Presentación audiovisual de la mesa redonda sobre la realidad penitenciaria ACdp y CEU-UCH

 

  • Moderada por Carmen Martorell, en la mesa intervinieron los directores del Establecimiento Penitenciario, Pastoral Penitenciaria y Casal de la Pau de Valencia así como un residente de esta asociación

Reaidad mundo penitenciario ACdP-CEU

El salón de actos del Palacio de Colomina, sede de la Universidad CEU Cardenal Herrera en la ciudad de Valencia, se vio ayer desbordado por las numerosas personas interesadas en conocer la realidad del mundo penitenciario, el tema que se abordó en una mesa redonda organizada por la Asociación Católica de Propagandistas.

Moderada por Carmen Martorell, doctora en Psicología y miembro de la Real Orden de Caballeros de Santa María del Puig (Mercedarios), la mesa contó con las intervenciones  de Miguel Ángel Martínez, director del Establecimiento Penitenciario de Valencia, Francisco Javier Palomares, responsable de Pastoral Penitenciaria en Valencia, José Antonio Bargues, director del Casal de La Pau y  Roberto Coleta, residente de esta asociación dedicada a la atención de personas reclusas y ex-reclusas en situación de vulnerabilidad extrema e indefensión social.

“Este encuentro, aseguró la ex directora general de Universidades antes de presentar a los ponentes, supone una oportunidad para dar a conocer a la sociedad un mundo diferente, con características y necesidades especiales”. En este sentido, Martorell quiso recordar las recientes palabras del Papa Francisco, que en este contexto, subrayó, cobran una especial relevancia: “No existe una profesión, una condición social, un pecado o crimen que pueda sacar a alguien del corazón de Dios, porque él no olvida a ninguno de los seres que ha creado”.

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El primer ponente en intervenir, el director de la cárcel de Picassent, cuestionó si la sociedad está realmente interesada en conocer la realidad penitenciaria. “Pensamos que cuanto menos sepamos es mejor. La gente ve las noticias, que la policía ha detenido a alguien y que estamos seguros… Y parece que quedamos aliviados porque ya  no sabemos más de él. Pero a partir de ahí empieza otra realidad, de la que también deberíamos preocuparnos”, aseguró Miguel Ángel Martínez.

“Aunque el sistema penitenciario español es bueno, las prisiones siempre son un mal, un castigo”. “Por eso, insistió, el castigo es estar en prisión y no hay que castigar al que está en prisión”. El director de la cárcel ejemplificó la incomprensión social con una pregunta que le hacen con mucha frecuencia: “¿De verdad tienen televisión los presos?”.

Martínez apostó por la función rehabilitadora de la prisión, que se suma a las medidas encaminadas a conseguir una convivencia ordenada y pacífica dentro del establecimiento penitenciario. “Se trata de formar personas que quieran y sean capaces de vivir respetando la ley penal”, explicó.

Los dos pilares básicos en este tratamiento, según el ponente, son el trabajo en prisión y la formación. “El primero mejora la convivencia, combate la ociosidad y genera pequeños ingresos que ayudan a dejar de ser una carga para la familia”, explicó el responsable de Picassent,  centro donde casi la tercera parte de los internos está trabajando.

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Testimonios de compromiso

Para Francisco Javier Palomares Peña, el punto de partida de la Pastoral Penitenciaria es que la iglesia en prisión, sobre todo, está. Y eso es lo que te agradecen los internos”. “Intentamos conjugar el verbo servir con la virtud de la humildad, como hizo Jesús, y lo hacemos colaborando con la Institución Penitenciaria donde ella y otras ONG no llegan. Nunca hacemos algo que ya puedan hacer ellos”, añadió el mercedario.

Palomares explicó los servicios que ofrece la Pastoral, además de la atención religiosa y acompañamiento en prisión, como son el área jurídica, donde abogados voluntarios asesoran a los internos y promueven la mediación penitenciaria para solventar conflictos, y el área social, encargada del peculio, ropero, talleres o cursos de castellano para inmigrantes, entre muchos otros.

El ponente destacó también la labor realizada desde el punto de orientación fuera de la prisión creado por la Pastoral en 2011, el piso de acogida para acompañamiento y la Unidad Dependiente “donde residen diez hombres que cumplen tercer grado con pulsera telemática junto a  voluntarios que les hacemos seguimiento”

El director de la Pastoral subrayó el esfuerzo de la Iglesia por apostar y arriesgar en tiempos de crisis por los privados de libertad, y recordó la frase atribuida al nazareno: “Cuanto llegue el momento, a todos nos preguntará ‘Estuve en la cárcel, ¿viniste a verme?’”.

Otra apuesta por el compromiso es la del Casal de La Pau, que nació en los 70 en la parroquia de San Eugenio “coincidiendo de lleno con el espíritu del Concilio Vaticano II y el aire fresco de Juan XXIII para revitalizar nuestra fe”, como explicó su director y fundador,  José Antonio Bargues.

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“Llevamos más de cuarenta años intentando que nuestra respuesta sea lo más comprometida posible”, aseguró el ponente. “Conocer la cárcel, añadió, nos hace ver que además de la libertad los internos pierden la familia, la salud y la dignidad, porque la libertad es básica para la dignidad humana y, encarcelado, el preso queda en manos de la Institución Penitenciaria”.

“Las personas son personas, y  merecen que se les trate como tales. Por eso el Casal decidió que su modo de relacionarse es el encuentro entre personas donde al otro se le reconoce siempre su dignidad”, explicó el ponente.

“Dentro y fuera de prisión, en el Casal escuchamos y nos esforzamos en una relación de tú a tú. Ayudamos a quienes les fallan los amigos y la familia, a los enfermos, a los que más lo necesitan. Fomentamos la autonomía responsable con un diálogo sosegado y abierto…”, aseguró Bargues, que tuvo también un recuerdo emocionado para dos residentes recientemente fallecidos.

“El Casal es una gran familia donde trabajamos para consolidar un horizonte de esperanza”, resumió. Y advirtió: “Si como sociedad aceptamos el reto de asumir que nuestras cárceles son nuestras cárceles y nuestros presos son nuestros presos, las cosas podrán cambiar. Con una estructura social y de acompañamiento adecuada, más de la mitad de los internos actuales estarían en la calle, y no pasaría nada”. “Pero para que estas personas cambien de verdad, concluyó, tú tienes que cambiar primero”.

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Y testimonio de vida

La mesa redonda, a la que siguió un animado debate, concluyó con la esperada intervención de Roberto Coleta, un residente del Casal de la Pau, que resumió valientemente una vida llena de dificultades y tropiezos no exentos de tragedia.

“Aunque las cosas están mejor en prisión que cuando yo entré, hace catorce años, cuando sales tienes miedo a muchas cosas, sigues sin saber a dónde ir, y no puedes volver a lo anterior”, aseguró.

Roberto Coleta destacó las dificultades de integración de los ex reclusos en la sociedad; “Tu pasado te persigue como una losa. La cárcel me ha marcado hasta en el modo de hablar y de sentarme”.

Pero el ponente, que reconoció no haber tenido infancia, abrió también una ventana a la esperanza: “Tengo una hija y una mujer que me han hecho ver más allá de mi ombligo, y reconozco mi suerte y la oportunidad que he tenido en el Casal de la Pau”.

“Sé que yo puedo ayudar”, concluyó el ponente, arrancando un largo y sincero aplauso de los numerosos asistentes.

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