Mesa Redonda con Ignacio Sancho Gargallo, magistrado del Tribunal Supremo
El magistrado del Tribunal Supremo Ignacio Sancho Gargallo ha participado, junto al rector de la CEU UCH, Higinio Marín, en la Mesa Redonda “El oficio o arte de juzgar”, celebrada en el Palacio de Colomina de Valencia y moderada por el magistrado Gonzalo Sancho Cerdá.
Entre los asistentes al evento se encontraban la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, Pilar de la Oliva; el presidente de la Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, Manuel Baeza Díaz-Portales; el Decano del Iltre. Colegio de Abogados de Valencia, José Soriano y el Decano del Iltre. Colegio de Registradores de la C. Valenciana, Carlos Orts, junto a otros magistrados y profesionales del ámbito judicial.


En su intervención, Sancho Gargallo ha comparado la tarea del juez con la de “un artista o artesano, que ha aprendido a juzgar, juzgando”. Destacó la trascendencia de la ética judicial para ser independientes y recalcó la importancia de la capacitación y el desarrollo de habilidades que siempre ayudan: “el juez ha de captar los hechos, descubriendo y apreciando de qué parte se encuentra la razón; ha de tener intuición, pero no sólo porque luego debe de aplicar la ley. Es decir, debe aunar conocimiento, arte y sentido de lo justo”. También destacó la importancia de saber distinguir entre los hechos y su valoración, ya que el juez realiza un enjuiciamiento de los hechos que es un juicio de valor, pero previamente ha de ver el suplico -lo que piden-, después analizar los hechos más relevantes y finalmente los fundamentos de derecho, antes de emitir un juicio.
Los sesgos que pueden afectar al juez


El magistrado del Tribunal Supremo ha señalado que existen unos sesgos inconscientes que también pueden afectar al subconsciente del juez; el “sesgo confirmatorio” y significa que cuando tienes una idea que está anclada, es difícil de cambiar, máxime si has escrito sobre ella; la “inercia cognitiva” -ante casos iguales, la tendencia es dar la misma sentencia- y la “fatiga cognitiva”: “en un mismo día no se puede deliberar tanto asunto, porque sufrimos lo que se llama ahorro cognitivo, y es un sesgo porque cada caso es distinto y a veces nuestra mente tiende a concluir lo esperado, cuando el juez ha de dar una explicación coherente de que las cosas han ocurrido así”; el “sesgo afilial” -sentirse cómodos con los que son como ellos-; el “sesgo de grupo”-dar un sentido de halo o de paria, un sesgo de buena impresión-; el “sesgo de alteridad” -guiarse por la propia experiencia- o el “sesgo retrospectivo” -a toro pasado, sobre todo cuando hay una responsabilidad profesional, de un médico o un abogado-.



Un corazón sabio
El rector, Higinio Marín, se ha detenido a considerar que si bien el juez debe ser un buen técnico en su materia -con una buena pericia- también debería tener un corazón sabio, recordando a Salomón: “ha de tener libertad interior, buscando la perfección en cada juicio y ser virtuoso; debería tener carácter, ecuanimidad, equidad…”, ha señalado. En concreto ha desarrollado el concepto de «serenidad», que en su origen tenía el sentido de «despejar la oscuridad» o «iluminar lo que está oscuro. En este sentido ha comentado que el juez debería ser alguien «serenísimo».
