La universidad CEU Cardenal Herrera analiza el Concilio Vaticano II en su 50º aniversario

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 El palacio de Colomina acoge, durante los mese de abril y mayo, un ciclo de conferencias para conmemorar el 50 aniversario del Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII y culminado por Pablo VI en 1963.

El ecumenismo, el acercamiento al pueblo y la consideración de los fieles como Pueblo de Dios generaron infinitud de documentos que todavía hoy “no se han terminado de entender y asumir”. Así lo valoró el obispo auxiliar de Valencia, monseñor Enrique Benavent, quien inauguró este coloquio y que sonreía ante el planteamiento de que el Papa Francisco se atreviera a tomar una decisión similar a la de 1959 y plantear un Concilio Vaticano III: “Es imposible hablar de una nueva reunión de esta importancia hasta que todos los documentos se terminen de interpretar y comprender”.

Bajo el título «La Iglesia, luz del mundo», el prelado valenciano abordó alguno de los puntos que todavía generan dudas a la hora de interpretarse según la visión occidental y católica o la oriental ortodoxa: “En oriente hay una visión diferente, algo más mística de la religión”. Pese a ello, Benavent afirmó que el nuevo Papa parece tener claro que Europa “ya no tiene el monopolio de las decisiones” y ha realizado “gestos que lo demuestran, y los gestos son muy importantes”.  En ese sentido, el obispo auxiliar expuso que el nuevo papado está encaminado a “cumplir su misión sirviendo como Cristo servía”, un detalle que Benavent definió como clave pues, para él, “la Iglesia sólo puede anunciar el Evangelio evangélicamente, pues sólo así tiene credibilidad”.

Respecto a los informes y escritos del Vaticano II, el prelado recurrió principalmente al Lumen Gentium, una constitución dogmática sobre la Iglesia considerada como el documento principal del Concilio. En él hay constantes referencias a la eclesiología. “Tras el Concilio hay más espacio para ver a la Iglesia como espiritual. Este texto asegura que Cristo la funda y luego el Espíritu Santo la impulsa como institución ya creada. Así se ve en occidente”, explicó. Sin embargo, el obispo recordó que en el oriente cristiano se ve bajo otro prisma: “El Espíritu Santo viene en Pentecostés para ser cofundador de la Iglesia con Cristo”. Pese a esa diferencia de concepciones, lo que sí dejó claro el obispo auxiliar de Valencia es que el Espíritu Santo “no sólo actúa en la Iglesia, sino que habita en ella»: «Es su morada, como lo son todos los corazones de sus fieles”.

Lumen Gentium

Además, Benavent recogió numerosas citas textuales del Lumen Gentium para hablar de las diferencias que separan al catolicismo del resto de las opciones cristianas. “El Concilio dice que la Iglesia Católica es la que todavía mantiene todos los elementos de la Iglesia de Cristo y es donde habita el Espíritu Santo, pero esto no excluye al resto de las comunidades cristianas que también poseen elementos para la salvación. Es más, se añade que del resto de confesiones se puede aprender mucho y edificantemente”, expuso.  En ese sentido, el prelado recordó que, en definitiva, “la Iglesia está para servir al Espíritu Santo y no al revés”.

Por otro lado, el obispo auxiliar también trató ciertas contradicciones existentes entre los documentos del Concilio referidos a la forma de actuar del Espíritu Santo: “Se habla de que el Espíritu Santo actúa con libertad dentro de la Iglesia y que obra a través de los sacramentos, pero en Lumen Gentium  dice que no sólo así, sino que reparte sus dones y bienes como quiere entre los fieles. Evidentemente, no se conoce un santo que no cumpliera los sacramentos, pero simplemente se dice que no lo es todo”.

Respecto a la interpretación actual del Concilio Vaticano II, Benavent citó opiniones del cardenal Sepsi o del Papa Emérito Benedicto XVI: “Sepsi dice en su obra que la problemática post-conciliar ha sido la interpretación de los documentos en base al Mayo del 68 francés y eso ha distorsionado la doctrina de la Iglesia. Por su lado, Ratzinger habla de hermenéutica”.  Pese a ello, para el prelado, el siglo XX es el de la Iglesia: “Es una institución amada. Si lees un manual de eclesiología de principios de siglo y otro después del Concilio, se observa una renovación enorme”. En ese sentido, el obispo auxiliar distinguió tres etapas de la ecelsiologia durante el siglo XX: “La primera se basa en la unidad de los medios que conducen a la salvación, que son los sacramentos, la jerarquía y el magisterio. La segunda se dio durante la primera mitad del siglo y contuvo reformas internas. Ahí se ve a la Iglesia como cuerpo de Cristo y se insiste en la dimensión sobrenatural de la gracia. Esa etapa decae pronto cuando llega el Concilio y trata a la Iglesia como Pueblo de Dios”. Ese último cambio fue analizado por Benedicto XVI. “Aseguraba que la segunda etapa era inmadura y poco precisa, pero que, fruto de ese proceso, se llega a la tercera y definitiva etapa”, comentó monseñor Benavent para añadir que la Iglesia es vista como “un misterio de comunión»: «No solo se queda en lo externo, sino que abarca lo invisible y lo enriquece”.

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