En esta conversación, el nuevo rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera comparte con la comunidad universitaria sus reflexiones sobre la misión de esta institución y los objetivos que se ha planteado para los próximos años.

Doctor en Filosofía, Higinio Marín Pedreño es profesor de la CEU UCH desde 2006. Además, ha formado parte del Consejo de Gobierno de la Universidad, ocupando diferentes vicerrectorados: el de Ordenación Académica y Profesorado y el de Planificación Estratégica. 

¿Cómo se siente ante este desafío?

Ilusionado, confiado y a ratos un poquito abrumado también, con la esperanza de poder hacer algo por nuestra gente y nuestra universidad. Mi impulso principal es intentar hacer un poco más fácil el trabajo de todos los demás y servir así mejor a nuestros estudiantes y al CEU.

¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento?

El Presidente me llamó una tarde y, tras hablar de otras cosas, me lo propuso; con sencillez, como si cualquier cosa. Esa noche dormí bien, pero poco (sonrisa).

¿Cómo han transcurrido estas primeras semanas como rector?

Vertiginosas. Estaba trabajando en un libro sobre la cultura contemporánea que quería acabar este verano… Ahora ni me atrevo a prever cuándo lo acabaré. Pero estoy conociendo a muchas personas, intentando hacerme con las situaciones, las necesidades y los problemas, componiendo el nuevo equipo, tanteando planes y proyectos.

¿Se le podría preguntar aquello de “qué hace un tipo como tú en un cargo como ese”?

Pues hago lo que puedo y lo hago lo mejor que puedo, como cualquier otro en mi lugar. Pero la pregunta es oportuna porque tengo una opinión muy crítica de la deriva de la institución universitaria y me había apartado voluntariamente de muchas de sus dinámicas, así que a solas yo mismo me pregunto algo similar de vez en cuando. No obstante, esperaba que no se notara tan pronto (sonríe).

«ESTOY MUY SATISFECHO DE LO QUE ES NUESTRA UNIVERSIDAD, DE SU REALIDAD Y DE SU POTENCIAL. SE HA HECHO UN GRAN TRABAJO.SIENTO UNA SINCERA GRATITUD A LOS QUE HAN TRABAJADO PARA CONSEGUIRLO»

¿Con qué aspectos es crítico?

Con bastantes, para ser sincero. Creo, por ejemplo, que los profesores, cuando nos hacemos directivos, adoptamos la mentalidad gerencial que es, en general, predominante. Mientras que pocas veces lo gerencial cede paso a lo académico, que, en mi opinión, debería ser lo directivo. En las universidades el punto de vista gerencial es tan imprescindible como insuficiente. El sentido gerencial tiene que ver con la buena gestión, el sentido académico con el buen gobierno. No son lo mismo: la gestión persigue metas, el gobierno persigue fines. Lo primero solo puede impedir lo segundo en momentos de crisis, sin embargo, en las universidades en general ahora ocurre incluso en periodos de bonanza económica.

Pero también me parece disparatado el intervencionismo estatal que no hace más que generar burocracia externa e interna en las universidades. Y, por mencionar solo un asunto más, me parece que la suma de los sistemas públicos de acreditación del profesorado y los sistemas de promoción académica en las universidades desencadenan un activismo de producción (supuestamente) científica que, con frecuencia, tiene nulo o escaso valor real. Por ahora podemos dejarlo aquí (sonríe).

¿Cuál es su modelo de universidad?

Un lugar de estudio donde se reúnen estudiosos y estudiantes. Todo lo demás me parecen matices, muy importantes e indispensables, desde luego, pero matices respecto de lo esencial: personas en distintas fases de sus vidas aprendiendo mediante el estudio y transmitiéndose lo que saben. Añadiría que disfrutando mientras lo hacen a pesar del esfuerzo que requiere, porque eso es lo que distingue a los verdaderos universitarios.

En la universidad todo debería estar dispuesto directa o indirectamente en torno a eso, también el descanso, la convivencia y la distracción.

Desde sus años de experiencia como profesor, ¿cuál es su concepto de la misión que corresponde al docente universitario en la sociedad actual? ¿Se trata solo de transmitir conocimientos o también de generarlos? 

La universidad tiene hoy la misión de formar a los profesionales que necesitan nuestras sociedades, sus sistemas productivos y de servicios, ciertamente. Por eso la empleabilidad de nuestros estudiantes es una meta muy importante, crucial, pero no es el fin del oficio y de la misión del profesor universitario. Eso es lo que hacían los maestros artesanos en los gremios.

