Decidieron hacer un viaje de fin de carrera “ideal”. Y se fueron a Camboya para ayudar en un proyecto de construcción. Además de levantar un aula escolar en una comunidad rural sin recursos, han puesto la primera piedra del voluntariado en el Grado de Arquitectura del CEU. Son los estudiantes Mireia Llorens, Hajar El Mekkaoui, Mireia Garrigues, Gema Pérez, Dana Baharvand y Sergio Villar.

“Todo empezó con la búsqueda de nuestro viaje final de carrera ideal. En Arquitectura no somos muchos y la mayoría no quería realizarlo, así que nos juntamos seis amigos para organizarlo”, cuenta Sergio Villar.

El estudiante de Arquitectura del CEU asegura que el grupo quería conocer Asia organizando un viaje en modo aventura. “Buscábamos experiencias que nos enriquecieran. ¿Y por qué no un voluntariado? Era algo que casi todos los del grupo teníamos en mente llevar a cabo algún día y podíamos hacerlo juntos y de manera inolvidable”, continúa.

Así que, una vez decidido, los futuros arquitectos encontraron una agencia que les gestionó un voluntariado relacionado con su carrera. En su caso, la construcción. Y, tras cuadrar fechas y lugar, partieron hacia Samraong, un poblado rural en Camboya, vía Bangkok.

‘El mundo necesita muchos arquitectos dispuestos a echar una mano. Creo que es importante compartir lo que sabes con las personas que más lo necesitan’

“Queríamos tener nuevas vivencias, conocer diferentes culturas y ayudar con lo aprendido hasta ahora. Y vimos en este voluntariado una oportunidad de obtener un crecimiento personal inigualable, tal y como acabó siendo”, asegura Gema Pérez.

“Nuestra mayor ambición, continúa la alumna, era ser lo más útiles posible en el lugar. Dar el máximo de nosotros y vivir esto a modo de crecimiento personal. Un golpe de realidad y valores en los días que corren y en las vidas que llevamos”.

Similares expectativas tenía su compañera Mireia Garrigues: “Una de nuestras mayores ilusiones era poder ejercer de arquitectos, llevar a cabo conceptos derivados de nuestra carrera y, a la vez, aprender construyendo in situ. Y, por otra parte, esto nos daba la oportunidad de conocer otros países, culturas, gente, modos de vida…”.

‘Queríamos conocer diferentes culturas y ayudar con lo aprendido. Y vimos en este voluntariado una oportunidad de obtener un crecimiento personal inigualable’

“Además, añade la estudiante de Arquitectura, era como realizar unas prácticas, ya no solo de nuestra carrera sino también humanitarias, de manera que pudiéramos incluirlas el día de mañana en nuestro currículum”.

Construyendo solidaridad

Tras una breve visita a Bangkok, los estudiantes de Arquitectura del CEU llegaron a Samraong un domingo por la tarde. Allí tuvieron una reunión con el coordinador de la asociación, que les explicó su misión: construir en dos semanas una nueva aula, desde cero, para que pudieran asistir a la escuela más niños.

Al día siguiente por la mañana, los futuros arquitectos se metieron de lleno en el proyecto junto a un chico francés y unos obreros locales. Transcurrido el plazo pactado, el reto estaba conseguido. Y, aunque los habitantes de la población estaban encantados con la construcción, los más felices eran, sin duda, los estudiantes del CEU.

“Es nuestro primer proyecto hecho realidad. Poder ver de principio a fin la construcción íntegra del aula fue muy reconfortante. Igual que comprobar el impacto que nuestro trabajo tenía en la vida de esos niños, con los que jugábamos en nuestros descansos”, destaca Mireia Llorens.

‘Es nuestro primer proyecto hecho realidad. Ver la construcción íntegra del aula fue muy reconfortante. Igual que comprobar el impacto que nuestro trabajo tenía en la vida de esos niños’

“Nos sentimos útiles y aprendimos a valorar muchísimo más el trabajo de un obrero de la construcción, unos profesionales que en un futuro estarán a nuestro cargo. Es mucho más duro de lo que nos imaginábamos, lo comprobamos con nuestras propias manos”, añade la estudiante.

Un aprendizaje impagable

Pero más allá del aprendizaje técnico, los futuros arquitectos se llevan enseñanzas mucho más importantes. “Nos dimos cuenta del sin sentido de muchos de nuestros problemas del día a día, de lo poco que valoramos los pequeños detalles y de todas las cosas que damos por hechas”, subraya Dana Baharvand.

Y añade: “Con salir de casa, podemos encontrar casi cualquier cosa que se nos antoje. Allí eso no era posible y, aun así, eran felices con todo lo que tenían. De cualquier objeto que a nosotros nos puede parecer insignificante, ellos montaban una fiesta. Por ejemplo, les regalamos unos silbatos que teníamos allí por casualidad, junto a dos trozos de cartulina roja y amarilla. Con eso organizamos un partido de fútbol y fueron tremendamente felices y, sobre todo, agradecidos”.

Se trata, sin duda, de una experiencia única, que estos jóvenes pioneros quieren vincular a Arquitectura CEU. “Nos encantaría que la ESET, y en general nuestra universidad, se volcara en este proyecto, ya sea ayudándonos en la organización o reconociendo esta actividad a través de créditos o de otras fórmulas”, afirma Hajar El Mekkaoui.

“Estaríamos encantados de ayudar, y de participar activamente en proyectos de como estos, así que esperamos ver pronto los voluntariados de Arquitectura en las actividades del CEU”, añade el futuro arquitecto.

‘La idea es tratar de convertir esta iniciativa en una práctica habitual desde la Universidad a través de la Cátedra de la Solidaridad’

Por lo pronto, tal y como asegura Ignacio Juan, subdirector del Grado en Arquitectura de la CEU UCH, “la idea es tratar de convertir esta iniciativa en una práctica habitual desde la Universidad a través de la Cátedra de la Solidaridad. Por eso, cuando los alumnos me hablaron de su intención, les pedí que recogieran datos y documentaran la experiencia”.

“Una experiencia, continúa el responsable académico, que creo que ha sido muy valiosa para todos: tanto para los destinatarios del proyecto con los que han compartido lo aprendido en la carrera como para ellos a título personal. Creo, además, que esta iniciativa refuerza el carácter multicultural y de integración de la Escuela, donde no sólo aprenden a construir edificios sino también a valorar la importancia social de nuestra profesión y formación”.

‘Esta iniciativa refuerza el carácter multicultural y de integración de la Escuela, donde no sólo aprenden a construir edificios sino a valorar la importancia social de nuestra profesión’

Y eso los alumnos lo tienen muy claro: “El mundo necesita muchos arquitectos dispuestos a echar una mano. Creo que es importante compartir lo que sabes con las personas que más lo necesitan. Hay muchas zonas del mundo que, por desgracia, sufren catástrofes naturales que se tienen que solventar. Además, aparte de estas situaciones extremas, todo el mundo tiene derecho a una casa digna. Es algo que nosotros tenemos muy asimilado, pero que, por desgracia, no ocurre en todas partes”, concluye Mireia Llorens.

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