese punto donde la moral no es clara, donde el lector debe decidir por sí mismo.

¿Cómo fue el proceso de documentación para reconstruir su historia?

Fue un proceso largo y muy complejo. Me llevó cuatro años, incluyendo el confinamiento, lo que dificultó aún más el acceso a los archivos. Además de viajar a Roma para conocer los escenarios reales, tuve que solicitar permisos civiles y eclesiásticos para consultar documentos. Lo más valioso que encontré fue una transcripción del siglo XIX de las actas del juicio, porque las originales están muy deterioradas o bajo custodia del Vaticano. A partir de ahí, tiré del hilo y reconstruí todo el contexto: quién la juzgó, bajo qué papa, por qué razones y qué papel jugaban las otras mujeres implicadas. Quería que el lector viviera la Roma del siglo XVII como si estuviera allí.

«Las mujeres como Giulia Toffana fueron borradas porque representaban un peligro para el sistema»

Roma es casi un personaje más en su novela. ¿Cómo trabajó esa ambientación?

Roma es inabarcable y siempre te sorprende. Me sumergí mucho en su historia, sobre todo en la Roma post-renacentista, una época menos conocida. Encontré un catálogo de una exposición que se llamaba La Roma del vicio y la miseria de la Galería Medicci, y aquello fue revelador. Mostraba la otra cara de Roma: riñas callejeras, prostitución, pobreza extrema, enfermedades… Era una ciudad decadente, armada hasta los dientes, con enormes brechas sociales. Esa Roma era el escenario ideal para la historia que quería contar, una Roma que no es la de postal, sino la de la supervivencia. Quise que esa atmósfera impregnara toda la novela.

Sus novelas suelen estar protagonizadas por mujeres adelantadas a su tiempo y revolucionarias. ¿Es un tema deliberado en su obra?

Totalmente. Me interesan los personajes que luchan contra la corriente, que cuestionan las normas establecidas. Creo que la historia oficial nunca es toda la historia. Las mujeres como Giulia Toffana fueron borradas porque representaban un peligro para el sistema. Me gusta rescatar esas voces silenciadas y mostrarlas con todas sus luces y sombras. No pretendo blanquearlas ni juzgarlas, simplemente entenderlas y que el lector también lo haga.

La novela está estructurada alrededor de un juicio. ¿Cómo influyó eso en la narrativa?

El juicio fue una excusa perfecta para construir un thriller judicial. Me apoyé en flashbacks para conocer los antecedentes de los personajes y en la investigación de Stefano Bracchi, el inquisidor, que funciona como el contrapunto de Giulia. Lo interesante es que todos los personajes tienen zonas grises. Incluso Bracchi, que empieza creyendo que sirve a la justicia divina, acaba descubriendo las contradicciones y corrupciones del sistema al que sirve. Me gustaba esa ambigüedad porque obliga al lector a posicionarse. En la obra de teatro que hice antes de la novela, incluso hicimos un experimento: pusimos una urna para que el público decidiera si las acusadas debían ser absueltas o condenadas. Fue fascinante ver cómo las opiniones estaban divididas y los espectadores se tomaban su papel como juicio popular tan en serio.

El Acqua Toffana se ha convertido en una leyenda. ¿Cómo trató usted ese elemento?

Quise mantener la ambigüedad. El veneno existió, pero nunca se pudo probar la implicación directa de Giulia. Ella actuaba bajo cuerda, como la llamaban, «la Virgen Negra». Nadie sabía quién estaba detrás de esos frascos que circulaban entre las mujeres. Era una red piramidal y, aunque había muchas capas, la Inquisición llegó a ella vulnerando la ley. El papa tuvo que crear un decreto especial para poder sentenciarla. Todo eso me parecía apasionante para un thriller.

Hablando de su estilo, ¿influye su faceta de dramaturga en su narrativa?

Muchísimo. En las últimas novelas he querido juntar ambas cosas: que los personajes entren en escena como si fuera teatro y que los diálogos tengan la viveza que da el escenario. Me interesa mucho la oralidad, cómo hablamos realmente las personas, con silencios, con titubeos, con lenguaje no verbal. Creo que eso se nota en mis novelas. Me gusta que los personajes hablen tanto por lo que dicen como por lo que callan.

«después de esta novela histórica, me apetezca cambiar de época o volver al presente, pero sé que acabaré volviendo a escarbar en estas historias porque hay mucho por contar»

¿Tuvo algún referente literario al escribir esta novela?

Tenía en mente autores como Isabel Allende, con La casa de los espíritus, o Alessandro Baricco, esos escritores que mezclan historia y realismo mágico. Porque la alquimia tenía un pie en la ciencia y otro en la magia. Quise que eso lo viera el lector al leer entre líneas: una botica que parece una cueva, secaderos de hierbas, ritos… Me interesaba contagiar la historia de esa visión particular del mundo para luego caer en la más cruda realidad.

Después de tanto tiempo inmersa en esta época, ¿le gustaría seguir escribiendo sobre la Roma del siglo XVII?

Creo que sobre Giulia Toffana ya no tengo más que decir, pero Roma es interminable. Hay personajes que merecen su propia novela, como Donna Olimpia o las místicas. Seguramente, después de esta novela histórica, me apetezca cambiar de época o volver al presente, pero sé que acabaré volviendo a escarbar en estas historias porque hay mucho por contar.

Para terminar, después de la publicación y la recepción de La Toffana, ¿cómo cree que el público ha recibido a Giulia?

Ha habido de todo. En las representaciones teatrales, cuando hicimos el experimento del jurado popular, la mayoría acababa salvando a las acusadas, especialmente a las que parecían haber actuado por lealtad o protección. Eso generaba unos debates riquísimos entre el público. Como autora, es lo que más disfruto: ver que nadie queda indiferente y que cada lector saca sus propias conclusiones.