CESAR Y ANTONIO ENTREVISTASe encuentran en la garita del edificio de Carmelitas, que no ha cambiado nada en los casi veinte años que lleva Antonio ocupándola (especialmente en el turno de tarde). Apenas pueden sentarse sin agobios en esos escasos metros cuadrados desde los que de tantos acontecimientos ha sido testigo (y parte) Antonio.
Mientras dialogan, varias personas vienen a pedir: “Encuadérname”, “¿me fotocopia esto?”, “no funciona el micro…”. Hoy deben esperar, aunque sea estos diez minutos en los que ambos repasan a vuela pluma la trayectoria del Centro y las pequeñas historias que lo conforman. Cuando recuerda las buenas, e incluso las inconfesables, Antonio muestra esa peculiar sonrisa de medio lado que la comunidad universitaria de Elche conoce tan bien.

Antonio, ¿cómo fueron esos inicios del CEU en los 90? Siempre he tenido curiosidad por saberlo de la mano de una persona que, como tú, estaba allí y además siempre al cabo de la calle de todo…

La verdad es que el comienzo del CEU en Elche fue duro porque había mucho trabajo y teníamos que hacerlo nosotros, los conserjes, sin ayuda, como los traslados de mobiliario de unas aulas a otras según las necesidades de los alumnos. Íbamos a planta por curso. Pero también fue muy bonito, ya que por aquel entonces éramos muy pocos y además muy compañeros, todos nos conocíamos. Estábamos solo unas pocas personas del PAS y los profesores de Derecho y ADE, que eran muy buena gente, pero, claro, no te ayudaban en los traslados… (sonríe).

¿Cómo ha sido la evolución durante estos años?

Muy positiva en el sentido de que de 200 alumnos y 30 profesores hemos pasado a 1.200 estudiantes y más de 100 docentes. También ha mejorado de un modo abismal nuestra calidad de vida, la de los conserjes, porque las cosas ya están hechas y ahora nos dedicamos más a controlar y hacer otras funciones, no a construir desde cero.

¿Crees que con el nuevo edificio corremos el peligro de tener dos CEU desconectados en Elche?

Yo creo que el nuevo edificio es muy positivo para el CEU, porque significa que hemos crecido y podemos acoger en condiciones a los alumnos y, además, nos está sirviendo para atraer más alumnado. Pero es cierto que a nivel de personal nos hemos distanciado. Al estar en Carmelitas, noto que he dejado de ver a algunas personas que ahora están en Reyes Católicos. Es verdad que algunos vienen a visitarnos por saludar, pero son los menos, claro.

¿Cómo volver a acercarnos?

A lo mejor una reunión mensual de todo el personal sería muy útil. Además, yo creo que no solo hay que reunirse en el plano académico, sino que es muy interesante contar con todos, incluyendo al PAS, para estudiar otros proyectos de corte solidario o humanitario donde nosotros seguramente podamos decir algo interesante, porque al final estaremos implicados y también nos interesa que los proyectos sean un éxito.

Y también creo que falta  que nos conozcamos más todos. Antes teníamos más roce y ahora puede ocurrir que ‘me caigas gordo’ porque no te trato; sólo me pides las cosas y apenas me saludas por el pasillo. En las comidas o celebraciones, donde antes nos mezclábamos todos, ahora se sientan por carreras. Yo sé de gente que son grandes personas pero, como no las conocen, no se integran como deberían.

Tomo nota de las dos cuestiones. Y es verdad que no contamos lo suficiente con el PAS…

En los principios del CEU sí que se contaba. Cuando un profesor tenía una idea colaborábamos todos, pero hoy en día no. Yo no sé si es por colgarse medallas o por no planteárselo, pero creo que no se cuenta con el compañero de despacho lo que se debería y menos aún con el PAS. Y me da la sensación de que las cosas no salen todo lo bien que podrían resultar si las hiciéramos de un modo más colaborativo.

CESAR Y ANTONIO DE PIE

¿Recuerdas especialmente a alguien que haya sido importante en tu trayectoria profesional y personal en el CEU?

Sí. Han pasado muchas personas que me han dejado mucha huella por su personalidad, su carisma cariñoso, su compañerismo… aquellas que han visto a la persona, no al conserje. No cito a nadie, porque seguro que me dejaría a alguien fuera y no me parece justo, pero son muchos.

¿Y en el caso de los alumnos?

