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Isabel Brotons, Matías Gómez, Álvaro Ferragut y Diego Sousa, estudiantes del Grado en Medicina de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Castellón, son, junto al profesor Vicente Rodilla y a Ramón Sousa, padre de Diego y cirujano de profesión, los miembros del Proyecto Medipinas que han viajado al Hospital Rizal de Manila (Filipinas) para colaborar durante dos semanas en la atención sanitaria a las mujeres con cáncer de mama. En tierra, por diferentes e inoportunos motivos, tuvieron que quedarse finalmente la profesora Belén Merck, impulsora de la misión solidaria, y algunos alumnos de Medicina.

Aun así, la misión ha sido un éxito: ocho intervenciones quirúrgicas en mujeres con cáncer de mama, una reconstrucción, evitar la extirpación de ganglios axilares en dos pacientes y formar en diversas técnicas a los médicos del hospital filipino.

Además, los alumnos de Medicina de la CEU-UCH han puesto a prueba sus conocimientos y su vocación de servicio a lo largo de tres días en la Clínica de las Hermanas Siervas de María en Manila. Allí han realizado la historia clínica y la orientación diagnóstica y terapéutica a cerca de 300 pacientes con procesos de todo tipo, incluida la tuberculosis.

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Pero el equipo médico vuelve con más equipaje del que se llevó, a pesar de que aportó abundante material médico y quirúrgico al hospital gracias a las diferentes actividades que los alumnos de Medicina, en colaboración con la Cátedra de Solidaridad de la CEU-UCH, llevaron a cabo a lo largo del curso, para recabar fondos.

Y es que todos los miembros de Proyecto Medipinas, pero especialmente los futuros médicos, retornan cargados de enseñanzas. En lo profesional:  lo que han aprendido presenciando las intervenciones quirúrgicas llevadas a cabo por los médicos del equipo CEU, asistiendo a sus conferencias, colaborando como ayudantes en operaciones realizadas por médicos del Hospital Rizal y con su intenso rodaje y baño de realidad en la clínica de las hermanas.

En lo personal, el aprendizaje todavía es mayor, como subraya Isabel Brotons:

“La experiencia ha sido increíble.
Ha sido un regalo tremendo haber podido estar allí”

Isabel, que solo tiene elogios para la calidad profesional y humana del resto del equipo, los médicos del hospital, las hermanas de la clínica y los pacientes, afirma que acompañaron a las hermanas de la clínica a los barrios más pobres, a visitar a los enfermos a sus casas. «La miseria era tremenda, pero la gente estaba contenta; y en la clínica, tras atender a los pacientes, nos sonreían y nos agradecían mucho el tiempo que les habíamos dedicado. ¡Eso no lo da el dinero!”, destaca la futura médico.

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Isabel se ha dado cuenta de que siempre, pero especialmente en situaciones extremas, los recursos propios del médico son claves para ejercer su labor, “y eso es lo que vamos obteniendo en la carrera”, afirma. En su maleta de regreso asegura haberse traído cinco grandes lecciones: “la actitud que voy a tener ante el estudio a partir de ahora, haber perdido el miedo a acercarme a la miseria más grande, las ganas de servir mejor y la ilusión por poder dar, por poco que sea. Y también las ganas de aprovechar el tiempo. Allí había mucho que hacer. No había tiempo para quejarse”.

La experiencia ha sido igualmente gratificante para Diego Sousa, que considera que este tipo de proyectos, además de afianzar las vocaciones,

“te hacen crecer como persona, conocer cómo vive la gente, o mejor dicho cómo malvive, y lo felices que son con lo poco que tienen”

El alumno ejemplifica lo admirable de esta actitud vital con un caso: “Las monjas nos llevaron a ver a una señora mayor, de unos 97 años, con cáncer de mama ulcerado que le llegaba hasta la pared costal. Cuando entramos en su casa, se nos puso a cantar y a reír. Este tipo de cosas son las que no te permiten decir que no a este tipo de proyectos”, afirma.