En la universidad mantenemos vivo todo lo que los hombres hemos aprendido tras muchas generaciones de trabajo y producción intelectual y científica. Y conservarlo activo, es decir, comprendiéndolo, es parte importante de nuestra misión. Somos la memoria comprensiva de lo que hemos llegado a saber en todos los campos. Esa lucha contra el olvido ciertamente improductiva, inútil dirían muchos, se ha mostrado el mejor procedimiento para generar novedades creativas (innovación, decimos ahora) y para abrir el futuro de nuestras sociedades, también en lo concerniente a su “productividad”.

Si nos limitamos a formar profesionalmente, por muy bien que lo hagamos, lo que supimos decaerá en el olvido y se detendrá la generación de conocimientos nuevos. Y a eso nos conduce esa “gremialización” de la universidad que la reduce al último tramo de la formación profesional.

Para mí, además, es un fin la generación mediante el estudio, la investigación de síntesis creativas entre la fe, la ciencia y la cultura de nuestro tiempo. Y este no es un asunto menor, desde luego.

‘MI MODELO DE UNIVERSIDAD ES UN LUGAR DE ESTUDIO DONDE SE REÚNEN ESTUDIOSOS Y ESTUDIANTES. TODO LO DEMÁS ME PARECEN MATICES’

En un mundo en el que la tecnología y la inteligencia artificial parecen poder resolverlo todo por nosotros, ¿por qué tiene sentido que la Universidad siga existiendo y formando a los profesionales del futuro? 

Porque, como acabamos de ver, nuestro fin no se reduce a formar a los profesionales del futuro, sino a los ciudadanos capaces de preservar comprensivamente su pasado, al tiempo que inventan creativamente su futuro. Así se hacen viables no solo nuestros sistemas de convivencia, sino también sus sistemas productivos, insostenibles a medio y largo plazo sin personas expertas pero conscientes de nuestro deber y necesidad de cuidar a los demás y al mundo. 

Cuando el hombre se reduce a lo útil, se degrada; y, además, en poco tiempo disminuye su “utilidad”, por así decir. La universidad es el lugar donde no dejamos caer el conocimiento bajo los imperativos de la utilidad. Por eso, la menos universitaria de las preguntas es interrogar “¿esto para qué sirve?”: para saber, y eso basta, aunque ese deseo de saber hará que abunde lo demás.

En nuestro caso, además, tenemos que formar a los jóvenes que libérrimamente deseen formarse como cristianos y universitarios a la altura de su fe y de su tiempo. En todos estos sentidos la universidad es desde hace ya siglos la patria de la juventud.

Como profesor y como vicerrector, conoce muy bien la CEU UCH desde dentro. ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las fortalezas (y debilidades) de nuestra Universidad?

Creo que la estoy conociendo mejor estos días. Pero no tengo ninguna duda al respecto de lo que preguntas: el principal potencial de la CEU UCH son sus personas; los profesores, los trabajadores que mantienen sus servicios y los gestionan. Por eso tengo por mi principal responsabilidad cuidarlos, poner a su servicio lo que necesiten para hacer bien su trabajo y reconocérselo. Nada me ilusiona más que poder hacerlo, aunque sea modestamente. Y esa es la dirección que me gustaría imprimir en los cargos de gobierno y de gestión: servir a nuestra gente que es, a su vez, la que sirve a nuestros estudiantes y hace posibles los fines institucionales del CEU.

Una universidad es lo que son sus profesores y sus trabajadores, lo demás se nos dará por añadidura. Más todavía si contamos con esa otra fortaleza que es la solvencia y reputación del grupo educativo CEU al que pertenecemos y que gestiona la Fundación Universitaria San Pablo CEU.

‘Una universidad es lo que son sus profesores y sus trabajadores, lo demás se nos dará por añadidura’

¿En qué dirección debe crecer la CEU UCH? 

Las instituciones -como los organismos- tienen que crecer en todas direcciones y buscando un cierto equilibrio entre todas sus facetas. Lo otro son esas morfologías entre graciosas y grotescas de los adolescentes, que se convierten en deformidades si se cronifican.

Pero es cierto que cada momento tiene sus retos. Hacia fuera, tenemos que sostener nuestra capacidad de atracción de estudiantes internacionales diversificando su procedencia y convirtiendo nuestra calidad académica y universitaria en nuestro atractivo principal. Pero hemos de convertir esa misma calidad en el soporte de una reputación nacional perdurable y creciente que atraiga a más y cada vez mejores estudiantes nacionales.