Lo mismo. No solo tengo buenos recuerdos de muchos, sino que guardo contacto con mi primera promoción, la 95-96. He ido a las bodas de algunos de ellos y de vez en cuando voy a alguna cena.

Piensa que entraron siendo unos críos y hoy son ya padres o madres de familia. Empezamos juntos en esto y siento que he colaborado, aunque sea de un modo pequeño, en su crecimiento académico y personal, porque muchos se han confesado conmigo, y yo, desde mi edad y mi experiencia, he aconsejado a unos cuantos. Creo que para bien… (ríe).

¿No ocurre igual con los de ahora?

No. Es que Derecho y ADE eran otro tipo de gente. Cuando vino Periodismo ya eran más independientes. Igual que Enfermería o Magisterio. Tiene que ver mucho también con el número de personas que éramos entonces, ya que funcionábamos más como un instituto, donde se cuenta con el conserje para casi todo.

 ¿Elche es diferente?

Yo creo que sí. Y tiene que ver, precisamente, con el tamaño. Al conocernos todos, somos más familiares y nos contamos nuestras cosas, a pesar de los cambios de los que hablábamos antes. Y eso se nota y se traslada fuera. Yo tengo compañeros que me han ayudado de un modo muy generoso cuando lo he necesitado, y creo que en otros centros más grandes el trato es más frío y la gente va más a su parcela. Por lo que me cuentan, claro.

Cuando empezaste aquí, ¿te imaginabas que continuarías trabajando en el mismo lugar 20 años después?

La verdad es que sí. En mi antigua empresa estuve 26 años y aquí confío prejubilarme tras 25, dentro de 3.

Algo que quisieras cambiar del CEU en Elche.

Lo que hemos comentado. Que se contara más con el PAS, y quizá de un modo especial cuando haya que acometer proyectos en los que estamos directamente implicados, como es el caso de las reformas y las obras.

¿Cuántos secretos almacenas?

Antes muchos más. Casi todo el personal, profesores y PAS, estábamos a jornada completa, y hacíamos muchas horas de más para impulsar el Centro. Y como por un conserje pasan todos los medios y la gente tiene que acabar viniendo a morir a nosotros para que les solucionemos los problemas, y lo hacemos, pues las confidencias se producen…

Pero danos algún nombre, que no nos lee nadie. Por ejemplo, ¿quién es el profesor más despistado?

Jaume Morera se lleva la palma. Pierde las llaves con una frecuencia impresionante. Aunque es muy buena persona y se implica mucho con los alumnos.

Es lo que llamamos un ‘profesor CEU’, ¿no?

Por supuesto.

Hay como una hornada de profesores jóvenes que recuperan con fuerza ese calificativo que ha distinguido a los docentes del CEU, ¿no crees?

Sí, algunos son antiguos alumnos de la casa que vienen con nuevas ideas y ganas, como Sara o Álvaro. Creo que eso es bueno, implicarse y no venir solo a dar tu clase. Pienso también en Juan Benito, una excelente persona. Incluso  hay asociados que lo dan todo, como Ricardo o Fernando en Enfermería… La verdad es que hay muchos profesores muy buenos aquí.

Nuevos. ¿Y antiguos?

Claro. Entre ellos, mi ‘amigo’ Francisco Sogorb (sonríe), que le he tenido aquí hasta las tantas durante muchas noches haciendo sus investigaciones y preparando sus clases, y me tocaba ‘echarlo’ casi a diario para poder irme a cenar a mi casa. Pero lo peor es que luego nos tirábamos otra media hora en la puerta hablando y se me pasaba el enfado. Después de tantos años ¿cómo no voy a quererlo a pesar de esas ‘peleas’? Además me consta que es un gran profesor, que exige mucho, sí, pero según lo que da. Lo sé porque muchos antiguos alumnos con los que mantengo relación hoy le están muy agradecidos por lo mucho y bien que les ha preparado.

La gente que necesita ‘cosas’ sigue asomándose, el móvil del vicerrector echa humo y parece, justo cuando Antonio se ha soltado, que la entrevista debe tocar a su fin. Pero aún le da tiempo a elogiar a otros profesores de la casa, como Higinio, que “además de su categoría intelectual, es un compañero más”, a reivindicar nuevamente esas reuniones conjuntas y, por qué no, a recordar con nostalgia las fiestas que con cualquier motivo se organizaban dentro o fuera del CEU y a las que acudía todo el personal sin distinción.

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