Diego, que considera que la vocación de servicio es un pilar de la medicina y anima a sus compañeros a probar experiencias como esta, asegura que la vuelta tiene un sabor agridulce: “Te quedas con ganas de continuar, pues te parece que lo que estás haciendo no es suficiente y te sientes hasta egoísta de volver a tu vida, viendo cómo está la situación allí y la gran necesidad de ayuda que tienen”.

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Para Matías Gómez, el proyecto Medipinas ha supuesto también abrir la mirada respecto a la situación que viven otros países, “ya que, aunque en España no estamos en la mejor situación posible, disfrutamos de unos privilegios inimaginables para algunas personas en otros lugares”, subraya.

Matías asegura que el viaje ha reorientado sus prioridades. “Estuve pasando visita a niños. Fue una experiencia increíble y, aunque siempre he dicho que no me gustaba la pediatría, esta vivencia ha cambiado mi punto de vista”.

El proyecto ha incrementado las ganas del aspirante a médico de hacer más voluntariado, y confía en que este viaje “haya sido solo el comienzo de muchos más”.

Igual de claro lo tiene Álvaro Ferragut. “Mi vocación de servicio se ha reafirmado”, asegura. Y continúa: “Tras volver a España, he podido ver con claridad que me han ayudado más ellos a mí que yo a ellos, ya que el aprendizaje ha sido muy intenso”.

Álvaro asegura que los conocimientos humanos y profesionales adquiridos estas semanas nunca podrían transmitirlos los libros. “Hemos podido ver enfermedades casi erradicadas en España y otras en estadios tan avanzados que sería impensable encontrarlas aquí”, destaca. “Por eso, y por muchos otros motivos, esto es algo que todo estudiante de Medicina debería ver antes de acabar la carrera”, concluye.

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Los médicos del equipo

A pesar de su experiencia profesional, los dos médicos de la expedición Medipinas vuelven también muy satisfechos por el aprendizaje y las vivencias que les ha proporcionado el proyecto.

“Esta experiencia sirve, entre otras cosas, para que nos demos cuenta de lo que significa el estado de bienestar”, asegura Vicente Rodilla, profesor de Medicina de la Cardenal Herrera, y añade:

“Algo que me he traído conmigo y que me va a costar olvidar es que, a pesar de no tener nada y tener que vivir en condiciones nefastas, los niños de la calle en Filipinas son muy felices. Hacía muchísimo tiempo que no veía niños reír de esa manera”

Rodilla considera que esta experiencia es impagable para los alumnos. “Nuestros estudiantes, cuenta el docente, han visto de cerca lo que es la pobreza verdadera, el hacinamiento del ser humano y lo que es vivir en condiciones de insalubridad francamente horripilantes. Además, han visto casos clínicos que en España muy probablemente nunca verán, porque se solucionan farmacológica o quirúrgicamente mucho antes de que lleguen a estadios tan avanzados de la enfermedad. Y también han conocido lo mucho que se puede hacer con muy pocos medios y con infraestructuras que nosotros en Europa consideraríamos obsoletas e inadecuadas”.

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“Para el personal del hospital, concluye Rodilla, creo que nuestra presencia también ha sido muy interesante, ya que han aprendido determinadas técnicas que aunque conocían teóricamente no habían podido llevar a la práctica. Esperemos que en un futuro esto les sirva para realizar mejores diagnósticos y tratamientos en sus pacientes”.

En la misma línea se expresa Ramón Sousa: “Medipinas ha supuesto un aprendizaje intenso tanto a nivel profesional como sobre todo personal, y a los futuros médicos les ha permitido descubrir que en su profesión, sobre los aspectos clínicos predominan los de su vocación de servicio y de entrega a las personas más desfavorecidas. Y es que hay muy pocas cosas en la vida que nos puedan llenar de más felicidad que ayudar».»A los pacientes hay que atenderlos, explorarlos, animarlos, aliviarlos y, cuando es posible, curarlos», concluye el cirujano.

Medipinas nació, en palabras de Belén Merck, com:

«un proyecto integral CEU, en el que padres, estudiantes y profesores, junto a la Cátedra de Solidaridad, se han implicado completamente para ayudar a las personas y ofrecer una oportunidad de aprendizaje única para los alumnos, tanto en el plano médico como humano”

Está claro que la misión ha sido un éxito absoluto.

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