También necesitamos nuevas e importantes infraestructuras que permitan dar un salto de calidad significativo y nítidamente apreciable en nuestras titulaciones y que permitan nuevas iniciativas académicas.

Hacia dentro, tenemos que ganar en consistencia y calidad en nuestros servicios y en nuestros claustros académicos. Es esto lo que nos permitirá conseguir lo anterior. Debemos y podemos aspirar a consolidar nuestra universidad entre las universidades privadas de mayor calidad y prestigio en nuestro país. Esa es mi aspiración y, en continuidad con lo que ya se ha hecho, ese debería ser muestro proyecto común.

¿En qué debería diferenciarse un estudiante formado en la CEU UCH? 

Creo que ya se diferencian por su actitud, por un cierto optimismo ‘proactivo’ (como se dice ahora) y servicial con autoexigencia personal y profesional. No creo que sea una percepción errónea decir que es así en muchos casos, pero, en todo caso, creo que debería serlo todavía más marcadamente. El bien compartido es un generador social de optimismo y esperanza respecto de uno mismo y los demás. Creo que ese es nuestro patrimonio intangible pero decisivo. Sin esa encarnadura moral y personal, el saber y la formación se instrumentalizan para el propio interés exclusiva y ególatramente.

¿Están definidas las líneas maestras de su gestión?

Creo que la política universitaria empieza y acaba en las personas. Las nuevas infraestructuras y sistemas de gestión y organización, que los habrá, aquí y en nuestros campus de Elche y Castellón, mejorarán, harán posible y visible su trabajo.

Pero nuestra institución necesita reducir el tiempo que perdemos en hacer cosas que no son imprescindibles y, como se sabe, la desburocratización y la optimización de los procesos es para mí una prioridad de primer rango.

También me parece que hay que sincronizar las metas gerenciales y los requerimientos académicos de consolidación y excelencia. Es tiempo de crecer hacia dentro y robustecernos como institución académica, consiguiendo hacer muy bien lo que ya hacemos bien y hacer bien lo que debemos mejorar.

Creo que también es necesario repensar nuestra concepción del estudio y el aprendizaje y expresarlo en planes de estudio y de mejora de los grados, así como en la orientación de los postgrados.

‘DEBEMOS Y PODEMOS ASPIRAR A CONSOLIDAR NUESTRA UNIVERSIDAD ENTRE LAS UNIVERSIDADES PRIVADAS DE MAYOR CALIDAD Y PRESTIGIO EN NUESTRO PAÍS’

¿Qué hay de los planes de mejora de la docencia?

Se ha trabajado mucho en esa línea y con resultados apreciables. Destacaría la mayor coordinación entre el profesorado y la búsqueda de un empeño común al respecto de la formación de los estudiantes. En breve será público el nombramiento de un “Director de innovación y modelo educativo” que trabajará en el marco que impulsa la Dirección de universidades de la Fundación y en dependencia directa del Rector.

Es necesario que sean los propios claustros y cada uno de los profesores quienes generen sus planes de mejora y los conviertan en un proyecto común e ilusionante para su trabajo. En el rectorado estaremos para preguntar en qué podemos ayudar y qué se necesita para llevarlos a cabo tan bien como sea posible.

¿Qué fotografía de la CEU UCH le gustaría dejar cuando concluya su mandato?

Pienso a menudo en eso, en qué me gustará haber hecho cuando deje de ser rector y sea otro el que tenga esta responsabilidad. Se puede resumir en un objetivo elemental y si se quiere modesto, pero con la dificultad de las cosas sencillas: una universidad (académica y organizacionalmente) mejor, con personas que se sientan más identificadas y satisfechas de formar parte de una institución de calidad y prestigio creciente.

‘Soy todo gratitud y reconocimiento a la figura de Vicente Navarro de Luján, que nos va a seguir ayudando como rector honorario’

¿Nos deja unas palabras para el rector saliente?

Vicente Navarro de Luján es un hombre querido y apreciado dentro y fuera de nuestra universidad. Va a seguir ayudándonos como rector honorario, tal y como el último Consejo de Gobierno (el primero en el que le sucedí como rector) aprobó proponer al Patronato de la Fundación para su nombramiento. Todos sabemos lo que Vicente Navarro significa para el CEU, pero para mí es todavía más edificante haber visto de cerca lo que el CEU significa para él. Personalmente, soy todo gratitud y reconocimiento a su figura en nuestra universidad y a su persona.

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