Una nueva ordenanza regula el arte callejero

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Pedro López toca su violín en el centro de Valencia.

Nuria Llopis / 4º Periodismo

Una nueva ordenanza de ocupación del dominio público regula el arte callejero en Valencia. El consistorio ha creado dos zonas para los artistas: El centro histórico y el resto de la ciudad, y dará un máximo de 240 autorizaciones al trimestre, 120 por zona. En caso de que haya demasiadas solicitudes se dará prioridad a los artistas que acrediten formación y experiencia.

Pedro López toca su violín en el centro de Valencia.

Los espectáculos públicos tienen una larga historia que se remonta a los juglares y saltimbanquis que deambulaban por las calles con instrumentos, cantos y poesías. Estos antiguos personajes han dado paso en nuestros días a personas de diferentes edades, estilos y procedencias que encontramos a nuestro paso por los lugares más céntricos de nuestra ciudad. Acostumbrados a algunos de ellos puede que pasemos sin reparar en su presencia, pero muchas son las personas que se detienen y hacen corro para observar a aquellos que nos sorprenden o deleitan con lo mejor que saben hacer. Lo que ignora la mayoría de los espectadores es que los artistas callejeros están sometidos a una normativa que regula su actividad.

Pedro López, es un invidente que desde hace mucho tiempo acude al  carrer del músic Peydró para rasgar su guitarra y entonar las canciones de su puño y letra. Este mallorquín que canta en valenciano, reconoce la necesidad de expresar  su  arte  en  público,  “quienes  no  hemos  triunfado  en  grandes escenarios podemos hacerlo a pie de calle”, señala. Según apunta, su limitación visual ha sido un impedimento para insertarse en el mundo laboral y a sus 56 años no encuentra otra salida que ofrecer su música y tener en ella un medio para mantener a su familia. Con su voz cansada, Pedro acude a su esquina con la disciplina de quien tiene un horario laboral . Para él la nueva normativa no tiene en cuenta la situación real de los artistas callejeros y responde sólo a una burocracia que en lugar de favorecer causa muchas más dificultades. Por otro lado, reconoce que alguna norma tiene que tenerse en cuenta, sobre todo si se trata del control de la vía pública,  “cada vez son más los que acuden a la calle para conseguir algo, pero en todos no hay arte”, indica.  La medida que otras comunidades autónomas han puesto en marcha de someter a los artistas callejeros a un examen como condición necesaria para obtener la autorización es a su juicio un buen tamiz para encontrar calidad en el arte callejero.

“El arte tiene que estar en la calle al alcance de todos” es la convicción más profunda del músico que en una mano lleva la guitarra y en la otra el bastón de ayuda visual. La música ha sido siempre un canal de expresión de sentimientos, ideas y experiencias que forman parte de la vida misma, por ello es tenida como un producto cultural a través del cual se pueden conocer costumbres y tradiciones que identifican a pueblos y países. Pero al pertenecer al ámbito subjetivo encontramos diferentes opiniones entre los vecinos de la ciudad. Están los partidarios de conceder plena libertad a todas las iniciativas artísticas en la calle y entre medios se encuentran otros que les molesta cualquier tipo de manifestación. La comerciante de una tienda de ropa femenina junto a la cual se instala un violinista búlgaro que interpreta piezas clásicas, dice: “La música es bonita pero me molesta que lo haga junto a mi establecimiento”. Quizás un grupo de quejas de este tipo haya sido el origen de la obligación de respetar la hora de la comida y la siesta. La ordenanza que reunifica y actualiza las anteriores normativas, prohíbe la actuación entre las 14 y 17 horas y exigen la movilidad sin poder permanecer en el mismo sitio más de una hora. La itinerancia es un inconveniente según algunos de los afectados ya que un lugar fijo les da estabilidad.

Dragos, que no canta pero sopla una flauta, se queda sin aire cuando se acerca algún agente de seguridad. Las multas con las que son sancionados alcanzan valores tan altos que ni todo lo recaudado más la venta del mismo instrumento saldarían la penalización. Este rumano de 62 años lleva más de 15 en España,  la caída del sector de la construcción le arrastro al desempleo. Conocedor de las disposiciones del Ayuntamiento de Valencia argumenta: “No hacemos nada malo y en mi caso no uso decibelios que puedan molestar”, en relación a la prohibición del uso de amplificadores y generados de alta potencia.

El concejal de Coordinación Jurídica, Félix Crespo, explicó a los medios los muchos aspectos de la normativa e insistió que la misma no tiene un afán recaudatorio aunque no descartó el aumento de las tasas en otras actividades en la vía pública como las terrazas de los negocios de hostelería, cuyo número no ha parado de aumentar hasta las 3.097 que hay actualmente en las calles de Valencia. Por su parte los artistas callejeros están considerados en tres categorías: teatro, música y pintura. Algunas más estrictas que otras, cada municipio tiene una legislación diferente.

En la unión esta la fuerza. Los artista callejeros han creado en su lucha asociaciones para defender sus intereses y derechos. Para dar un impulso a su trabajo y sobre todo para conseguir que la calle sea un foco de cultura. Desde 2005 lleva en funcionamiento la Asociación Española y Comunitaria de Estatuas Vivientes y Artes Escénicas (AECEVAE) primera de su tipo que ya cuenta con tres delegaciones. Otra como la Asociación de Músicos de la Calle han realizado conquistas en Barcelona donde las actuaciones en el Metro están reguladas pero no pohibidas.