• Médico en ejercicio y profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera, acaba de publicar su última obra “Ciudad Fahrenheit”
  • Además de escribir, organiza talleres de escritura terapéutica, así como diferentes actividades para incrementar los hábitos lectores de la población

José Luis Monroy es Doctor en Medicina y Cirugía. Médico en ejercicio, también es profesor del Grado en Medicina de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia. Inició su andadura en el mundo literario escribiendo relatos breves, pero paulatinamente ha crecido su obra y su interés por acercar la lectura a la población. Desde la organización de talleres de escritura terapéutica, al fomento de actividades culturales como festivales, encuentros literarios…. En su última novela “Ciudad Fahrenheit” aborda precisamente la importancia de la lectura en la sociedad.

“Leer es un mundo”

¿En qué momento decides empezar a escribir?

De forma continuada y periódica, en el año 2012, tras ganar certamen de relato breve sobre cáncer del Hospital de la Ribera “Goteros de esperanza”. Lo tomé como una muestra de interés de los lectores en las historias que les estaba contando, y desde ese momento, comencé a escribir cuentos y relatos cortos de manera más habitual.

¿Cómo ha influido tu experiencia clínica en tu escritura?

En dos aspectos: por un lado, en la construcción de situaciones y personajes que pueden estar relacionados con las vivencias humanas y hospitalarias del día a día, aunque luego la historia no esté enmarcada dentro de un ámbito sanitario; y, por otra parte, en una obra concreta: La Compañía Batablanca, que es la aventura de unos niños dentro de un hospital, y en la que sí he utilizado un ambiente y un tema específicamente clínico.

Además de escribir, organizas talleres de escritura terapéutica. ¿Cómo surgió esta idea?

Conforme iba escribiendo y llenando las carpetas virtuales del ordenador de historias fantaseadas, o de algunas basadas en vivencias reales que ves o escuchas, tenía presente que las personas atravesamos situaciones complejas, de las que tal vez no podemos escapar, y que generan estados emocionales adversos. Como digo, quizás eso no se puede evitar, pero sí se pueden canalizar las actitudes o las actuaciones que generan esos estados. Y yo entiendo que una de las formas de canalizarlo es la creación, y más concretamente, la creación literaria.

A lo largo de la historia de la literatura, escribir ha sido terapéutico para muchos autores: Alejandra Pizarnik, Charles Bukowski, Sylvia Plath, y tantos otros que tenían en las letras una válvula de escape a sus pensamientos, a sus sentimientos, o a su vida en muchos casos tormentosas y desestructuradas. No pretendo con esto otorgarle a la escritura un poder que corresponde a tratamientos reglados y concretos. Escribir no cura, eso lo tenemos claro, pero sí puede ayudar a aliviar momentos abrumadores en nuestra vida. Ya sea a través de un diario, de una carta, de una canción, de una poesía. Y no es necesario ser un escritor o querer publicar lo que escribimos para encontrar en ello un mecanismo o una herramienta de apoyo. Solo es necesario tener la intención de hacerlo y disfrutar con ello.

¿Qué beneficios aporta la escritura como terapia?

Como dije antes, la escritura no tiene el poder de curar enfermedades, pero sí existen ya estudios científicos realizados en diversos grupos de patologías (cáncer, demencia, trastornos depresivos, adicciones) en los que la “terapia literaria”, por llamarla de alguna manera, beneficia disminuyendo el estrés, mejorando los recursos cognitivos, desviando focos de atención de los pacientes o familiares hacia elementos no generadores de ansiedad, etc. En algunos casos se está introduciendo como método de terapia en procesos psicológicos.

Por otra parte, que es sobre la que yo más incido en los talleres, saca el elemento creativo de la persona. Ayuda a pensar, a recapacitar, a estructurar ideas, lo que permite generar resultados como la propia autoevaluación o la resolución de problemas. También tiene un importante papel en el aumento de la autoestima, fundamental para abordar situaciones conflictivas con uno mismo y frente a los demás.

Además de proyectos ligados a la profesión, has escrito novelas de diferente temática. ¿Cuáles han sido los mayores desafíos al escribir sobre otros temas alejados de la Medicina?

Esos desafíos siempre están en función del género o argumento sobre lo que escribo. Por ejemplo, en el caso de novela histórica, es la documentación. Escribir sobre una época o un acontecimiento histórico requiere una labor ardua y minuciosa de documentación. Lugares, documentos, personajes, cualquier elemento que integre en la novela tienen que estar perfectamente documentado, y eso son muchas horas de trabajo antes de poner las letras de la ficción en el espacio en blanco. En esto me ha ayudado mucho ser graduado en Geografía e Historia, pues me permite acudir a las fuentes objetivas y reales y darle una calidad a los textos alejada de la mera divulgación.

Si hablamos del género infantil, lo más complicado es ponerse en la mente de los pequeños y en la edad diferente de cada grupo. Eso es muy difícil. Todos hemos sido niños, pero las diferencias sociales y culturales convierten en un reto escribir una historia infantil.

Otros géneros son más sencillos, pues no hay que estudiar ni afinar en el estilo tanto como los otros dos. Sin embargo, tienen su dificultad en la construcción de personajes o atmósferas que deben ser suficientemente creíbles y atractivos para los lectores. Ahí necesito más trabajo subjetivo y de observación del mundo diario, observando costumbres, actitudes, situaciones o sentimientos para luego trasladarlos a la obra.

Y por último, la poesía. Creo que es el mayor desafío, pues es el género más conflictivo para autores y lectores. Siempre está la duda de si es muy críptica, o por el contrario, demasiado infantil. Si gustará o no gustará. La poesía es un desafío en sí misma, y cultivarla enriquece y curte al escritor. Se puede escribir un libro de trescientas páginas contando la historia de un personaje encargado de preparar una cena de gala de ministros de la Unión Europea, desde su llegada, el protocolo de asistencia, la confección de los platos, la biografía de cada uno. Sin embargo, qué difícil sería resumir todo eso en una estrofa de cuatro versos que llegue a tocar el espíritu de los lectores, ¿verdad?

Y ahora presentas “Ciudad Fahrenheit”, ¿qué vamos a encontrar en esta novela?

En un principio, una aventura distópica de unos personajes en un mundo futuro perfecta y escrupulosamente organizado desde la cima del poder. Desgranando la historia, los lectores tendrán la posibilidad de encontrar temas como la rebeldía, la melancolía, la curiosidad. Entrarán en una ciudad donde todo está normativizado, en aras de una perfecta homogeneidad social y de comportamiento. Una ciudad con grupos humanos definidos desde las reglas del poder, y desarrollados a partir de una educación única y controlada por el Estado. Es una novela donde la literatura y el conocimiento forman el eje vertebral de la trama, y cuyo personaje principal diría que -sin desvelar nada del argumento- probablemente no es un ser humano, tal y como yo he concebido la historia. Encontraréis también dudas, no solo las de los personajes, sino las que os surgirán sobre si algunas de las situaciones que ocurren no las estamos viviendo ya o están próximas a suceder. De hecho, os desvelo que una de estas situaciones sí está basada en una estructura real de nuestra sociedad europea.

¿Tienes planes para futuros libros o proyectos? ¿Algún tema específico que te gustaría explorar más fondo?

En mi vertiente de escritor acabo de terminar otra novela, un rural noir al que estoy dando las últimas correcciones. Es una historia policíaca, ambientada en una comarca rural, con un trasfondo humano profundo y un final impactante.

En cuanto a otros proyectos, espero continuar con los talleres de escritura terapéutica y tengo la idea de fomentar actividades culturales como festivales, encuentros literarios y otras formas de dar a conocer e incrementar los hábitos lectores de la población, así como su interés por nosotros, los autores, y lo que escribimos.

En respuesta a la pregunta sobre la temática, pues la verdad creo que en mi fondo de armario -esas carpetas del ordenador- tengo de todo escrito. Es cierto que tengo a medias una novela romántica que me gustaría terminar y es un terreno que aún no he explorado, pero también me están pidiendo que saque segundas partes de Ciudad Fahrenheit y de La Crónica de Martín Lucena, y yo creo que será ésta última a la que me dedique: la continuación de las aventuras del profesor Fonseca y de la Editorial Libros Perdidos. También me gustaría sacar un segundo poemario en la línea de Pastillas de Colores.

Me gustaría reivindicar el hábito de la lectura que yo creo que se está perdiendo en la población. En cierto modo, Ciudad Fahrenheit también lo está reivindicando. Leer es un mundo. Hay multitud de títulos y de temáticas. Podemos elegir cualquiera. Pero no se hace lo suficiente para que el público se acerque a los libros. Ahí tenemos una labor pedagógica importante que realizar. Por eso, como última reflexión me gustaría animar a que la gente no solo lea, sino que quiera conocer a quien ha escrito la obra, preguntarle, debatir sobre su trabajo. Que la gente pida más literatura.

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